Para desentrañar el significado que tiene para un bautizado
el servir en Caritas, es necesario recordar el origen de la palabra: “Cáritas”
es un término que proviene del latín “Charitas”, se traduce en español como “Caridad”
y significa “amor”. Pero, ¿de qué “amor” se trata? No se trata del mero amor humano,
por cuanto el amor humano, aun siendo noble, es siempre limitado y está
condicionado por nuestra naturaleza, por la concupiscencia y se deja llevar por
las apariencias. El “amor” que se expresa con la palabra “Cáritas” y que por lo
tanto define la labor de la institución dentro de la Iglesia, es otro amor, es
el Amor de Dios. O, mejor aún, es “Dios, que es Amor”, como expresa San Juan en
el Evangelio: “Deus Caritas est” (Dios es Amor)[1]”.
Entonces, el término “Cáritas”, con el que se designa a una
institución oficial de la Iglesia, revela el sentido y el objetivo de la
institución, que es el de manifestar a Dios, que es Amor, al prójimo,
principalmente el más necesitado. En el caso concreto de la institución Cáritas
–a la cual podríamos traducirla como “Amor de Dios”-, la forma de manifestar
este Amor de Dios, es por medio de la realización de obras de misericordia,
principalmente corporales, como la de “vestir al desnudo”.
Ahora
bien, si trabajamos en una institución de la Iglesia a la cual en vez de
Cáritas podemos llamarla “Amor de Dios” y que tiene por función comunicar el
Amor de Dios, esto significa que todos los miembros de la institución –al igual
que toda la Iglesia-, deben estar animados, informados, compenetrados por el
Amor de Dios, porque nadie puede dar lo que no tiene, y si no tengo en mi
corazón el Amor de Dios, el Espíritu Santo, entonces no puedo dar a mi hermano
el Amor de Dios, aun cuando cumpla un servicio en una institución que lleva por
nombre “Amor de Dios”.
Es
decir, si trabajo en Cáritas-Amor de Dios, para poder dar de ese Divino Amor al
prójimo, debo tenerlo en el corazón, porque de lo contrario, no voy a poder dar
de lo que no tengo. ¿Y de qué manera puedo tener el Espíritu Santo? ¿No es
mucha pretensión de nuestra parte tener el Espíritu de Dios? Jesús mismo nos
dice que debemos pedir el Espíritu Santo al Padre, y Él nos lo dará: “Si
vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más
vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lc 11, 13).
Sólo
si tenemos el Espíritu Santo en nuestros corazones, podremos decir que
verdaderamente trabajamos y servimos en Cáritas y al Espíritu Santo se lo pide
por la oración, de lo que se sigue que quien trabaja en Cáritas, es el que más
oración debe hacer, entre todos los miembros de la Iglesia. Por último, tenemos
que recordar que en el corazón humano no hay lugar para el Espíritu Santo y el
amor propio: o está el uno, o está el otro. El amor propio es muy fácil de
reconocer: tengo amor propio si no soy capaz de perdonar; si guardo rencor ante
las ofensas de mi prójimo; si no soy capaz de pedir perdón, cuando soy yo el
que ofendo; si soy ligero para la crítica; si no tengo paciencia –una obra de
misericordia es “soportar con paciencia los defectos del prójimo”-; si busco el
reconocimiento de los hombres y no el de Dios; si tengo envidia; si tengo
pereza; si doy lugar a las habladurías; si me dejo llevar por las habladurías;
si en vez de concordia, soy sembrador de discordia y desunión; si devuelvo el
mal con otro mal; etc.
Quien
sirve en Cáritas, debe recordar que el nombre de la institución significa “Amor
de Dios”, que debe dar de ese Amor de Dios a su prójimo, que para tener ese Amor
hay que pedirlo y que para pedirlo hay que rezar, y que el himno de la caridad
de San Pablo debe estar impreso a fuego en su mente y en su corazón y debe
traducirlo por obras: “El amor (de Dios) es paciente, es bondadoso. El amor no
es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es
egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la
maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo
lo espera, todo lo soporta” (1 Cor 13,
4-7). Quien no está dispuesto a vivir el himno de la caridad, es mejor que no
trabaje en Cáritas. Pero, por otra parte, todos los cristianos estamos obligados a vivir el himno de la caridad. En Cáritas, tanto aquellos que dan, como los que reciben, tienen que tener en sus corazones "Cáritas", es decir, el Amor de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario