martes, 15 de mayo de 2018

Jóvenes, elijan la Cruz de Cristo y no los atractivos del mundo



         El mundo de hoy nos ha instruido, a través de los medios de comunicación, para que pensemos en una dirección: que los atractivos que el mundo nos ofrece –poder, sexo, fama, dinero, placer- es el fin de la vida, que la vida del hombre se agota en esas cosas.
         Nos ha instruido también para rechazar la Cruz de Cristo y a Cristo en la Cruz: el mundo nos dice que la Cruz es sufrimiento, es dolor y que es una locura, que no tiene sentido la Cruz.
         Sin embargo, las cosas, vistas como las ve Dios mismo, son totalmente distintas: el mundo nos conduce al vacío, un vacío existencial que es tanto más profundo cuanto más satisfechos están el placer, el deseo de poder, de sexo, de dinero, de fama. Cuanto más se consigue eso, más infeliz es la persona. Cuanto más se aleja la persona de la Cruz de Cristo, más infeliz es.
         Y al revés, cuanto más se acerca a la Cruz, más feliz es, más paz tiene, más luz divina recibe. Porque pasa con nosotros lo que los planetas y el sol: cuanto más cerca un planeta del sol, tanto más recibe del sol lo que es y tiene para dar: luz, calor y vida. En el mundo del espíritu, el Sol de nuestras vidas es Jesucristo, en la Cruz y en la Eucaristía y nosotros debemos girar alrededor de Él, así como los planetas giran alrededor del sol. Cuanto más nos acerquemos a Jesús crucificado y a Jesús Eucaristía, más tendremos lo que Él, Sol divino, es y tiene para darnos: su luz, su paz, su alegría, su amor, su sabiduría.
         No nos dejemos engañar por el mundo y sus falsos atractivos: no fuimos hechos para el poder, la fama, el dinero, el sexo, los bienes materiales. Nada de eso puede satisfacer la sed de amor y paz que tienen nuestras almas.
Fuimos hechos para algo infinitamente más grande que los falsos atractivos del mundo: fuimos hechos para satisfacer nuestra sed de felicidad en el Dios de la Alegría, Cristo Jesús, el Dios eternamente joven. Y Cristo está en la Cruz, en la Eucaristía y también en el prójimo, sobre todo, en el prójimo más necesitado. No nos dejemos engañar por los falsos atractivos del mundo.
Jóvenes, elijan la Cruz de Cristo y no los atractivos del mundo.

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