jueves, 10 de mayo de 2018

El objetivo de todo retiro espiritual es la conversión eucarística del corazón




(Homilía para organizadores de retiros espirituales)


En un retiro espiritual vale el principio: “orar como si todo dependiera de Dios, obrar como si todo dependiera de uno”. Eso significa que debemos cumplir nuestra tarea con la mayor perfección posible –sed perfectos como mi Padre es perfecto- pero que no debemos esperar que los frutos, ni sean visibles e inmediatos, ni dependan de nosotros: los frutos dependen de los tiempos de Dios y es Dios, con su gracia, quien actúa en las almas. Esto no quiere decir que no debamos prepararnos a conciencia y hacer todo con la mayor perfección posible, pero debemos saber que el resultado final depende de la acción de la gracia divina.
Todo retiro es un tiempo especial de gracia, que Dios concede al alma para que el alma se encuentre con Él. Es Dios y el alma, el alma y Dios y nosotros no debemos interferir en ese diálogo, so pena de interrumpir el flujo de gracia establecido.
Aunque no estuviéramos nosotros, Dios actuaría en las almas, como le dijo Jesús a Santa Faustina: “Estarás tú y Yo”, pero Dios quiere que estemos. El silencio es un testimonio y ayuda a que el alma no interrumpa su contacto con Dios.
Un retiro es importantísimo, puede decidir la salvación eterna del alma.
En el retiro lo que importa es el encuentro y la conversión del alma a Dios y esta conversión y encuentro se produce fundamentalmente a través de dos sacramentos: confesión y eucaristía.
         El objetivo de un retiro no es “reclutar” prosélitos para un movimiento determinado, sino la conversión eucarística del alma. Ningún movimiento es un fin en sí mismo: el fin y el principio de todo en la Iglesia es la Eucaristía. Todo el esfuerzo del retiro y del movimiento está o debe estar destinado a la conversión eucarística del alma.
         Se debe rezar por los que hacen el retiro, para que logren el fin del mismo: la conversión eucarística del corazón, como indicio de la vida nueva en la gracia, en la vida terrena, para continuar luego viviendo en la gloria, en el Reino de los cielos.

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