(Escuela Cortadera 291025)
La familia
es una institución creada por Dios, formada por el esposo-varón, la esposa-mujer
y los hijos como frutos del amor de los esposos. La creación de la familia por
Dios figura en el Génesis (cfr. 1, 26-27). Luego, a partir de Jesucristo, la
familia es bendecida y unida al misterio pascual de Jesucristo por medio del
Sacramento del matrimonio (cfr. Mt 4, 4), por medio del cual los esposos
y los hijos reciben absolutamente todas las gracias más que necesarias para
superar todas las tribulaciones que puedan surgir en el camino de santidad de
los componentes de la familia hacia el Cielo.
Sin embargo,
en nuestros tiempos, el hombre se ha rebelado contra Dios y ha inventado nuevas
formas de familias que no forman parte de su designio original y que no cuentan
con su bendición y esto es importante tenerlo en cuenta, porque lo que no está
bendecido por Dios está maldito.
La Madre
Mariana de Jesús Torres de Ecuador tuvo una serie de apariciones de la Virgen
conocidas como “Apariciones de la Virgen del Buen Suceso”[1],
en donde la Virgen le profetiza en nuestros tiempos sobre la crisis de la
familia como consecuencia de la acción de la masonería, que intentaría destruir
la familia, y esto sería un signo de la pronta venida del Anticristo.
La Virgen
le dice así la Madre Mariana: “Te
hago saber que a partir del final del siglo XIX y poco después de mediados del
siglo XX… habrá una corrupción total de las costumbres (morales)”.
La Virgen nos sigue avisando del desprecio que habrá́ por
los sacramentos: “ …el desprecio que tendrán los vivientes de ese siglo por el Sacramento de la
Penitencia; como enraizados en el pecado tratarán de desconocerlo, para ellos
nada será pecado; los mundanos harán caso omiso de él; los sacerdotes, unos lo
mirarán con indiferencia, otros no lo administrarán, o lo harán
despectivamente, alejando a las almas de él. El sacramento del matrimonio, el
que representa la unión de Cristo con la Iglesia, será atacado y profanado en
toda la extensión de la palabra… [se aprobarán] inicuas leyes procurando
extinguirlo, facilitando a todos vivir mal y propagándose la generación de
hijos mal nacidos y sin la bendición de la Iglesia, irá decayendo rápidamente
el espíritu cristiano”.
La indiferencia hacia la Eucaristía, la pérdida del
pudor y la infiltración del mal dentro de la misma Iglesia también se
refieren a nuestros tiempos: ¡Ay, cuánto siento manifestarte que habrá muchos y
enormes sacrilegios públicos y también ocultos, profanando la Sagrada
Eucaristía!… ¡Muchas veces, en esa época, los enemigos de Jesucristo,
instigados por el demonio, robarán en las ciudades las Hostias Consagradas, con
el único fifin de profanar las Especies Eucarísticas! Mi Hijo Santísimo se verá
rodado por el suelo y pisoteado por inmundas plantas. “Casi no se encontrará inocencia en los niños ni pudor en
las mujeres, y en esta suprema necesidad de la Iglesia, callará quien a tiempo
debió hablar. Tiempos funestos sobrevendrán, en los cuales… aquellos que
deberían defender en justicia los derechos de la Iglesia, sin temor servil ni
respeto humano, darán la mano a los enemigos de la Iglesia para hacer lo que
estos quieran. ¡Cuánto sufrirá la Iglesia durante esta noche oscura! …
Careciendo de un prelado y padre que los guíe con amor paternal, dulzura,
fuerza, sabiduría y prudencia, muchos sacerdotes perderán su espíritu, poniendo
sus almas en gran peligro”.
Gracias a Dios, también la Virgen habla de las almas que
se mantendrán fieles en estos tiempos difíciles: “… almas ocultas y bellas, que trabajarán con valentía y
celo desinteresado por la salvación de las almas. Contra ellos, los impíos
desencadenarán una guerra cruel, dejando caer sobre ellos vituperios, calumnias
y vejaciones con el fin de impedir el cumplimiento de su ministerio. Pero, al
igual que columnas, se mantendrán firmes y lo enfrentarán todo con el espíritu
de humildad y sacrificio con el que ellos están investidos, en virtud de los
méritos infinitos de mi Santísimo Hijo, quien les amará en las fibras más
íntimas de su Corazón Santísimo y tierno”.
Cuando todo parezca perdido, cuando “el mal parecerá
triunfar”, Nuestra Madre promete a la Madre Mariana que vendrá el momento de
su victoria: “Es
llegada mi hora en la que Yo, de una manera maravillosa, destronaré a los
soberbios y maldeciré a Satanás, pisoteándolo bajo mis pies y atándolo en el
abismo infernal, dejando por fin libres a la Iglesia y a la Patria de esa cruel
tiranía”.
La Virgen anuncia aquí, al igual que en Fátima siglos
más tarde, el triunfo de su Inmaculado Corazón, lo cual nos sigue animando y
llenando de esperanza. La última palabra la tendrá Ella y, si queremos estar
en el lado ganador, debemos quedarnos muy cerca y mirarla siempre. No olvidemos
que con nuestras oraciones y sacrificios podemos adelantar el tiempo del
triunfo de la Inmaculada en el mundo. Con una Madre tan buena, ¿qué hemos de
temer?
Prestemos atención a las palabras de la Virgen para que
no descuidemos a la Eucaristía y a los Sacramentos, sobre todo al Sacramento de
la Eucaristía, de la Penitencia y del Matrimonio, para que los Sagrados Corazones
de Jesús y María sean los que reinen en nuestras familias.

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