La palabra “Adviento” significa “venida” o “llegada” y
significa esperar la venida o llegada de Jesús. Es el tiempo previo para
Navidad y por eso implica la preparación para conmemorar litúrgicamente la Primera
Llegada del Salvador en Belén, aunque también se refiere a la preparación para
otras dos llegadas del Señor: al fin de los tiempos y en cada Santa Misa.
Veamos.
El Adviento es tiempo para prepararnos espiritualmente para
recordar, con la memoria, la Primera Venida en Belén. Esta venida fue en la
humildad de nuestra carne y en el desconocimiento de todos los hombres,
excepto, claro está, la Sagrada Familia, y los pastores a los que los ángeles
les anunciaron el Nacimiento. Esto explica el tenor de algunas lecturas de
Adviento, como la profecía de Isaías de que “habría de nacer el Redentor de una
Virgen”.
Pero el Adviento es tiempo de prepararnos espiritualmente
para la Segunda Venida en la gloria de Jesús y esto es lo que explica que en Adviento
la Iglesia utilice, en las lecturas, las profecías acerca de su Venida en la
gloria.
Por último, el Adviento es tiempo de preparación espiritual
para una “tercera Venida” o “Venida intermedia” de Jesús al alma. ¿En qué
consiste esta “tercera Venida”? Consiste en que Jesús, en cada Santa Misa,
desciende del cielo para quedarse en la Eucaristía, por el poder del Espíritu
Santo, que convierte las substancias del pan y del vino en las substancias de
su Cuerpo y su Sangre. Cada Santa Misa debe ser vivida con el espíritu de
Adviento, es decir, con el espíritu de espera al Dios que viene del Cielo a la
Eucaristía, para luego morar en nuestros corazones.
Para esta “triple Venida” o “Llegada”, es que debemos los
cristianos prepararnos espiritualmente en tiempo de Adviento. ¿De qué manera? Ante
todo, es un tiempo de penitencia –por eso el color morado-, por lo que hay que
hacer penitencia –privarnos de algo que nos guste, aceptar con paciencia las
tribulaciones, etc.- y la razón es que estamos “heridos” a causa del pecado
original y si bien la mancha del pecado original nos fue borrada por el
Bautismo, nos queda la concupiscencia, que es la atracción al mal y al error y
es lo que hace que consintamos al pecado, es decir, que la tentación sea
consentida. La penitencia es para reforzar nuestro deseo de luchar contra el
pecado y de reparar por nuestros pecados y los de nuestros hermanos.
Otra manera de vivir el Adviento es mediante la oración, porque
sin oración no hay vida espiritual posible. Por último, la otra forma de vivir
el Adviento, es obrando la misericordia –según las catorce obras de
misericordia dispuestas por la Iglesia-, para que así nuestro corazón sea digno
de recibir a Jesús, que es la Divina Misericordia encarnada.
Solo así, podremos vivir una Navidad verdaderamente cristiana, y no pagana, tal como se la celebra en nuestros días.
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