jueves, 31 de mayo de 2018

Las ciencias de lo natural y sobrenatural, necesarias para la educación plena del joven



         El ser humano es una creatura que, por su esencia racional, busca siempre conocer y desea siempre saber cuál es la razón última de las cosas. Es natural al hombre el deseo de saber; el querer conocer las causas forma parte de su esencia y por eso mismo, desde su más temprana edad, pregunta el porqué, el cómo, el para qué, el cuando, de todo lo que existe y lo rodea pero también de él mismo. Decía Aristóteles que, al nacer, el alma humana era como una “tabula rasa”, como una tabla plana, que busca ser llenada por medio de preguntas y respuestas. En este sentido, la educación tiene una función mayéutica, en la expresión de Platón, por medio de la cual el hombre satisface y sacia esa sed de saber.
         Pero la educación del hombre, ser racional, no se limita al plano de lo creado porque el hombre posee un alma inmortal y por eso mismo está destinado a la eternidad. Por esta razón, la educación, para que la persona alcance verdaderamente su plenitud en todos los ámbitos del ser, no puede nunca limitarse a una educación basada en la ciencia de lo natural: a esta ciencia de lo natural, debe añadírsele, no como complemento, sino como parte esencial de su ser, la ciencia de lo sobrenatural, contenida en la revelación de Nuestro Señor Jesucristo.
         Para que el joven humano alcance su plenitud, debe conocer la ciencia natural, que le enseña las causas del mundo sensible que lo rodea y le satisface la sed de saber que, por esencia, posee, pero a esta ciencia debe agregársele la ciencia de lo sobrenatural, que enseña las realidades del mundo espiritual y le señala el destino de eternidad que le espera, y así satisface la sed de conocer cuál es la Causa Última y Primera del universo visible e invisible, Causa Increada a la cual llamamos “Dios”.
         En otras palabras, una educación basada solo en la ciencia de lo natural está destinada al más completo fracaso, porque es como pretender que un ave vuele con una sola ala. Para volar, un águila necesita de las dos alas, con las cuales puede remontarse hasta el cielo. Para saber la Causa Última de las cosas y así alcanzar la plenitud en el plano del conocimiento, el joven necesita el conocimiento de la ciencia de lo sobrenatural, revelado por Nuestro Señor Jesucristo. Una educación basada en la fe sin razón, está tan destinada al fracaso, como la educación basada en la razón sin fe. Fe –cristiana católica- y Razón son las dos alas con las cuales el joven se eleva, como el águila hacia el sol, hasta Dios, alcanzando así la plenitud de su ser humano.

martes, 29 de mayo de 2018

El mundo ofrece ídolos, la Iglesia a Jesús Eucaristía



         Existe una contraposición entre el mundo y la Iglesia. Ambos son contra puestos e irreconciliables entre sí. O se es del mundo, o se es de la Iglesia. Se es del mundo cuando se tienen pensamientos mundanos, deseos mundanos, objetivos mundanos, como el placer, el dinero, el poder, la fama. El mundano piensa en el mundo y solo desea las cosas de este mundo, sin pensar en la vida eterna. Está destinado a la eternidad, pero se conforma con una vida rastrera y baja, dominada por las pasiones y por los objetivos mundanos. El que es del mundo está bajo el dominio del Príncipe de este mundo, el Padre de la mentira, Satanás.
Se es de la Iglesia cuando se tienen pensamientos santos, deseos santos, objetivos santos. Se es de la Iglesia cuando, viviendo en la tierra, se desea el cielo, la vida eterna, la felicidad del Reino de Dios. El que es de la Iglesia es guiado por el suave Espíritu del Hombre-Dios Jesucristo, el Espíritu Santo, Espíritu de Amor, de Paz, de Sabiduría, de Ciencia y de Alegría verdadera.
El mundo ofrece ídolos mundanos que en apariencia son poderosos y apetitosos: poder, dinero, fama, placer, y parece que están al alcance de la mano y que dan felicidad, pero en realidad, cuando se consiguen todos los ídolos que ofrece el mundo, en el alma solo queda vacío, amargura, dolor, pesar, frustración, angustia. No puede ser de otra manera, porque los ídolos mundanos no pueden apagar la sed de felicidad que posee el alma.
La Iglesia ofrece algo que, a simple vista, parece solo un poco de pan y nada más; es algo sencillo, simple, humilde, sin ostentación, pero que contiene todo el deleite de los cielos y más todavía. La Iglesia ofrece la Eucaristía, que es Jesucristo, el Hombre-Dios, que nos concede la vida eterna, el Amor de Dios, la paz definitiva del alma, la alegría desbordante que jamás finaliza.
El mundo ofrece ídolos y con ellos el dolor, la amargura, la muerte.
La Iglesia nos ofrece al Rey de cielos y tierra, el Hombre-Dios Jesucristo, en la Eucaristía, y con Él, el alma recibe la paz, el Amor, la Alegría de Dios y el anticipo de la Vida eterna, viviendo aún en esta vida terrena.
El mundo ofrece ídolos; la Iglesia ofrece la Eucaristía. En nuestra libertad está elegir uno u otro. Si queremos ser felices y bienaventurados, elijamos a Jesús Eucaristía.


martes, 15 de mayo de 2018

Jóvenes, elijan la Cruz de Cristo y no los atractivos del mundo



         El mundo de hoy nos ha instruido, a través de los medios de comunicación, para que pensemos en una dirección: que los atractivos que el mundo nos ofrece –poder, sexo, fama, dinero, placer- es el fin de la vida, que la vida del hombre se agota en esas cosas.
         Nos ha instruido también para rechazar la Cruz de Cristo y a Cristo en la Cruz: el mundo nos dice que la Cruz es sufrimiento, es dolor y que es una locura, que no tiene sentido la Cruz.
         Sin embargo, las cosas, vistas como las ve Dios mismo, son totalmente distintas: el mundo nos conduce al vacío, un vacío existencial que es tanto más profundo cuanto más satisfechos están el placer, el deseo de poder, de sexo, de dinero, de fama. Cuanto más se consigue eso, más infeliz es la persona. Cuanto más se aleja la persona de la Cruz de Cristo, más infeliz es.
         Y al revés, cuanto más se acerca a la Cruz, más feliz es, más paz tiene, más luz divina recibe. Porque pasa con nosotros lo que los planetas y el sol: cuanto más cerca un planeta del sol, tanto más recibe del sol lo que es y tiene para dar: luz, calor y vida. En el mundo del espíritu, el Sol de nuestras vidas es Jesucristo, en la Cruz y en la Eucaristía y nosotros debemos girar alrededor de Él, así como los planetas giran alrededor del sol. Cuanto más nos acerquemos a Jesús crucificado y a Jesús Eucaristía, más tendremos lo que Él, Sol divino, es y tiene para darnos: su luz, su paz, su alegría, su amor, su sabiduría.
         No nos dejemos engañar por el mundo y sus falsos atractivos: no fuimos hechos para el poder, la fama, el dinero, el sexo, los bienes materiales. Nada de eso puede satisfacer la sed de amor y paz que tienen nuestras almas.
Fuimos hechos para algo infinitamente más grande que los falsos atractivos del mundo: fuimos hechos para satisfacer nuestra sed de felicidad en el Dios de la Alegría, Cristo Jesús, el Dios eternamente joven. Y Cristo está en la Cruz, en la Eucaristía y también en el prójimo, sobre todo, en el prójimo más necesitado. No nos dejemos engañar por los falsos atractivos del mundo.
Jóvenes, elijan la Cruz de Cristo y no los atractivos del mundo.

jueves, 10 de mayo de 2018

El objetivo de todo retiro espiritual es la conversión eucarística del corazón




(Homilía para organizadores de retiros espirituales)


En un retiro espiritual vale el principio: “orar como si todo dependiera de Dios, obrar como si todo dependiera de uno”. Eso significa que debemos cumplir nuestra tarea con la mayor perfección posible –sed perfectos como mi Padre es perfecto- pero que no debemos esperar que los frutos, ni sean visibles e inmediatos, ni dependan de nosotros: los frutos dependen de los tiempos de Dios y es Dios, con su gracia, quien actúa en las almas. Esto no quiere decir que no debamos prepararnos a conciencia y hacer todo con la mayor perfección posible, pero debemos saber que el resultado final depende de la acción de la gracia divina.
Todo retiro es un tiempo especial de gracia, que Dios concede al alma para que el alma se encuentre con Él. Es Dios y el alma, el alma y Dios y nosotros no debemos interferir en ese diálogo, so pena de interrumpir el flujo de gracia establecido.
Aunque no estuviéramos nosotros, Dios actuaría en las almas, como le dijo Jesús a Santa Faustina: “Estarás tú y Yo”, pero Dios quiere que estemos. El silencio es un testimonio y ayuda a que el alma no interrumpa su contacto con Dios.
Un retiro es importantísimo, puede decidir la salvación eterna del alma.
En el retiro lo que importa es el encuentro y la conversión del alma a Dios y esta conversión y encuentro se produce fundamentalmente a través de dos sacramentos: confesión y eucaristía.
         El objetivo de un retiro no es “reclutar” prosélitos para un movimiento determinado, sino la conversión eucarística del alma. Ningún movimiento es un fin en sí mismo: el fin y el principio de todo en la Iglesia es la Eucaristía. Todo el esfuerzo del retiro y del movimiento está o debe estar destinado a la conversión eucarística del alma.
         Se debe rezar por los que hacen el retiro, para que logren el fin del mismo: la conversión eucarística del corazón, como indicio de la vida nueva en la gracia, en la vida terrena, para continuar luego viviendo en la gloria, en el Reino de los cielos.