miércoles, 23 de marzo de 2011

Dios obra en un jardín

En el Árbol de la Cruz
florece el fruto más hermoso:
Cristo, muerto y resucitado
para nuestra salvación

Las obras de Dios se llevan a cabo en jardines: crea al hombre y lo coloca en un jardín, dándole este jardín, el Paraíso, como su morada; cuando el hombre se rebela contra Él y se aleja de la amistad con Dios, Dios no tiene otra opción que expulsarlo del Paraíso, y la expulsión del Paraíso es la expulsión de un jardín; cuando se encarna para redimir al hombre, inicia su Pasión en un jardín, el Huerto de los Olivos; convierte al leño seco de la cruz en un árbol de Vida y de Vida eterna, es decir, obra como un jardinero, porque a un lugar en el que solo habían rocas, como el Monte Calvario, lo convierte en un vergel de vida por medio de la Fuente de Agua Viva, que es su Corazón, y al hacer crecer el Árbol de la vida, que es la Cruz; la vuelta a la vida luego de su muerte en cruz, se realiza en un Jardín, el Jardín de la resurrección, porque es en un jardín en donde María Magdalena encuentra a Cristo resucitado; el regreso al Padre luego de esta vida, es descripto en términos de Paraíso, es decir, de Jardín, ya que el Paraíso es sinónimo de Jardín.

Crea al hombre en un jardín, redime al hombre en un jardín, conduce al hombre a un jardín eterno.

Al contemplar un jardín terreno, pensemos, además de en la Sabiduría de Dios –que crea con su Inteligencia suprema la materia con su organización atómica y molecular- y además del Amor de Dios –que crea todo lo que crea por Amor a su creatura predilecta, el hombre-, en el misterio pascual de Jesucristo, que inicia en un jardín, el Paraíso terrenal, y finaliza en un Jardín, en un Paraíso celestial, la comunión de vida y de amor con las Tres Divinas Personas.

Es por esto que el jardín terreno, además de ayudarnos a descansar, debe llevarnos a contemplar y a meditar no solo sobre la Sabiduría y el Amor de Dios, sino en el Amor de Dios manifestado en el misterio pascual de Dios Hijo encarnado, porque todo su misterio pascual se inicia en un jardín, se desarrolla en un jardín, y nos conduce a un jardín celestial, la comunión de vida y amor con la Trinidad.

martes, 1 de marzo de 2011

Decidme olivos santos


Decidme olivos santos

Decidme olivos santos,

Qué habéis visto y oído;

Decidme, olivos benditos,

olivos santos;

alumbrados por la luz de plata,

en la noche sagrada,

vosotros, ¿qué habéis visto y oído?

Vimos al Hombre-Dios,

Y oímos su lamento,

su llanto y su dolor.

Vimos sus lágrimas de sangre,

Su terror y su pavor.

Vimos sus lágrimas,

Y la opresión de su corazón,

Inundado de dolor

Por el hombre pecador.

Vimos su Sangre correr

Por su Cuerpo Santo

Y en tierra caer.

Lo vimos,

de pena y de dolor,

agonizar;

fuimos testigos de su dolor,

provocado por quienes,

al rechazar su amor,

nunca se habrían de salvar.

Vimos al Hombre-Dios,

Y cuando lo vimos,

Lloraba amargas lágrimas de dolor;

Se estremecía su Corazón

Por la tristeza y el pavor

De ver de los hombres la maldad.

Lloraba y se apenaba por ti,

Y eran tus maldades

Las que oprimían su Corazón.

Nosotros, testigos del misterio,

vimos al Hombre-Dios,

Que por ti lloraba y se apenaba,

Con tristeza de muerte

Y con lágrimas de sangre.

Decidme, olivos santos,

Vosotros, que al Hombre-Dios

Tuvisteis la dicha de ver;

¿sabéis por ventura dónde,

Dónde el Señor de la gloria está?

¿Sabéis vosotros, olivos sagrados,

Testigos santos de la Pasión del Señor,

Por dónde se fue, que aquí ya no está?

Si no sabes por dónde se fue,

Observa este camino,

Regado con sus lágrimas y con su sangre,

Aquí comienza y en el Calvario termina.

Le vimos partir

De este Huerto de dolor,

Camino de la cruz,

A donar, por ti, su amor.

Observa este camino,

Que del Huerto llega al Calvario:

Señalado está con la Sangre del Cordero.

Observa este Camino Real,

Que comienza en el Huerto y termina en la cruz;

Observa este camino,

Regado con su sangre,

Y sabrás por dónde se fue.

Olivos santos,

Testigos sagrados

del misterio insondable,

que me habéis confiado

qué habéis visto y oído:

la Sagrada Pasión de amor

del Hombre-Dios por mí;

os confieso a vosotros,

olivos santos,

que quiero este Camino seguir,

para sus mismas penas sufrir,

y su mismo dolor compartir;

¡Quiero, a su misma cruz, subir!