¿Qué relación tiene la Trinidad con la Eucaristía?
Recordemos que nuestra fe católica en Dios afirma que Dios
es Uno en naturaleza y Trino en Personas y que estas Personas son: Dios Padre,
Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Las Tres Divinas Personas forman un solo Dios
verdadero, no tres dioses, y las tres poseen la misma Naturaleza divina y el
mismo Acto de Ser perfectísimo –Ipsum Esse Subsistens-, por lo que las Tres
Divinas Personas reciben una misma adoración y gloria.
La relación con la Eucaristía es la siguiente: fue la
Santísima Trinidad quien decidió rescatar al hombre caído en el pecado
original: fue Dios Padre quien envió a Dios Hijo, por medio del Espíritu Santo,
para que se encarnase en el seno de María Virgen. De esa manera, Dios Hijo, que
era Invisible e Inaccesible por naturaleza, se volvió visible, al ser revestido
de carne y sangre en el seno virginal de María, y se volvió accesible, pues se
manifestó a nosotros los hombres como un Niño Dios primero y como Hombre-Dios
después. Como Hombre-Dios, sufrió la Pasión por amor a nosotros, para salvarnos
del pecado, de la muerte y del infierno; resucitó al tercer día y subió a los
cielos con su Cuerpo glorioso, pero al mismo tiempo, se quedó entre nosotros en
el sagrario, en la Eucaristía, para cumplir su promesa de que “estaría con
nosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. La relación de la Eucaristía
con la Trinidad entonces es que la Eucaristía es obra de la Trinidad, porque en
la Eucaristía Jesús, Dios Hijo, prolonga misteriosamente su Encarnación,
Encarnación a su vez decidida por las Tres Divinas Personas, para nuestra
salvación. En la Eucaristía está Dios Hijo, enviado por Dios Padre, a través de
Dios Espíritu Santo, el Amor de Dios. Al adorar a Jesús en la Eucaristía,
debemos por lo tanto adorar al Padre y al Espíritu Santo, que forman un solo
Dios con el Dios de la Eucaristía, Cristo Jesús, porque son merecedores de
gloria y adoración, y debemos dar gracias a la Trinidad, porque por la
Trinidad, Jesús nos acompaña, desde el sagrario, desde la Eucaristía, “todos
los días, hasta el fin del mundo”.
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