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“…se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: ‘Tú eres mi Hijo muy querido’” (cfr. Lc 3, 15-22).
El Bautismo del Señor en el Jordán es el momento de la manifestación de Dios como Uno y Trino, como Padre, Hijo y Espíritu Santo. En esta teofanía trinitaria se hacen presentes las Tres Personas de
Además de esta revelación trinitaria, novedad absoluta para el judaísmo, que creía en un Dios Uno, pero jamás hubiera podido saber que era a la vez Trino en Personas, podemos ver un anticipo de lo que será el bautismo del cristiano, prefigurado y contenido en el bautismo de Jesús.
El Bautismo de Jesús prefigura el bautismo sacramental del cristiano: Lo que sucede en el Jordán, es un anticipo del sacramento del bautismo: en el momento en el que el sacerdote ministerial derrama agua sobre la cabeza del que se bautiza, pronunciando las palabras de la fórmula sacramental: “Yo te bautizo en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, el Espíritu Santo, invisible, sobrevuela sobre el alma del bautizado, donando al alma la filiación divina, con lo cual la fórmula bautismal equivale a que Dios Padre diga: “Yo te adopto como hijo mío muy amado”.
Así como en el Jordán Dios Padre revela que Jesús es su Hijo amado, mientras sobrevuela el Espíritu Santo, el Espíritu que los une en el amor de Padre a Hijo y de Hijo a Padre, así en la pila bautismal, el Nuevo Jordán, Dios Padre adopta como hijo adoptivo suyo muy amado al alma que se bautiza, donándole su Espíritu, el Espíritu Santo.
Es decir, la escena del Jordán, en la que el Bautista derrama agua sobre la cabeza de Jesús, al tiempo que se escucha la voz del Padre y se ve al Espíritu Santo sobrevolar sobre el Hijo de Dios en forma de paloma, es un modelo y anticipo del bautismo sacramental realizado por el sacerdote ministerial católico en nombre de
A esto es a lo que se refería Jesús cuando, en el diálogo con Nicodemo, dice que para entrar en el cielo “hay que nacer de lo alto” (cfr. Jn 3, 3): el bautismo es un nuevo modo de nacer, concedido por Dios a los hombres. Hasta Jesús, los hombres nacían sólo de una manera: del seno de una madre, con un cuerpo, en el tiempo; es decir, era un nacimiento corpóreo, terreno, era el fruto del amor de los esposos. A partir de Jesús, que instituye el sacramento del bautismo, los hombres nacen de una nueva manera, porque el bautismo es ese “nacer de lo alto”: por el bautismo, el alma es engendrada por el Amor de Dios, y nace del seno del Padre; es un nacimiento incorpóreo, espiritual, de origen celestial, más allá del tiempo, porque el alma recibe, en el bautismo, la filiación divina del Hijo de Dios, con la cual Él es Hijo desde la eternidad.
El bautismo es un nuevo nacimiento, es el nacimiento “de lo alto”, sin el cual no se puede ingresar en el reino de los cielos; por él, el alma queda revestida de la gracia santificante, y
El bautismo, el nuevo nacimiento de lo alto, es el fundamento de porqué el cristiano está en el mundo, pero sin ser del mundo: porque lleva en sí mismo la semilla de la eternidad, la cual se desplegará en su totalidad en la otra vida.
Mientras tanto, en esta vida, el cristiano, convertido en templo del Espíritu Santo por el bautismo, debe buscar no sólo de no profanar a
Lamentablemente, muchos católicos, olvidando lo recibido en el bautismo, sin importarles que su cuerpo sea templo del Espíritu, profanan sus cuerpos, y con sus cuerpos, a
¡Cuántos cristianos profanan sus almas, sus mentes, sus cuerpos y sus corazones, ingresando en sus mentes imágenes y con conceptos inmorales, que degradan su condición de hijos de Dios! ¡Cuántos cristianos, en vez de adorar a Dios Uno y Trino, que por el bautismo y por la gracia inhabita en él, se postran en adoración ante los ídolos del mundo, el poder, el sexo, el dinero, la fama! ¡Cuántos cristianos, olvidando al Espíritu Santo, al que recibieron como Don de dones en el bautismo, se postran ante ídolos demoníacos, como
¡Cuántos cristianos, por una mirada impura, ahuyentan a la dulce paloma del Espíritu Santo, que quiere morar en los corazones humanos, así como una paloma de la tierra hace morada en su nido! ¡Cuán incomprendido es el Amor de Dios, que como suave paloma quiere posarse en los corazones humanos, para allí reposar, y no lo puede hacer, porque los corazones humanos están cerrados para Dios!
¡Si los humanos se dieran cuenta que, al rechazar a la paloma del Espíritu Santo, y al no permitir que sus corazones sean como nidos para que cante allí esta Paloma celestial su dulce arrullo, convierten a sus corazones en guaridas de lobos y en cuevas de serpientes, los ángeles caídos, que toman posesión del corazón humano para destrozarlo con sus dientes y para inyectarles su veneno!
No ahuyentemos a la paloma del Espíritu Santo, busquemos de vivir en gracia, y para que nuestros corazones sean el nido en el que esta Paloma viva para siempre.
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