(Homilía en ocasión de una Santa Misa en acción de gracias por el egreso de un grupo de técnicos sanitarios)
Si es cierto y válido que todo católico, por definición,
debe ser promotor y cultor de la cultura de la vida, esto es tanto o más cierto
y válido para aquel que se desempeña en el campo de la salud. En efecto, quien
trabaja en el campo de la salud –desde el médico hasta el auxiliar de
enfermería- debe estar consciente de que en nuestro mundo de hoy, del siglo
XXI, se está combatiendo una dura batalla entre la cultura de la vida y la
cultura de la muerte y que del resultado de esa batalla, depende el futuro de
la humanidad. En efecto, en la cultura de la muerte militan activamente todos
aquellos que apuestan por la muerte del hombre, sea desde sus inicios, con el
aborto o la eugenesia, sea en sus etapas finales, con la eutanasia o suicidio
asistido. Dentro de la cultura de la muerte están también la Ideología de
género, que pretende que no hay sexo biológico, sino únicamente el
auto-percibido y es así como se justifican, a cualquier edad, los cambios de
sexo por medio de terapias hormonales y cirugías que son irreversibles, y todo
esto, siendo que está comprobado que las disforias de género se curan en más
del noventa por ciento de los casos; en cambio, los cambios de sexo
irreversibles, está comprobado que aumentan el suicidio de miles de niños y
jóvenes. Dentro de la cultura de la muerte está también la ESI o Educación
Sexual Integral que, basada en la Ideología de género, atenta contra el pudor,
la pureza y la castidad de los más pequeños, instándolos al abuso de unos
contra otros, contrariando a la naturaleza humana. Dentro de la cultura de la
muerte está el homomonio o la unión civil entre personas del mismo sexo, porque
por naturaleza son estériles, debiendo recurrir a la Fecundación In Vitro o
Fecundación Asistida para tener los hijos que la naturaleza no les puede dar,
con lo que, por lograr un hijo, deben eliminar a otros veinte.
La cultura de la muerte se pasea a sus anchas en nuestro mundo de hoy,
caracterizado por ser un mundo sin Dios.
Todo trabajador de la salud católico debe tener en claro que
la batalla entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte se está
llevando a cabo y que no pueden permanecer neutros, porque aquí no hay
neutralidad: o se está del lado de la cultura de la vida y así se está en
contra del aborto, de la eutanasia, de la ideología de género, de la ESI, del
homomonio y de toda cuanta perversidad surja, o se está a favor de todo esto y
en contra de Dios.
Un trabajador de la salud que esté a favor de la cultura de
la muerte está en contra de Dios, tal como lo dice Jesús en el Evangelio: “El
que no está conmigo, está contra Mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”
(Mt 12, 30).
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