(Homilía
en ocasión de una Santa Misa de egresados de niños de Educación Primaria)
Finalizar la Escuela Primaria significa finalizar una etapa
en la vida, pero al mismo tiempo, significa comenzar otra etapa, nueva,
desconocida, una etapa caracterizada por muchos cambios, en todos los aspectos.
Es como cuando alguien escribe una página en una cuaderno, llenando todos sus
renglones: termina esa página y la da vuelta, pero la página que sigue está en
blanco y tiene que comenzar a ser escrita. Así sucede con ustedes, que
finalizan la Primaria y comienzan ahora una nueva página en blanco, la Escuela
Secundaria. Es una etapa, como dijimos, caracterizada por muchos cambios. Estos
cambios se deben a la propia naturaleza, en el sentido de que día a día vamos
creciendo, haciéndonos más grandes y por lo tanto, asumiendo más
responsabilidades. Se trata también de cambios en la escuela, porque la gran
mayoría cambia de institución y esto implica adaptarnos a un nuevo ambiente, a
entablar tratos con nuevos profesores, nuevos compañeros de clases, etc.
También implica un mayor compromiso con el estudio, porque en la escuela
secundaria aumentan las materias y la cantidad de cosas nuevas que se aprenden.
En definitiva, se cierra una etapa, pero se abre una nueva,
que está llena de desafíos y de cosas nuevas para aprender.
Pero en este camino nuevo que se inicia, no debemos pensar
que estamos solos: además de la compañía y el apoyo de nuestros familiares y
seres queridos, tenemos a Alguien que es nuestro Amigo, Padre y Hermano a la
vez, Cristo Jesús. Todo lo que necesitamos para esta nueva etapa, tanto la
fortaleza para afrontarla, como la sabiduría para poder aprender todo lo nuevo,
lo encontramos en una Persona, que está siempre con nosotros, cada vez que
acudimos a Él: esta Persona es Cristo Jesús, que está en la Cruz y en la
Eucaristía. No nos olvidemos de Él, acudamos a Jesús, al sagrario, a la
Confesión, a la Eucaristía, para que Jesús nos llene de su luz, de su fuerza,
de su alegría, de su sabiduría, para afrontar llenos de confianza y alegría
esta nueva etapa que se inicia. De la mano de la Virgen, vayamos al encuentro
de Jesús, para que Él nos acompañe a lo largo de toda esta nueva etapa que se
inicia. Junto con Jesús, no solo nada malo nos pasará, sino que la bendición de
Dios estará siempre con nosotros. Pero la condición es que no nos apartemos de
Él.
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