martes, 1 de marzo de 2011

Decidme olivos santos


Decidme olivos santos

Decidme olivos santos,

Qué habéis visto y oído;

Decidme, olivos benditos,

olivos santos;

alumbrados por la luz de plata,

en la noche sagrada,

vosotros, ¿qué habéis visto y oído?

Vimos al Hombre-Dios,

Y oímos su lamento,

su llanto y su dolor.

Vimos sus lágrimas de sangre,

Su terror y su pavor.

Vimos sus lágrimas,

Y la opresión de su corazón,

Inundado de dolor

Por el hombre pecador.

Vimos su Sangre correr

Por su Cuerpo Santo

Y en tierra caer.

Lo vimos,

de pena y de dolor,

agonizar;

fuimos testigos de su dolor,

provocado por quienes,

al rechazar su amor,

nunca se habrían de salvar.

Vimos al Hombre-Dios,

Y cuando lo vimos,

Lloraba amargas lágrimas de dolor;

Se estremecía su Corazón

Por la tristeza y el pavor

De ver de los hombres la maldad.

Lloraba y se apenaba por ti,

Y eran tus maldades

Las que oprimían su Corazón.

Nosotros, testigos del misterio,

vimos al Hombre-Dios,

Que por ti lloraba y se apenaba,

Con tristeza de muerte

Y con lágrimas de sangre.

Decidme, olivos santos,

Vosotros, que al Hombre-Dios

Tuvisteis la dicha de ver;

¿sabéis por ventura dónde,

Dónde el Señor de la gloria está?

¿Sabéis vosotros, olivos sagrados,

Testigos santos de la Pasión del Señor,

Por dónde se fue, que aquí ya no está?

Si no sabes por dónde se fue,

Observa este camino,

Regado con sus lágrimas y con su sangre,

Aquí comienza y en el Calvario termina.

Le vimos partir

De este Huerto de dolor,

Camino de la cruz,

A donar, por ti, su amor.

Observa este camino,

Que del Huerto llega al Calvario:

Señalado está con la Sangre del Cordero.

Observa este Camino Real,

Que comienza en el Huerto y termina en la cruz;

Observa este camino,

Regado con su sangre,

Y sabrás por dónde se fue.

Olivos santos,

Testigos sagrados

del misterio insondable,

que me habéis confiado

qué habéis visto y oído:

la Sagrada Pasión de amor

del Hombre-Dios por mí;

os confieso a vosotros,

olivos santos,

que quiero este Camino seguir,

para sus mismas penas sufrir,

y su mismo dolor compartir;

¡Quiero, a su misma cruz, subir!

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