sábado, 26 de enero de 2013

Los engaños de los anticonceptivos y abortivos



Métodos Anticonceptivos y abortivos (preservativos, píldoras, AHE)

La “píldora del día después” es abortiva.

Muchos justifican las relaciones pre-matrimoniales porque dicen que se puede disfrutar del placer del sexo, al tiempo que se evita la llegada de un hijo inesperado, recurriendo a métodos anticonceptivos, entre ellos, la AHE (Anticoncepción Hormonal de Emergencia).
A estos hay que decirles que el sexo no es para el placer. En todo caso, el único placer sexual lícito, es el de los esposos, en el acto conyugal, único acto sexual lícito y acorde a la naturaleza humana, puesto que posee en sí mismo sus dos fines esenciales: la unión y la procreación. Con respecto a la AHE (Anticoncepción Hormonal de Emergencia), es necesario saber que no se trata de un mero anticonceptivo, puesto que, además de espesar el moco uterino y retrasar la ovulación, provoca cambios tales en el útero de la mujer, que hacen imposible la anidación del cigoto. Y debido a que el cigoto es ya un nuevo ser humano, con carga genética correspondiente a una persona diferente a la de la madre, su eliminación, causada por la AHE, constituye un aborto. En otras palabras, la AHE, además de ser anticonceptiva, es también abortiva, por lo cual su uso es doblemente inaceptable.

Otros dicen que, dado el caso de que la mujer quede embarazada, se puede recurrir a la interrupción del embarazo, en el estadio en el que se encuentre, puesto que se trata de una parte del cuerpo de la mujer, y como cada cual es libre de disponer de su cuerpo…
Antes que nada, hay que decir que la expresión “interrupción del embarazo” es un eufemismo por “eliminación de un inocente en el vientre materno”. Un niño en gestación no es “una parte del cuerpo de la madre”: es una persona, un nuevo ser, independiente de la persona y del ser de la madre, poseedor de un cuerpo y de un alma, autónomo en sí mismo. Es un ser humano, cuyo primer derecho es el derecho a vivir.

Interrumpir el embarazo soluciona muchos problemas…
Nunca será lícito eliminar una vida humana como método para “solucionar” el “problema” del embarazo adolescente. Nada se soluciona con la eliminación de un niño en gestación; antes bien, se agregan problemas gravísimos de todo orden antes inexistentes, principalmente para la madre, como el Síndrome Post Aborto. Este último es una secuela psicológica que la mujer que aborta suele arrastrar por mucho tiempo, casi siempre para toda la vida. Consiste en un gran sentimiento de culpa que le produce tristeza y desasosiego, y es habitual que caiga en estados depresivos, preguntándose con frecuencia se pregunta cómo habría sido su hijo.

Bien, concedido que el embrión no es “parte del cuerpo” de la mujer, como las mujeres son dueñas de sus cuerpos y tienen derecho a decidir sobre él, tienen derecho entonces a extirpar algo que no quieren llevar consigo.
¿Es realmente así? ¿Tenemos “derecho a decidir” sobre nuestro cuerpo? Un ejemplo de sentido común nos hará ver que no podemos hacer lo que queremos con nuestro cuerpo. Si vamos al médico, y le pedimos que nos ampute el brazo, “porque es mi cuerpo y tengo derecho a decidir sobre él”, el médico, con toda seguridad, nos preguntará si estamos en nuestros cabales, y se negará a amputar nuestro brazo “porque nosotros decidimos sobre nuestro cuerpo”. Si no se puede arrancar porque sí a un miembro del cuerpo, ¡con cuánta más razón no se puede quitar la vida, extirpándolo del seno materno, al embrión, que es una persona humana con derecho a vivir! Si no podemos decidir mutilar nuestro cuerpo, ¿cómo vamos a pretender quitar la vida a un ser humano minúsculo, inocente e indefenso?

            Hay esposos que quieren tener más tiempo para sus proyectos personales, y para eso, deciden espaciar el nacimiento de los hijos. Otros, sostienen que la vida de pareja es para "disfrutar" la sexualidad. Para unos y otros, es lícito el recurso a los métodos anticonceptivos. ¿Qué se puede decir a esto?
                Ante todo, hay que decir que en el acto sexual motivado en el verdadero amor, el amor conyugal, por su propia naturaleza, hay un doble significado, inseparables el uno del otro: el unitivo y el procreador; separar el uno del otro rebaja el acto sexual a una búsqueda egoísta y hedonista del placer, al tiempo que se pretende quitar de en medio la dimensión procreadora. En otras palabras, la separación de ambos significados del acto conyugal demuestra egoísmo porque lo que se busca en la relación sexual es el placer y no la procreación, la cual es evitada por medios artificiales.

            ¿Qué decir del llamado “sexo seguro”?
Detrás de esto hay una concepción de la paternidad y de la maternidad egoísta, contraria a la naturaleza humana, que lleva a considerar al hipotético hijo como un “mal” a evitar, un “riesgo” que no hay que correr, para lo cual hay que acudir al “sexo seguro”, cuya “seguridad” está dada por los métodos anticonceptivos. Se busca, intencionadamente, evitar la vida. El egoísmo se paga caro, porque la consecuencia a largo plazo es lo que se llama “invierno demográfico”: nacen muchos menos de los que mueren, y así la población de un país o de una nación va disminuyendo cada vez más, hasta terminar desapareciendo.

            Usar anticonceptivos no es tan malo después de todo, porque lo único que se hace es evitar que se unan dos células.
Con la anticoncepción, cualquiera sea el método -mecánica (preservativo), química (hormonas, espermicidas), quirúrgica (vasectomía, ligaduras de trompas) y otros (interrupción del acto)-, no se evita simplemente que dos células se unan: se impide la generación de una nueva vida, se cierra la unión sexual a la aparición de una nueva persona. Cuando se produce la fecundación en las Trompas de Falopio, por la unión de los gametos sexuales –espermatozoide y ovocito-, se fusionan sus respectivos materiales genéticos, originando la aparición de un ser humano que se distingue, por su ADN, del padre y de la madre. No hace falta ser genetista, ni siquiera médico, para comprender que a partir del encuentro del espermatozoide y el óvulo se dispara el mecanismo de la vida. A los 9 meses de ese encuentro, sin necesidad de nada adicional –ni medicación ni tratamiento- la mujer da a luz un bebé. Usar anticonceptivos entonces quiere decir no solo no permitir la unión de dos células: significa decirle “no” a la vida que surge del acto sexual. Y si esto se dice de los métodos anticonceptivos, mucho más cabe decir de los métodos abortivos (el Dispositivo Intrauterino o DIU o la Anticoncepción Hormonal de Emergencia, o “píldora del día después”).

            Si no se pueden usar los anticonceptivos, ¿qué métodos se pueden usar para espaciar los nacimientos?
            Los esposos están llamados a dar la vida, y por lo tanto su sexualidad no puede nunca separar la unión de la procreación, so pena de falsificar dicho llamado. El hedonismo egoísta, que es el que lleva a recurrir a los métodos anticonceptivos, se contrapone radicalmente al amor esponsal, que se abre a la vida al tiempo que comunica el amor mutuo de los esposos. En todo caso, si por legítimos motivos se debe recurrir a la regulación de la natalidad, esta debe hacerse de modo tal que respete la naturaleza interna ante todo de la mujer, y el método que garantiza esto es el de la auto-observación y el de la planificación familiar natural.

 Preguntas para trabajo personal y/o grupal
¿Por qué los métodos anticonceptivos y los abortivos
se oponen al verdadero amor?
¿Por qué el “sexo seguro” no es seguro?
¿Puede una madre decidir
por sí misma el aborto de su propio hijo?
¿Por qué la “Anticoncepción Hormonal de Emergencia” es abortiva?
¿Qué es el “Síndrome Post-Aborto?
           
            -Discapacitados
Si los discapacitados son seres humanos como los demás, ¿por qué no permitirles que disfruten del sexo como los llamados “normales”?
Las personas discapacitadas, como así también quienes no poseen discapacidades, están llamadas a vivir la plenitud del amor en la donación de sí mismos. En otras palabras, están llamados, como todos, a vivir la castidad, que no es mera represión de impulsos pasionales, sino fuerza espiritual positiva que orienta la pulsión sexual y el placer que se deriva de ella, a su objeto adecuado, vale decir, el acto matrimonial.
-Música, diversiones
La casi totalidad de la música que escuchan los jóvenes hoy en día, presentan a la práctica sexual precoz, libre e indiscriminada como algo “normal” a la vez que divertida y placentera. Todavía más, el adolescente o joven que no se pliega a este modo de ver y de practicar la sexualidad, es excluido. Escuchar esta clase de música, ¿es causa o consecuencia de este tipo de conducta? ¿Se puede escuchar esta música y alcanzar la felicidad al mismo tiempo?
 Es por todos conocido que la música induce a determinados comportamientos, puesto que modifica la conducta. Si un determinado tipo de música –como la gran mayoría de la música escuchada por los jóvenes en la actualidad- promueve e induce una práctica sexual que, por lo precoz e indiscriminada, carece del sustento de un amor verdadero, profundo y espiritual, quien escuche dicha música, no solo no alcanzará nunca la felicidad, sino que vivirá en un estado de permanente angustia, aún cuando aparente exteriormente que “todo va bien”. El motivo es que sólo la castidad y el pudor hacen al joven verdadera y plenamente feliz.
-Pornografía
            Si todos mis amigos ven pornografía, y si en los medios de comunicación se puede acceder fácilmente a ella, y si no hago ningún mal a nadie, ¿por qué no ver pornografía?
            Por la pornografía el ser humano se degrada a una condición aún más baja que los animales irracionales, desde el momento que estos, al hacer uso de su sexualidad, son guiados por su instinto animal, mientras que el hombre, ser racional, al usar y/o producir pornografía, ofusca su razón y pervierte su corazón, dando al cuerpo y a la sexualidad un uso que ni los animales irracionales se atreverían a darle.
            ¿Contra qué atenta la pornografía?
Atenta, al igual que la prostitución, contra la dignidad de la persona humana, al rebajarla a un objeto sexual, y contra el verdadero amor, al cual se lo reemplaza por una apetencia fría y material del cuerpo y de la genitalidad humana. Constituye además una gran mentira, al aceptar como verdadero una falacia, como es el intercambio de sexo por dinero.
            Pero, ¿no podríamos decir que es una forma de amar?
Es una forma degradada y perversa del amor, entendido y vivido este como compromiso de dos personas, el separar la sexualidad de la totalidad de la persona, reduciéndola a esta a un mero objeto de placer ilícito. Un ejemplo podría ayudarnos: quien va caminando por el desierto, comienza a experimentar, por efecto del intenso calor y de los rayos del sol, alucinaciones de todo tipo -visuales, sensitivas, táctiles, auditivas-, a las que podemos llamar “espejismos”. Así, se encamina decididamente al espejismo, en busca de lo que creyó ver –un banquete para saciar su hambre, una fuente de agua para saciar su sed-, pero al llegar, se da con la realidad: en donde creía ver un manjar, no hay nada, con el agravante de que se encuentra más cansado que al principio, y con el hambre y la sed insatisfechos. Es esto lo que sucede con la pornografía (y con todas las formas de sexualidad que se viven sin el amor esponsal): son todos espejismos que vacían al alma y le provocan más sed y hambre de amor.
¿Qué decir a quienes sostienen que la pornografía es “necesaria” para la maduración afectiva y psicológica del adolescente y del joven?
Que produce todo lo contrario: una impresionante involución en la afectividad y en la capacidad de amar verdadera y profundamente, además de provocar una fijación psicológica que lo aísla de la vida real. Quien introduzca a un joven en la pornografía, en vez de ayudarlo, lo daña en su mente y en su corazón, la mayoría de las veces, de modo irreversible e irreparable.
¿Qué decirle a un joven que se siente atraído por la pornografía?
Que ha sido hecho para algo más alto y hermoso que el engaño que supone la pornografía. Que no se deje atraer por espejismos que sólo le provocarán vacía en el corazón. Que su capacidad de amar debe orientarse hacia lo verdaderamente hermoso y bello, que es la conquista del amor puro, el amor que lo lleva a la plenitud de sí mismo.
-Masturbación
A medida que los chicos y chicas crecen, sus cuerpos van adquiriendo de a poco una forma distinta a la que poseían en la niñez, aunque sin ser todavía la forma adulta definitiva. Es lo que se llama “adolescencia”, la cual va acompañada de un nuevo modo de percibir la propia persona, la sexualidad, las relaciones con los demás, etc. Todo esto se produce como consecuencia de que comienzan a secretarse unas substancias llamadas “hormonas sexuales”, cosa que no ocurría en la niñez. Esto lleva a la exploración de la genitalidad y al descubrimiento del auto-erotismo o masturbación. Algunos dicen que esta forma de sexualidad auto-erótica es algo positivo que debe alentarse en los púberes y en los adolescentes, puesto que forma parte de su desarrollo sexual. ¿Qué podemos decir a esto?
                El hombre ha sido hecho para trascender, para salir de sí por la fuerza impulsora del amor que se despierta ante el ser amado y donarse al ser amado –el varón ante la mujer y  viceversa-, y en esto alcanzar su felicidad. El placer sexual no es nunca un fin en sí mismo, y cuando se lo persigue como tal, desvinculándolo del desarrollo integral de la persona en el amor entre varón y mujer, se convierte en fuente de dolor y de pesadumbre. La masturbación, en cuanto auto-erotismo, constituye una falta contra el amor, porque bloquea o más bien invierte la dirección del amor, que ya no se dirige más al otro, sino que permanece en sí mismo, frustrando la donación de sí y por lo tanto, produciendo tristeza y vacío en el alma. 
¿Es aconsejable enseñar a los adolescentes que la genitalidad es fuente de placer? ¿Es buena para el púber y el adolescente la creencia de que la masturbación es un placer y que por lo tanto pueden practicarla si lo desean?
La masturbación, alimentada ante todo con las actuales ofertas de Internet y de los medios de comunicación -que ofrecen imágenes eróticas a todo momento y con fácil acceso-, además de conducir a la adicción, produce una falsificación del amor y un enfriamiento de este, el cual es sustituido por un sucedáneo que aleja cada vez más a la verdadera felicidad de la persona. La sexualidad no es, como sostienen algunos, “un aspecto más de la sexualidad”; es un acto que provoca sólo tristeza porque aísla a la persona y la priva de donarse en su totalidad para trascender en el verdadero amor.
-Violación y abusos
Existen movimientos sociales y partidos políticos en Europa que propician la libre unión sexual entre adultos y niños, es decir, la legitimación de la pedofilia, la cual implica la violación. ¿Qué se puede responder a esta propuesta?
La violación, el abuso sexual y la pedofilia, son todas gravísimas faltas contra el amor, cuya esencia es desear el bien de quien se ama. Al llevar a cabo estos aberrantes hechos, quien comete estas acciones degrada a sus víctimas al irrumpir en el núcleo más íntimo del ser. Sus acciones son absolutamente repudiables, y su responsabilidad es mayor cuanto mayor es la confianza que le había sido depositada. Semejantes faltas contra la dignidad de las personas y de los niños, y contra el amor verdadero, no solo no pueden nunca ser legitimadas, sino que ni siquiera deben ser propuestas.
-Prostitución
Cada individuo es dueño de su cuerpo y por lo tanto, puede hacer con él lo que quiera. La prostitución es parte de la libertad del ser humano.
La prostitución es una grave falta contra el amor y contra la dignidad de las personas, y en el caso de ser ejercida voluntariamente, se trata de un ejercicio erróneo de la libertad, porque ser libres no quiere decir “hacer lo que quiero”, sino “elegir entre dos bienes”, para quedarnos con el bien más grande, y en el caso de la prostitución, no hay ningún bien a elegir en la comercialización del propio cuerpo. Una persona humana no puede jamás, por la dignidad intrínseca a todo ser humano -independientemente de cuál sea su raza, su credo, su color de piel, su posición o estatus económico y social-, ser rebajada a un objeto de placer, a una mercancía que se usa y se desecha. Quienes lo hacen voluntariamente, y todavía más, quienes obligan a otros a hacerlo –proxenetas, tratantes de blancas, etc.-, cometen un grave error y una gran falta contra la dignidad de las personas y contra el verdadero amor, además de verse implicados en el nefasto negocio del sexo. 

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