Los Padres de la Iglesia llamaban a la familia con el título
de: “Iglesia doméstica” y en realidad es así, porque el esposo representa a
Cristo Esposo; la esposa a la Iglesia Esposa y los hijos, representan a los
bautizados.
Esta característica de la familia católica en cuanto a su
naturaleza es muy importante, porque define su función en la sociedad de los
hombres y esta función es idéntica a la de la Iglesia Universal: misionar, es
decir, comunicar al mundo que Cristo es Dios y es el Único Salvador, que por su
muerte y sacrificio en cruz ha derrotado para siempre a las fuerzas del mal: el
paganismo, el demonio, el pecado y la muerte.
Entonces, si la Iglesia Universal misiona, evangeliza,
transmite la Buena Noticia de Cristo Dios muerto y resucitado, entonces la
familia, que es iglesia doméstica, también debe misionar, evangelizar,
transmitir la misma Buena Noticia de Cristo Dios.
Ahora bien, para poder cumplir su misión según la voluntad
de Dios, los miembros de la familia deben hacer oración juntos, para que Cristo
esté con ellos, según sus palabras: “Donde dos o más estén reunidos en mi
Nombre, allí estoy Yo”. Y además de rezar, los miembros de la familia, iglesia
doméstica, deben conocer y vivir los Diez Mandamientos –no basta con saberlos
de memoria, sino que hay que vivirlos- de la Ley de Dios, además de los preceptos
de la Iglesia; a esto se le suma la tarea de estudiar el Catecismo.
Sólo así, con oración y formación, la familia, iglesia
doméstica, puede pasar a la acción, esto es, la misión. No puede haber misión si
antes no hay oración y formación, condiciones indispensables para que el
Espíritu Santo actúe en y a través de las familias.
Así, las familias se santifican a sí mismas y se convierten
a su vez en focos de irradiación de santidad divina –según palabras de Juan
Pablo II-, santidad que es luz celestial para un mundo que vive en las
tinieblas del ateísmo, del materialismo dialéctico y del paganismo.
Oración, formación, acción-misión, es la clave entonces para
que la familia, iglesia doméstica, bajo la guía de María Virgen y del Espíritu
Santo, sea la portadora, para el mundo, de la luz de Cristo Dios.
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