viernes, 18 de febrero de 2011

Con la entrega de su vida, los mártires nos dicen que el Amor es más fuerte que la muerte



El martirio de Juan el Bautista

¿Qué nos quieren decir los mártires con su muerte? El joven debe ver, en la muerte del mártir -de todo mártir de la Iglesia Católica- algo mucho más grande que una simple exhortación a morir por los ideales. Con su muerte cruenta, el mártir nos dice que el Amor es más fuerte que la muerte.

¿De qué manera? Veamos. La nota distintiva del martirio, es el derramamiento de sangre por la fe en Cristo Jesús y por amor a Él. El derramar la sangre, es decir, el dar la vida, es la muestra de amor más grande que alguien puede dar, porque está expresando, con este hecho, que el amor que hay en su corazón, es más fuerte que la muerte. Si fuera al revés, es decir, si el amor no fuera muy intenso, el testimonio se detendría ante la muerte, porque el temor de la muerte haría que se conservase la vida, en cuyo caso, el apego egoísta a la propia vida, sería más fuerte que el amor por quien se debe dar la vida. Por el contrario, cuando el amor que palpita en el corazón es muy grande, y tiene mucha fuerza, entonces este amor sobrepasa el temor de morir, y así el enamorado puede dar la vida por lo que ama.

Este es el caso de todo mártir: el amor de sus corazones es tan fuerte, que ante la muerte –sus verdugos le decían que le perdonarían la vida si renunciaba a Jesucristo-, prefieren a esta antes que renunciar al amor de los Amores, Cristo Dios.

Cristianos antes de ser martirizados en el Coliseo romano

Y aquí viene entonces otro elemento importante, que nos permite entender el porqué de la muerte del mártir: el amor que mueve el corazón de los mártires, que los inflama con un ardor desconocido, no es un amor humano, no es un amor creatural: es un amor divino, celestial, sobrenatural, es el Amor de Dios, es Dios, que es Amor, es Dios, que es Amor personificado, es Dios Espíritu Santo, la Persona-Amor de la Trinidad. El Amor que inflama en llamas sagradas los corazones de los mártires no es un amor conocido por el hombre, puesto que viene de Dios mismo, es Dios mismo, es la Tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, que es el Amor en sí mismo.

Es este Amor el que explica que el mártir no vacile ni por un instante en dar su vida por Cristo; es este Amor, que es el Espíritu de Dios, que es Dios Espíritu Santo, el que lo impulsa a soportar los más crueles y duros tormentos, no solo sin amedrentarse, sino con la alegría de saber que la muerte conseguida de esta manera, es nada más que el umbral que, luego de atravesado, conduce al encuentro personal y definitivo, para toda la eternidad, con Aquel a quien se ama.

Santa Filomena

Santa Filomena mártir

El mártir entonces ama con un amor celestial, divino, sobrenatural, el Amor mismo de Dios; el mártir ama con el Amor de Dios, que es el Espíritu Santo, y es este el ejemplo más grande que nos dejan los mártires como San Expedito, y tantos otros, en la historia de la Iglesia Católica.

Pero si el mártir ama con este Amor, el primero en amar a toda la humanidad con este Amor celestial y divino, es Jesucristo, el Rey de los mártires, quien entrega libremente su vida en la cruz, y renueva sacramentalmente su sacrificio en la Santa Misa, movido por el Amor divino, el Espíritu Santo, y es Él quien sopla el Espíritu Santo, junto con su Padre, sobre aquellos elegidos para ser mártires, para dar testimonio del Amor divino, derramando su sangre como la derramó Cristo en la cruz.

Hoy, en un mundo en donde no sólo no se ama a Dios, sino que se lo olvida y se lo desprecia, el joven cristiano está llamado a dar un testimonio -tal vez no cruento, pero igualmente valedero- del Amor de Dios revelado y manifestado en la cruz de Cristo y en Cristo crucificado, y el testimonio es, ante todo, silencioso, por medio del amor al prójimo.

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