(Homilía para docentes de un instituto terciario)
En su encíclica “Fides et Ratio”, Juan Pablo II afirmaba que
el hombre poseía “dos alas” para volar hacia Dios, es decir, para elevar el
alma a Dios, y esas eran la razón y la fe (católica): “La fe y la razón son
como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la
contemplación de la verdad”. Ambas, razón natural y fe católica, no se
contraponen ni contradicen nunca, porque la fe no se basa en verdades
irracionales, sino en verdades racionales, aunque sobrenaturales, que superan
la capacidad de comprensión de la razón humana. La razón, a su vez, es capaz de
alcanzar la verdad, tanto las verdades parciales, como la Verdad Absoluta, que
es Dios. Dios es la Verdad en sí misma y toda verdad, buena y santa, lo es por
participación a la Verdad Absoluta que es Dios.
Por esta razón, un docente, un profesor, un investigador –hablamos
siempre de católicos-, en el orden que sea, no puede nunca declararse ni
agnóstico ni ateo, y mucho menos apóstata. Esto sucede, lamentablemente, cuando
se renuncia a una de las dos alas, o la fe sin razón, o la razón sin fe. La fe
sin razón es puro fideísmo y conduce a creencias contrarias a la razón y al
bien del hombre; la razón sin fe, priva al hombre de alcanzar la meta más
grandiosa que pueda alguien alcanzar en esta vida, con su intelecto, y es la
Verdad Absoluta, que es Dios.
Un docente, un profesor, un investigador, del área que sea,
que se declare agnóstico, ateo o apóstata –es el que reniega de la fe recibida
en el Bautismo-, demuestra que posee una sola de las dos alas necesarias para
elevar el alma a Dios, y le sucede lo que le sucede a un ave cuando está herida
en un ala: así como el alma con un ala herida no puede remontarse hacia el
cielo, así un hombre, sin la fe o sin la razón, no puede elevarse hacia el Dios
Verdadero, que es la Verdad Absoluta e Increada en sí misma.
Pero en estos casos, hay un agravante: al ser docente, no
solo no se eleva él hacia Dios, sino que no permite que sus alumnos lo hagan,
lo cual es una grave responsabilidad ante Dios y los hombres.
Muchos, por diversas razones, pero más que todo, por moda,
parecen creer que el ser ateos, agnósticos o apóstatas, es algo que es acorde a
una condición intelectual superior; sin embargo, se equivocan grandemente, porque
no se dan cuenta de que permanecen en tierra, como un ave herida, sin poder
elevarse a Aquel que es la Verdad y la Belleza en sí misma, Dios Uno y Trino.
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