lunes, 19 de diciembre de 2011

Los jóvenes y la verdadera fiesta de Navidad



Al llegar el tiempo de recordar el nacimiento de Jesús, surge la pregunta: ¿cómo festeja un joven cristiano la Navidad?
Para saberlo, es necesario primero tener en cuenta qué es la Navidad, para saber bien qué festejamos y porqué.
Pero para saber qué es la Navidad, no podemos guiarnos por lo que nos dicen los medios de comunicación, como la televisión, Internet, la radio, etc.; debemos más bien acudir a la Santa Madre Iglesia.
¿Cómo es la Navidad según el mundo?
Si los cristianos nos dejáramos guiar por los medios de comunicación social -diarios, internet, televisión, radio, etc.-, para saber en qué consiste la Navidad, tendríamos que creer en lo siguiente: Navidad es una fecha festiva, en donde todo el mundo está alegre porque está de fiesta, aunque no se sabe bien cuál es el origen de la fiesta; es una fiesta en la que el personaje central es un señor de edad, de cabellos y barba blanca, algo excedido de peso, barrigón, vestido de rojo y blanco, con un bonete al tono y botas negras, que viene por el cielo, volando en un trineo tirado por renos, que desciende, por lo general, por las chimeneas de las casas -no se sabe por dónde entra en las casas en donde no hay chimeneas, y tampoco nadie sabe cómo hace para no quedar todo tiznado cuando entra en las casas donde hay chimenea-, y que trae regalos para los niños, mientras se ríe, nadie sabe de qué, los cuales abren sus regalos al pie de un árbol de Navidad. En los lugares adonde no va Papá Noel, son los padres o mayores los encargados de dar regalos, y en muchos casos, los niños, y también todos los integrantes de la familia, elaboran listas de pedidos, por lo que Navidad suele ser también un momento de compras febriles y de consumo sin freno.
            Por esto mismo, Navidad es la época para ser felices porque se adquirió un Blackberry de última generación, o una computadora, o una Playstation, o un televisor plasma, o un auto, etc.
            Según los mismos medios, Navidad es un tiempo para preparar grandes comidas, y como es una fiesta tan especial, en donde todos festejan aunque no se sabe qué, todos se preocupan para que las canastas navideñas sean accesibles a los bolsillos.
            Incluso los diarios de mayor tirada, dan consejos para no sufrir descompensaciones a la hora de comer, dando por supuesto lo que es obvio para la gran mayoría, y es que en Navidad los atracones de comida sobran. Los consejos para los golosos, en los diarios, son como los publicados en este artículo titulado: "Claves para evitar los excesos durante las cenas de las fiestas": "Lo ideal, sin embargo, es evitar los excesos y elegir comer sano en cada oportunidad. “Los días previos a los festejos es recomendable consumir alimentos que otorgan saciedad, con baja densidad calórica (menos calorías en más volumen)”, indica Rosana Viscovig, medica nutricionista de La Posada del Qenti. Esto se logra “incorporando alimentos ricos en fibra y agua como las verduras, frutas, cereales integrales y alimentos proteicos como las carnes magras y los lácteos descremados”[1]. Continúa luego con otra serie de consejos relativos a las bebidas alcohólicas.
            Siempre según los medios de comunicación, Navidad es también un momento para salir a divertirse, sobre todo para los más jóvenes, y es así que, luego del atracón de comida, estos salen a bailar y a beber todo lo que puedan beber. En los mismos medios se pueden encontrar profusión de información acerca de los lugares en donde la juventud puede ir a festejar de modo desenfrenado.
            Sin embargo, nosotros, como cristianos, sabemos que en nada de esto consiste la Navidad, pues esto que nos muestran los medios es una Navidad falsa, caricaturesca, materialista, hedonista, pagana. No es esto la Navidad.
            La Navidad consiste sí en estar de fiesta y en alegrarse, pero por un motivo muy concreto: porque Dios Hijo, en cumplimiento de la voluntad de Dios Padre, viene a este mundo como Niño en Belén, y prolonga su Encarnación y Nacimiento en la Eucaristía, para donarnos a Dios Espíritu Santo, luego de morir en Cruz para perdonar nuestros pecados, y concedernos el ser hijos adoptivos de Dios. Éste es el motivo de la fiesta y de la alegría cristiana en Navidad.
            En Navidad sí esperamos regalos, el regalo de Dios Padre, su Hijo Jesús en el Pesebre de Belén y en la Eucaristía, en la Santa Misa.
            En Navidad sí preparamos manjares y bebemos bebidas exquisitas, porque asistimos como invitados de honor al banquete de Dios Padre, la Santa Misa, en donde el mismo Dios Padre nos sirve un manjar de ángeles: la mesa de Navidad está compuesta por los siguientes manjares: carne del Cordero de Dios, asada en el fuego del Espíritu Santo, el Cuerpo resucitado de Jesús en la Eucaristía; Pan de Vida eterna, el Pan Vivo bajado del cielo, Jesús muerto y resucitado en la Hostia consagrada, y para beber, el Vino de la Alianza Nueva y eterna, obtenido en la vendimia de la Pasión, la Sangre del Cordero de Dios, Vino que se encuentra en el Sagrado Corazón y que desde allí se sirve para los hijos de Dios en el cáliz del altar, y que es el "mejor de todos los vinos", porque contiene al Espíritu Santo.
            Para los cristianos, la Navidad es comer, beber y festejar con alegría en el corazón: comer la Carne del Cordero de Dios, beber su Sangre, y alegrarse con alegría infinita por este don de Dios Trinidad que nos anticipa la feliz eternidad en el Cielo.
            Para los cristianos, la verdadera fiesta de Navidad, que justifica y santifica la sana fiesta terrena, es la Santa Misa de Nochebuena.



[1] Cfr. Diario Clarín, edición digital del 19 de diciembre de 2011, http://www.clarin.com/sociedad/Claves-evitar-excesos-cenas-Fiestas_0_611938956.html

viernes, 9 de diciembre de 2011

La fiesta mundana no tiene nada que ver con la verdadera alegría de Navidad


"¿A qué se parece esta generación?" (cfr. Mt 11, 16-19). Al comprobar la dureza de corazón de aquellos que no se quieren convertir por ningún motivo, ni por la prédica del Bautista, que llama a la penitencia y al ayuno, ni por la prédica suya, que compara el Reino con un banquete de bodas, con una fiesta, Jesús los compara a unos niños engreídos y soberbios que se niegan a jugar con sus compañeros que los invitan, dándoles la posibilidad de jugar un juego de imitación con un tema alegre (unas bodas) o triste (un entierro)[1].
         El juego del entierro o funeral recuerda a Juan el Bautista, que predica la austeridad, mientras que el juego más alegre, de unas bodas, recuerda a Jesús, que compara al Reino con un banquete. Tanto uno como otro, que en el fondo predican el mismo mensaje de salvación pero con métodos distintos, son rechazados por los contemporáneos de Jesús, lo cual muestra que lo que se rechazaba era el mensaje mismo de salvación[2].
         Frente a esta actitud infantil de rechazo del mensaje de conversión, la sabiduría amorosa de Dios queda justificada porque ha hecho todo lo posible para superar la mala voluntad de los hombres que no quieren convertirse.
         Pero el rechazo a la conversión no es privativo de los contemporáneos de Jesús, puesto que se repite aún hoy, dentro de la Iglesia: ¿cuántos cristianos no quieren creer en el infierno, considerándolo como algo irreal e inexistente, pero al mismo tiempo, no les atraen las delicias del cielo, el vivir para siempre en la alegre contemplación de la Trinidad? ¿Cuántos cristianos, niños, jóvenes, ancianos, se comportan como los niños del evangelio de hoy, prefiriendo continuar con sus corazones cerrados a la gracia antes que dejar sus diversiones, sus gustos, sus placeres?
         ¿Cuántos cristianos, ni viven la penitencia y la mortificación del tiempo de Adviento, necesarias para preparar el corazón para el Nacimiento del Niño Dios, pero tampoco viven la verdadera alegría de la fiesta de Navidad, la Santa Misa de Nochebuena, porque festejan en fiestas mundanas y paganas, comiendo y bebiendo en exceso, alegrándose por motivos mundanos, despreciando la sobria alegría de Navidad, el Nacimiento de Dios hecho Niño?
Estos cristianos, cuando la Iglesia les dice que hagan penitencia en Adviento, no la hacen, y al no hacer penitencia en Adviento, están diciendo: "Queremos alegrarnos", malinterpretando el Adviento, porque la penitencia no excluye a la alegría; al mismo tiempo, cuando la Iglesia les dice: "Alégrense y festejen en Navidad, con la verdadera fiesta, la Santa Misa de Nochebuena", en vez de encontrar en la Eucaristía el verdadero motivo de la alegría, que es la Presencia de Dios Hijo en Persona en el sacramento del altar, desprecian la verdadera alegría navideña, para salir a buscar diversión desenfrenada, vacía, mundana y pagana, diversión que nada tiene que ver con el Nacimiento del Niño Dios.
¿Qué relación tiene el alcohol que los jóvenes consumen en exceso, con el Niño Dios? ¿Qué tienen que ver los atracones de comida de los adultos, con el Pesebre de Belén? ¿Qué tienen que ver los regalos materiales y el afán desenfrenado de consumo, con la serena y alegre austeridad de Navidad, consecuencias en el alma de saber que Dios se ha encarnado, ha nacido como Niño y prolonga su Encarnación y  Nacimiento en la Eucaristía?
         "No queremos la penitencia de Adviento; no queremos la verdadera fiesta de Navidad, la Santa Misa de Nochebuena; queremos nuestra propia alegría y nuestra propia diversión, la alegría y la diversión que nos dan nuestras pasiones y nuestros placeres; no queremos saber nada con el Niño Dios".
         Lamentablemente, este es el pensamiento de muchos cristianos, que se comportan como los niños del evangelio de hoy.
        


[1] Cfr. Orchard et al., Comentarios al Nuevo Testamento, Tomo III, 389.
[2] Cfr. Orchard, ibidem.