jueves, 29 de octubre de 2015

Jesucristo da el verdadero y único sentido de la vida para el joven


El Santo Padre Benedicto XVI, decía así a los jóvenes, en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud, del año 2013[1]: “Hay muchos jóvenes hoy que dudan profundamente de que la vida sea un don y no ven con claridad su camino. Ante las dificultades del mundo contemporáneo, muchos se preguntan con frecuencia: ¿Qué puedo hacer?”. Es decir, el Papa constata algo que es una realidad de todos los días: muchos jóvenes no le encuentran sentido a la vida. Todavía más, confundidos por los medios de comunicación masiva, que difunden una visión materialista, hedonista y atea de la vida, piensan que esta vida consiste en tener fama, éxito mundano, bienes terrenos y en disfrutar de los placeres sensibles. Pero esto es un engaño, y lo único que hace, es arrojar oscuridad a la vida de los jóvenes.
Continúa luego el Santo Padre: “La luz de la fe ilumina esta oscuridad, nos hace comprender que cada existencia tiene un valor inestimable, porque es fruto del amor de Dios”. Para el Santo Padre, lo que ilumina esta oscuridad, es la luz de la fe, pero no una fe cualquiera, sino la fe en Jesucristo, el Hombre-Dios. Esta vida es como estar en una noche fría y oscura, muy oscura, sin luz de luna, sin luz artificial, en medio de un bosque, en donde abundan las bestias salvajes, que están prontas a destruirnos: sólo la luz de la fe en Jesucristo, que brilla como una luminosa disipando las tinieblas, puede darnos calor y luz, una luz que ilumina nuestras mentes y corazones con la luz de Dios, al tiempo que ahuyenta a los seres de las tinieblas que buscan nuestra perdición.
Esta luz de la fe ilumina porque viene de Cristo, luz del mundo, muerto y resucitado, enviado por Dios Padre para liberarnos del mal; dice así el Santo Padre: “Él ama también a quien se ha alejado de él; tiene paciencia y espera, es más, él ha entregado a su Hijo, muerto y resucitado, para que nos libere radicalmente del mal”.
Entonces, la vida sí tiene sentido, y un sentido maravilloso: descubrir, por la luz de la fe, que Cristo es nuestro Salvador, que ha venido para darnos su Amor y para conducirnos al Reino de los cielos. Si fijamos nuestra vista en Jesús, que está en la cruz y en la Eucaristía, toda nuestra vida tendrá un sentido, que será el amar cada día más a Jesús en esta tierra, para seguir amándolo por toda la eternidad, en el Reino de los cielos. Éste es el sentido de la vida para el joven cristiano.
Y cuando el joven cristiano descubre a Cristo, Luz del mundo, que le señala el sentido de la vida, corre a anunciar esta Buena Noticia a sus amigos: “Cristo ha enviado a sus discípulos –a los jóvenes, N. del R.- para que lleven a todos los pueblos este gozoso anuncio de salvación y de vida nueva”.
Así vemos cómo la vida, lejos de carecer de sentido, tiene un sentido de vida eterna, cuando el joven descubre a Jesús.




[1] Benedicto XVI, Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, 2013; cfr. http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/messages/youth/documents/hf_ben-xvi_mes_20121018_youth.html

jueves, 1 de octubre de 2015

La Sagrada Familia de Nazareth, modelo para la familia


         Hoy en día se nos propone, por medio de los medios de comunicación, modelos llamados “alternativos” de familia; modelos que se separan de la concepción tradicional de familia; modelos desconocidos hasta ahora en la humanidad.
         Sin embargo, la Iglesia proporciona un solo modelo de familia, la Sagrada Familia de Nazareth. En esta Sagrada Familia, encuentran las familias y sus miembros, el modelo inigualable e inimitable a seguir.
         Las madres, encuentran su modelo en la Virgen, que es, al mismo tiempo, por obra y gracia del Espíritu Santo, Madre de Dios: así como la Virgen vivió su santidad en el seno de la familia, cuidando a su Hijo, que era el Hijo de Dios encarnado, y velando por su esposo, San José, que aunque era esposo meramente legal, recibió siempre un trato respetuoso y cordial por parte de la Virgen, así toda madre de familia, debe buscar santificarse en la vida familiar, cuidando de sus hijos y velando por su esposo, obrando siempre con caridad, con paciencia ejemplar, con amor, a imitación de la Virgen.
         Los hijos, encuentran su modelo en Jesús, que siendo el Hijo Eterno del Padre, eligió encarnarse en el seno de una familia y vivir su niñez, su juventud y parte de su adultez, en el seno de una familia, sometido al cuidado y a las órdenes de sus padres, la Virgen y San José, su padre adoptivo. Jesús es el modelo en el que deben reflejarse los hijos que deseen cumplir a la perfección el Cuarto Mandamiento: “Honrarás Padre y Madre”, porque nadie más que Jesús honró a sus padres terrenos con la mayor perfección posible, porque la honra a los padres se basa en el amor, y ningún hijo amó tanto a sus padres, como lo hizo Jesús. Así como es Jesús con sus padres –obediente, servicial, cariñoso, respetuoso, diligente, sacrificado-, así deben ser los hijos cristianos, con respecto a sus padres.
         Los papás y esposos, encuentran en San José el modelo ideal a seguir: San José era un esposo casto –sólo era esposo meramente legal de la Virgen, y el trato entre ellos era como el de los hermanos-, que cuidada con todo amor a su esposa, la Virgen, y a su hijo adoptivo, Jesús. San José era un padre ejemplar, porque si bien su Hijo era Dios, en la Persona del Hijo, lo mismo cuidó de Él, lo protegió de quienes lo perseguían –en la huida a Egipto, por causa de Herodes- y siempre trabajó y se sacrificó para llevar el sustento a su hogar.

         La Sagrada Familia de Nazareth es, entonces, el único modelo de familia, para todas las familias del mundo.