¿Cómo hacer, o qué hacer, para celebrar una Navidad
cristiana y no pagana? Desde el inicio, la pregunta parecería un despropósito,
puesto que es evidente que la Navidad es cristiana y no pagana. Sin embargo, en
nuestros días, en los que predominan el relativismo y el subjetivismo sobre la
verdad absoluta y objetiva, lo que es –o era- obvio, ya no lo es más, por lo
que hay que explicar aun lo que nos parece obvio.
Ante todo, veamos qué significa celebrar “una navidad pagana”:
es una navidad en donde el centro de los festejos no es el Niño Dios, sino
Santa Claus o Papá Noel, un producto de fantasía creado por una empresa para
aumentar sus ventas, a partir de la imagen de San Nicolás: es verdaderamente un absurdo que esta figura imaginaria -un hombre robusto, vestido de rojo, que vuela por los cielos en un trineo tirado por renos, acompañado por duendes, que son seres malignos, y que reparte juguetes a los niños, esté en el lugar que le corresponde al Niño Dios; los padres y abuelos que enseñan a sus hijos esta fábula carente de toda veracidad, son responsables de que sus navidades sean navidades paganas; la navidad pagana es una navidad en la
que no importa la razón o causa del festejo –la conmemoración litúrgica que la
Iglesia hace del Nacimiento del Señor, conmemoración que, por la acción del
Espíritu Santo en la liturgia, vuelve actual y presente aquello que se
recuerda- y es por ello que no se asiste a la Santa Misa de Nochebuena; es una navidad en la que lo que importa es festejar, pero no un
festejo sagrado y no con una alegría celestial por el Nacimiento del Salvador,
sino que en la navidad pagana, lo que importa es festejar por festejar, y
festejar de manera mundana –alcohol, fuegos de artificio, bailes, música profana
e indecente, etc.-, y es así como vemos a innumerables jóvenes y no tan jóvenes, utilizar la Nochebuena como pretexto para salir a emborracharse, a bailar con desenfreno y a cometer toda clase de excesos: más les valdría no festejar la Navidad, que festejarla de esta manera blasfema y pagana, que ofende al Cielo y a la majestad del Niño Dios; la alegría que reina en esta navidad pagana tampoco se
origina en el cielo, sino que es una alegría baja, sorda, mundana, pasional y fugaz, que luego de pasar rápidamente, deja al alma vacía de toda virtud y llena de tristeza y amargura, porque se origina en la mera satisfacción de los
sentidos, sin una razón trascendental que la justifique; en la navidad pagana,
importan los banquetes y los regalos, porque solo se considera a esta vida
terrena y al tiempo presente y no se piensa en la vida eterna que el Niño Dios nos consigue con su Encarnación; en la navidad
pagana, las tribulaciones humanas -la ausencia de los seres queridos, las diversas situaciones existenciales problemáticas que suceden a lo largo del año, etc.-, empañan la alegría de la verdadera
Navidad, es decir, se ponen por encima las tribulaciones humanas -que en sí pueden ser dolorosas y tristes-, por encima del gozo y la alegría navideños, originados en el Nacimiento del Salvador.
La Navidad cristiana, por el contrario, es aquella en la que el Niño Dios es el único centro y único protagonista, ya que Papá Noel ha sido cancelado, por la sola razón de que no existe; es la Navidad en la
que la verdadera Fiesta es la Santa Misa de Nochebuena, en donde la Iglesia,
por el misterio de la liturgia, hace presente al Redentor, en Persona, en el
misterio de su Nacimiento en Belén, de manera tal que es como si viajáramos en el tiempo, ya sea trasladándonos al Pesebre de hace veintiún siglos, o bien haciéndose el Pesebre presente en nuestro aquí y ahora, en nuestro siglo XXI; es una Navidad en la que reina una alegría
no humana, sino celestial, originada en el seno mismo de Dios Trino, que es “Alegría
infinita”; esta Alegría de Dios se comunica a los hombres porque Dios, que es
Alegre en sí mismo y por sí mismo, comunica de su Alegría a los hombres, porque
se ha encarnado en la Persona divina del Hijo para salvar a los hombres del
pecado, de la muerte y de la eterna condenación, es decir, Dios, que es Alegría infinita, comunica a quienes meditan en el misterio de su Nacimiento, su alegría, la alegría que Él tiene por haberse encarnado para cumplir así su plan de redención del género humano; es una Navidad en donde sí hay
banquetes y manjares terrenos, pero la causa del banquete y de los manjares es
el Nacimiento de Dios, hecho Niño sin dejar de ser Dios, para que los hombres,
haciéndonos niños por la pureza e inocencia que transmite la gracia, seamos
Dios participación y herederos del Reino de los cielos. La Navidad cristiana es
aquella en la que el alma, por la gracia, se convierte en un Nuevo Portal de
Belén en donde nace el Niño Dios, siendo el alma iluminada por la luz de la
gloria del Niño de Belén. Que la Virgen y Madre de Dios, Portal de eternidad, que dio a luz al Hijo Eterno del Padre, nos conceda la gracia de vivir una Navidad cristiana y no una navidad pagana.
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