Métodos
Anticonceptivos y abortivos (preservativos, píldoras, AHE)
La “píldora del día después” es abortiva.
Muchos justifican las
relaciones pre-matrimoniales porque dicen que se puede disfrutar del placer del
sexo, al tiempo que se evita la llegada de un hijo inesperado, recurriendo a métodos
anticonceptivos, entre ellos, la
AHE (Anticoncepción Hormonal de Emergencia).
A
estos hay que decirles que el sexo no es para el placer. En todo caso, el único
placer sexual lícito, es el de los esposos, en el acto conyugal, único acto
sexual lícito y acorde a la naturaleza humana, puesto que posee en sí mismo sus
dos fines esenciales: la unión y la procreación. Con respecto a la AHE (Anticoncepción Hormonal
de Emergencia), es necesario saber que no se trata de un mero anticonceptivo,
puesto que, además de espesar el moco uterino y retrasar la ovulación, provoca
cambios tales en el útero de la mujer, que hacen imposible la anidación del
cigoto. Y debido a que el cigoto es ya un nuevo ser humano, con carga genética
correspondiente a una persona diferente a la de la madre, su eliminación,
causada por la AHE ,
constituye un aborto. En otras palabras, la AHE , además de ser anticonceptiva, es también abortiva, por lo cual su uso es
doblemente inaceptable.
Otros dicen que, dado
el caso de que la mujer quede embarazada, se puede recurrir a la interrupción
del embarazo, en el estadio en el que se encuentre, puesto que se trata de una
parte del cuerpo de la mujer, y como cada cual es libre de disponer de su
cuerpo…
Antes
que nada, hay que decir que la expresión “interrupción del embarazo” es un
eufemismo por “eliminación de un inocente en el vientre materno”. Un niño en
gestación no es “una parte del cuerpo de la madre”: es una persona, un nuevo
ser, independiente de la persona y del ser de la madre, poseedor de un cuerpo y
de un alma, autónomo en sí mismo. Es un ser humano, cuyo primer derecho es el
derecho a vivir.
Interrumpir el embarazo
soluciona muchos problemas…
Nunca
será lícito eliminar una vida humana como método para “solucionar” el
“problema” del embarazo adolescente. Nada se soluciona con la eliminación de un
niño en gestación; antes bien, se agregan problemas gravísimos de todo orden
antes inexistentes, principalmente para la madre, como el Síndrome Post Aborto.
Este último es una secuela psicológica que la mujer que aborta suele arrastrar por
mucho tiempo, casi siempre para toda la vida. Consiste en un gran sentimiento
de culpa que le produce tristeza y desasosiego, y es habitual que caiga en
estados depresivos, preguntándose con frecuencia se pregunta cómo habría sido
su hijo.
Bien, concedido que el
embrión no es “parte del cuerpo” de la mujer, como las mujeres son dueñas de
sus cuerpos y tienen derecho a decidir sobre él, tienen derecho entonces a
extirpar algo que no quieren llevar consigo.
¿Es
realmente así? ¿Tenemos “derecho a decidir” sobre nuestro cuerpo? Un ejemplo de
sentido común nos hará ver que no podemos hacer lo que queremos con nuestro
cuerpo. Si vamos al médico, y le pedimos que nos ampute el brazo, “porque es mi
cuerpo y tengo derecho a decidir sobre él”, el médico, con toda seguridad, nos
preguntará si estamos en nuestros cabales, y se negará a amputar nuestro brazo
“porque nosotros decidimos sobre nuestro cuerpo”. Si no se puede arrancar
porque sí a un miembro del cuerpo, ¡con cuánta más razón no se puede quitar la
vida, extirpándolo del seno materno, al embrión, que es una persona humana con
derecho a vivir! Si no podemos decidir mutilar nuestro cuerpo, ¿cómo vamos a
pretender quitar la vida a un ser humano minúsculo, inocente e indefenso?
Hay esposos que quieren tener más tiempo para sus proyectos personales, y
para eso, deciden espaciar el nacimiento de los hijos. Otros, sostienen que la
vida de pareja es para "disfrutar" la sexualidad. Para unos y otros,
es lícito el recurso a los métodos anticonceptivos. ¿Qué se puede decir a esto?
Ante
todo, hay que decir que en el acto sexual motivado en el verdadero amor, el
amor conyugal, por su propia naturaleza, hay un doble significado, inseparables
el uno del otro: el unitivo y el procreador; separar el uno del otro rebaja el
acto sexual a una búsqueda egoísta y hedonista del placer, al tiempo que se
pretende quitar de en medio la dimensión procreadora. En otras palabras, la
separación de ambos significados del acto conyugal demuestra egoísmo porque lo
que se busca en la relación sexual es el placer y no la procreación, la cual es
evitada por medios artificiales.
¿Qué
decir del llamado “sexo seguro”?
Detrás
de esto hay una concepción de la paternidad y de la maternidad egoísta,
contraria a la naturaleza humana, que lleva a considerar al hipotético hijo
como un “mal” a evitar, un “riesgo” que no hay que correr, para lo cual hay que
acudir al “sexo seguro”, cuya “seguridad” está dada por los métodos
anticonceptivos. Se busca, intencionadamente, evitar la vida. El egoísmo se
paga caro, porque la consecuencia a largo plazo es lo que se llama “invierno
demográfico”: nacen muchos menos de los que mueren, y así la población de un
país o de una nación va disminuyendo cada vez más, hasta terminar
desapareciendo.
Usar
anticonceptivos no es tan malo después de todo, porque lo único que se hace es
evitar que se unan dos células.
Con la anticoncepción, cualquiera sea el método
-mecánica (preservativo), química (hormonas, espermicidas), quirúrgica
(vasectomía, ligaduras de trompas) y otros (interrupción del acto)-, no se
evita simplemente que dos células se unan: se impide la generación de una nueva
vida, se cierra la unión sexual a la aparición de una nueva persona. Cuando se
produce la fecundación en las Trompas de Falopio, por la unión de los gametos
sexuales –espermatozoide y ovocito-, se fusionan sus respectivos materiales
genéticos, originando la aparición de un ser humano que se distingue, por su
ADN, del padre y de la madre. No hace falta ser genetista, ni siquiera médico,
para comprender que a partir del encuentro del espermatozoide y el óvulo se
dispara el mecanismo de la vida. A los 9 meses de ese encuentro, sin necesidad
de nada adicional –ni medicación ni tratamiento- la mujer da a luz un bebé. Usar
anticonceptivos entonces quiere decir no solo no permitir la unión de dos
células: significa decirle “no” a la vida que surge del acto sexual. Y si esto
se dice de los métodos anticonceptivos, mucho más cabe decir de los métodos
abortivos (el Dispositivo Intrauterino o DIU o la Anticoncepción Hormonal
de Emergencia, o “píldora del día después”).
Si
no se pueden usar los anticonceptivos, ¿qué métodos se pueden usar para
espaciar los nacimientos?
Los esposos están llamados a dar la
vida, y por lo tanto su sexualidad no puede nunca separar la unión de la
procreación, so pena de falsificar dicho llamado. El hedonismo egoísta, que es
el que lleva a recurrir a los métodos anticonceptivos, se contrapone
radicalmente al amor esponsal, que se abre a la vida al tiempo que comunica el amor
mutuo de los esposos. En todo caso, si por legítimos motivos se debe
recurrir a la regulación de la natalidad, esta debe hacerse de modo tal que
respete la naturaleza interna ante todo de la mujer, y el método que garantiza
esto es el de la auto-observación y el de la planificación familiar natural.
Preguntas para trabajo personal y/o grupal
¿Por qué los métodos
anticonceptivos y los abortivos
se oponen al verdadero
amor?
¿Por qué el “sexo
seguro” no es seguro?
¿Puede una madre
decidir
por sí misma el aborto
de su propio hijo?
¿Por qué la
“Anticoncepción Hormonal de Emergencia” es abortiva?
¿Qué es el “Síndrome
Post-Aborto?
-Discapacitados
Si los discapacitados
son seres humanos como los demás, ¿por qué no permitirles que disfruten del
sexo como los llamados “normales”?
Las
personas discapacitadas, como así también quienes no poseen discapacidades,
están llamadas a vivir la plenitud del amor en la donación de sí mismos. En
otras palabras, están llamados, como todos, a vivir la castidad, que no es mera
represión de impulsos pasionales, sino fuerza espiritual positiva que orienta
la pulsión sexual y el placer que se deriva de ella, a su objeto adecuado, vale
decir, el acto matrimonial.
-Música,
diversiones
La casi totalidad de la
música que escuchan los jóvenes hoy en día, presentan a la práctica sexual
precoz, libre e indiscriminada como algo “normal” a la vez que divertida y
placentera. Todavía más, el adolescente o joven que no se pliega a este modo de
ver y de practicar la sexualidad, es excluido. Escuchar esta clase de música,
¿es causa o consecuencia de este tipo de conducta? ¿Se puede escuchar esta
música y alcanzar la felicidad al mismo tiempo?
Es por todos
conocido que la música induce a determinados comportamientos, puesto que
modifica la conducta. Si un determinado tipo de música –como la gran mayoría de
la música escuchada por los jóvenes en la actualidad- promueve e induce una
práctica sexual que, por lo precoz e indiscriminada, carece del sustento de un
amor verdadero, profundo y espiritual, quien escuche dicha música, no solo no
alcanzará nunca la felicidad, sino que vivirá en un estado de permanente
angustia, aún cuando aparente exteriormente que “todo va bien”. El motivo es
que sólo la castidad y el pudor hacen al joven verdadera y plenamente feliz.
-Pornografía
Si
todos mis amigos ven pornografía, y si en los medios de comunicación se puede
acceder fácilmente a ella, y si no hago ningún mal a nadie, ¿por qué no ver
pornografía?
Por
la pornografía el ser humano se degrada a una condición aún más baja que los
animales irracionales, desde el momento que estos, al hacer uso de su
sexualidad, son guiados por su instinto animal, mientras que el hombre, ser
racional, al usar y/o producir pornografía, ofusca su razón y pervierte su
corazón, dando al cuerpo y a la sexualidad un uso que ni los animales
irracionales se atreverían a darle.
¿Contra
qué atenta la pornografía?
Atenta,
al igual que la prostitución, contra la dignidad de la persona humana, al
rebajarla a un objeto sexual, y contra el verdadero amor, al cual se lo
reemplaza por una apetencia fría y material del cuerpo y de la genitalidad
humana. Constituye además una gran mentira, al aceptar como verdadero una
falacia, como es el intercambio de sexo por dinero.
Pero,
¿no podríamos decir que es una forma de amar?
Es
una forma degradada y perversa del amor, entendido y vivido este como
compromiso de dos personas, el separar la sexualidad de la totalidad de la
persona, reduciéndola a esta a un mero objeto de placer ilícito. Un ejemplo
podría ayudarnos: quien va caminando por el desierto, comienza a experimentar,
por efecto del intenso calor y de los rayos del sol, alucinaciones de todo tipo
-visuales, sensitivas, táctiles, auditivas-, a las que podemos llamar
“espejismos”. Así, se encamina decididamente al espejismo, en busca de lo que
creyó ver –un banquete para saciar su hambre, una fuente de agua para saciar su
sed-, pero al llegar, se da con la realidad: en donde creía ver un manjar, no
hay nada, con el agravante de que se encuentra más cansado que al principio, y
con el hambre y la sed insatisfechos. Es esto lo que sucede con la pornografía
(y con todas las formas de sexualidad que se viven sin el amor esponsal): son
todos espejismos que vacían al alma y le provocan más sed y hambre de amor.
¿Qué decir a quienes
sostienen que la pornografía es “necesaria” para la maduración afectiva y
psicológica del adolescente y del joven?
Que
produce todo lo contrario: una impresionante involución en la afectividad y en
la capacidad de amar verdadera y profundamente, además de provocar una fijación
psicológica que lo aísla de la vida real. Quien introduzca a un joven en la
pornografía, en vez de ayudarlo, lo daña en su mente y en su corazón, la
mayoría de las veces, de modo irreversible e irreparable.
¿Qué decirle a un joven
que se siente atraído por la pornografía?
Que
ha sido hecho para algo más alto y hermoso que el engaño que supone la
pornografía. Que no se deje atraer por espejismos que sólo le provocarán vacía
en el corazón. Que su capacidad de amar debe orientarse hacia lo verdaderamente
hermoso y bello, que es la conquista del amor puro, el amor que lo lleva a la
plenitud de sí mismo.
-Masturbación
A medida que los chicos
y chicas crecen, sus cuerpos van adquiriendo de a poco una forma distinta a la
que poseían en la niñez, aunque sin ser todavía la forma adulta definitiva. Es
lo que se llama “adolescencia”, la cual va acompañada de un nuevo modo de
percibir la propia persona, la sexualidad, las relaciones con los demás, etc.
Todo esto se produce como consecuencia de que comienzan a secretarse unas
substancias llamadas “hormonas sexuales”, cosa que no ocurría en la niñez. Esto
lleva a la exploración de la genitalidad y al descubrimiento del auto-erotismo
o masturbación. Algunos dicen que esta forma de sexualidad auto-erótica es algo
positivo que debe alentarse en los púberes y en los adolescentes, puesto que
forma parte de su desarrollo sexual. ¿Qué podemos decir a esto?
El
hombre ha sido hecho para trascender, para salir de sí por la fuerza impulsora
del amor que se despierta ante el ser amado y donarse al ser amado –el varón
ante la mujer y viceversa-, y en esto
alcanzar su felicidad. El placer sexual no es nunca un fin en sí mismo, y
cuando se lo persigue como tal, desvinculándolo del desarrollo integral de la
persona en el amor entre varón y mujer, se convierte en fuente de dolor y de
pesadumbre. La masturbación, en cuanto auto-erotismo, constituye una falta
contra el amor, porque bloquea o más bien invierte la dirección del amor, que
ya no se dirige más al otro, sino que permanece en sí mismo, frustrando la
donación de sí y por lo tanto, produciendo tristeza y vacío en el alma.
¿Es aconsejable enseñar
a los adolescentes que la genitalidad es fuente de placer? ¿Es buena para el
púber y el adolescente la creencia de que la masturbación es un placer y que
por lo tanto pueden practicarla si lo desean?
La
masturbación, alimentada ante todo con las actuales ofertas de Internet y de
los medios de comunicación -que ofrecen imágenes eróticas a todo momento y con
fácil acceso-, además de conducir a la adicción, produce una falsificación del
amor y un enfriamiento de este, el cual es sustituido por un sucedáneo que
aleja cada vez más a la verdadera felicidad de la persona. La sexualidad no es,
como sostienen algunos, “un aspecto más de la sexualidad”; es un acto que
provoca sólo tristeza porque aísla a la persona y la priva de donarse en su
totalidad para trascender en el verdadero amor.
-Violación
y abusos
Existen movimientos
sociales y partidos políticos en Europa que propician la libre unión sexual
entre adultos y niños, es decir, la legitimación de la pedofilia, la cual
implica la violación. ¿Qué se puede responder a esta propuesta?
La
violación, el abuso sexual y la pedofilia, son todas gravísimas faltas contra
el amor, cuya esencia es desear el bien de quien se ama. Al llevar a cabo estos
aberrantes hechos, quien comete estas acciones degrada a sus víctimas al
irrumpir en el núcleo más íntimo del ser. Sus acciones son absolutamente
repudiables, y su responsabilidad es mayor cuanto mayor es la confianza que le
había sido depositada. Semejantes faltas contra la dignidad de las personas y
de los niños, y contra el amor verdadero, no solo no pueden nunca ser
legitimadas, sino que ni siquiera deben ser propuestas.
-Prostitución
Cada individuo es dueño
de su cuerpo y por lo tanto, puede hacer con él lo que quiera. La prostitución
es parte de la libertad del ser humano.
La
prostitución es una grave falta contra el amor y contra la dignidad de las
personas, y en el caso de ser ejercida voluntariamente, se trata de un
ejercicio erróneo de la libertad, porque ser libres no quiere decir “hacer lo
que quiero”, sino “elegir entre dos bienes”, para quedarnos con el bien más
grande, y en el caso de la prostitución, no hay ningún bien a elegir en la
comercialización del propio cuerpo. Una persona humana no puede jamás, por la
dignidad intrínseca a todo ser humano -independientemente de cuál sea su raza,
su credo, su color de piel, su posición o estatus económico y social-, ser
rebajada a un objeto de placer, a una mercancía que se usa y se desecha.
Quienes lo hacen voluntariamente, y todavía más, quienes obligan a otros a
hacerlo –proxenetas, tratantes de blancas, etc.-, cometen un grave error y una
gran falta contra la dignidad de las personas y contra el verdadero amor,
además de verse implicados en el nefasto negocio del sexo.