"Camino al Cielo y camino al Infierno"
(Thomas Hawk)
(Homilía en ocasión de Santa Misa en acción de gracias
por el egreso de la Primaria de un grupo de niños)
Egresar quiere decir terminar una etapa de la vida con éxito
–en este caso, ustedes han finalizado la etapa de la Escuela Primaria- y eso es
un motivo para dar gracias a Dios, tal como lo estamos haciendo en esta Santa
Misa.
Pero a la vez, el egresar significa no solo dejar atrás una
etapa de la vida, sino el comenzar otra, con nuevos desafíos, con nuevas
exigencias, con nuevos esfuerzos, que traerá también éxitos, como así también
sinsabores –en el caso de ustedes, niños, esta nueva etapa es, obviamente, la
Escuela Secundaria-, sobre todo en estos momentos, en los que el mundo ha
tomado una senda que es la opuesta al Camino que conduce a Dios.
La Iglesia tiene una fórmula para que emprendan con todo
éxito la nueva etapa que emprenden, como así también cualquier etapa de la
vida. ¿En qué consiste esta fórmula? Para saberlo, imaginemos la siguiente
situación: un joven cualquiera va caminando por un sendero, hasta que este
sendero se bifurca en dos: un sendero, va hacia un prado florido, todo cubierto
de césped, en donde corre un arroyo de aguas cristalinas, y el cielo está
limpio, con un hermoso sol; el otro sendero, conduce hacia un bosque oscuro,
tan oscuro, que no deja entrar la luz del sol; en este bosque, el que ingresa
en él, está rodeado de bestias salvajes, listas para atacarlo; en este bosque
hay serpientes venenosas de todo tipo; hay arañas enormes, alacranes,
escorpiones, y todo tipo de alimañas. El que se interna en este bosque está
solo y rodeado de peligros.
¿Qué quieren decir estas imágenes?
El que elige el sendero que conduce a un prado florido, es el
joven que toman a Jesús, el Hijo de la Sagrada Familia de Nazareth, como el
modelo para su vida y trata de imitarlo en todo; es el joven que busca vivir en
gracia, confesándose con frecuencia y comulgando en la misa dominical; es el
joven que lleva en su mente y en su corazón los Mandamientos de la Ley de Dios;
es el joven que tiene a la Virgen por Madre, a Dios por Padre y a Jesús por
hermano. El que hace esto, vive con su alma en paz, aun cuando sobrevengan
innumerables pruebas y desafíos, porque no está solo, sino que Jesús y María
están con él y lo libran de todo peligro.
El bosque oscuro significa el joven que, considerando que ya
es grande, no necesita ni de la confesión, ni de la Eucaristía, ni de la
oración, ni de Jesús, ni de María. Y, por lo tanto, se aleja de Dios y se
interna en un lugar oscuro, rodeado de sombras vivientes, mucho más peligrosas
que las fieras salvajes, que las serpientes, las arañas y los escorpiones.
Entones, si un joven quiere atravesar las etapas de su vida
con el alma en paz, que tome el Camino que conduce a Dios, que es Cristo Jesús,
que para nosotros, los católicos, se nos entrega en Persona en la Eucaristía y
se nos da, con su gracia, en la Confesión Sacramental.
Por último, recemos todos juntos esta oración: “Oh Jesús
crucificado, que estás en la Eucaristía para darme tu Amor. Te doy gracias por
la etapa finalizada y te tu gracia y tu auxilio para comenzar con éxito una nueva
etapa en mi vida. Nunca dejes que me aparte de Ti y haz que la Virgen, que es
mi Madre, me cubra y proteja siempre con su manto y su amor maternal. Que tu
Amor y tu gracia, tu Ley de la caridad y tus Mandamientos, estén sellados a
fuego en mi mente y en mi corazón. Oh Jesús crucificado, que estás en la
Eucaristía para darme tu Amor, ayúdame para imitarte en cada segundo de mi vida
terrena, para así poder alabarte y amarte para siempre, en la vida eterna. Amén”.
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