(Homilía para la Santa Misa de acción de gracias por el egreso de niños de una escuela primaria)
Estudiar, aunque parece algo fastidioso, es, sin embargo,
algo fascinante, porque además de permitirnos conocer la realidad que nos
rodea, nos perfecciona como seres humanos: antes de estudiar, no teníamos la
perfección del conocimiento; después de estudiar, sí la tenemos, y por eso,
somos más perfectos, a medida que estudiamos. Pero además, el estudio de las
ciencias y de la sabiduría humana –formada a lo largo de los siglos por el
aporte de millones de pensadores-, es importante para labrarnos un futuro
mejor: estudiar nos abre las puertas para un mejor empleo, para que así podamos
dar a nuestras familias un mejor pasar.
Sin embargo, además del estudio de las ciencias y sabidurías
humanas, hay otro estudio, de otra ciencia y otra sabiduría, que es mucho más
importante, y es el estudio de la ciencia y la Sabiduría divinas. Y así como en
la escuela, para estudiar, tenemos que leer un libro y aprender las lecciones
de nuestra maestra o maestro, también en el estudio de la Divina Sabiduría, hay
un libro misterioso que debemos aprender y una maestra a la que debemos
escuchar atentamente en sus lecciones: el libro en el que se nos enseña la
Sabiduría divina, es el Libro de la Cruz, en donde está la Sabiduría divina,
Nuestro Señor Jesucristo, crucificado; la Maestra a la que debemos escuchar
atentamente en sus lecciones, es la Virgen, que está al pie de la cruz.
Para estudiar en este misterioso y sagrado libro, el Libro
de la cruz, debemos acercarnos hasta Jesús crucificado y permanecer ante Él, de
rodillas, contemplando su Cuerpo todo cubierto de heridas abiertas y
sangrantes; su Sangre Preciosísima, que brota de sus manos, de sus pies, de su
Sagrada Cabeza y de su Costado abierto. Pero además, debemos estar muy atentos
a las lecciones de la Maestra del cielo, la Virgen, que nos dice que debemos
“hacer lo que Jesús hace en la cruz, amar lo que Jesús ama en la cruz y rechazar
lo que Jesús rechaza en la cruz”: en la cruz, Jesús da su vida a Dios por amor
a nosotros, y así nosotros debemos amar a Dios y a nuestros hermanos, hasta la
muerte de cruz; en la cruz, Jesús tiene pensamientos santos y puros y sólo
desea la eterna salvación de nuestras almas, así también nosotros, debemos
pedirle a la Virgen tener siempre los mismos pensamientos santos y puros que
tiene Jesús coronado de espinas, para vivir siempre en gracia; en la cruz,
Jesús rechaza todo mal, todo pecado, toda mentira, toda violencia, y así también
nosotros, debemos rechazar todo mal, todo pecado, toda mentira, toda violencia.
Por último, así como el conocimiento de la ciencia humana
nos abre las puertas para un futuro mejor, así también el conocimiento de la
ciencia y de la Sabiduría divinas, que aprendemos leyendo en el Libro de la
Cruz, y tomando las lecciones de la Maestra del cielo, la Virgen, nos abren las
Puertas del cielo y nos brindan un futuro inimaginablemente mejor que
cualquiera de los mejores futuros de la tierra: la vida eterna en el Reino de
los cielos.
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