El ser humano es una creatura que, por su esencia racional,
busca siempre conocer y desea siempre saber cuál es la razón última de las
cosas. Es natural al hombre el deseo de saber; el querer conocer las causas
forma parte de su esencia y por eso mismo, desde su más temprana edad, pregunta
el porqué, el cómo, el para qué, el cuando, de todo lo que existe y lo rodea
pero también de él mismo. Decía Aristóteles que, al nacer, el alma humana era
como una “tabula rasa”, como una tabla plana, que busca ser llenada por medio
de preguntas y respuestas. En este sentido, la educación tiene una función
mayéutica, en la expresión de Platón, por medio de la cual el hombre satisface
y sacia esa sed de saber.
Pero la educación del hombre, ser racional, no se limita al
plano de lo creado porque el hombre posee un alma inmortal y por eso mismo está
destinado a la eternidad. Por esta razón, la educación, para que la persona
alcance verdaderamente su plenitud en todos los ámbitos del ser, no puede nunca
limitarse a una educación basada en la ciencia de lo natural: a esta ciencia de
lo natural, debe añadírsele, no como complemento, sino como parte esencial de
su ser, la ciencia de lo sobrenatural, contenida en la revelación de Nuestro
Señor Jesucristo.
Para que el joven humano alcance su plenitud, debe conocer
la ciencia natural, que le enseña las causas del mundo sensible que lo rodea y
le satisface la sed de saber que, por esencia, posee, pero a esta ciencia debe
agregársele la ciencia de lo sobrenatural, que enseña las realidades del mundo
espiritual y le señala el destino de eternidad que le espera, y así satisface la
sed de conocer cuál es la Causa Última y Primera del universo visible e
invisible, Causa Increada a la cual llamamos “Dios”.
En otras palabras, una educación basada solo en la ciencia
de lo natural está destinada al más completo fracaso, porque es como pretender
que un ave vuele con una sola ala. Para volar, un águila necesita de las dos
alas, con las cuales puede remontarse hasta el cielo. Para saber la Causa Última
de las cosas y así alcanzar la plenitud en el plano del conocimiento, el joven
necesita el conocimiento de la ciencia de lo sobrenatural, revelado por Nuestro
Señor Jesucristo. Una educación basada en la fe sin razón, está tan destinada
al fracaso, como la educación basada en la razón sin fe. Fe –cristiana católica-
y Razón son las dos alas con las cuales el joven se eleva, como el águila hacia
el sol, hasta Dios, alcanzando así la plenitud de su ser humano.
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