Todo
triunfo, si bueno y verdadero, es participación al Triunfo de la Cruz de
Jesucristo
Hace
unos años, cuando la Selección Argentina de fútbol perdió la final contra
Alemania, reflexionamos acerca de cómo la derrota, en Cristo, adquiere otra
dimensión, puesto que, en la Cruz de Cristo, por el poder divino de Cristo, lo
que parece humanamente derrota, es triunfo. En efecto, Cristo Dios, si se lo ve
humanamente, fue derrotado por sus enemigos en la Cruz; pero visto desde la
perspectiva de la Santísima Trinidad, lo que parece una derrota en el Calvario,
es el máximo triunfo de Dios Trino sobre los enemigos de Dios y de la humanidad:
la muerte, el pecado y el demonio. Y así decíamos que a la derrota -en este
caso, futbolística-, había que vivirla, como cristianos, al pie de la Cruz, en
donde la derrota se convierte en triunfo.
De
la misma manera, también el triunfo -en este caso, también futbolístico-, debe
vivirse, como cristianos, al pie de la Cruz, porque es verdad que todo triunfo
-aunque sea en algo pasajero y superficial como es un deporte, el fútbol-, si
bueno y verdadero -que en este caso lo es-, es una participación al Triunfo de
Cristo en la Cruz. Es por eso que es a Cristo a Quien debemos darle gracias por
el triunfo de nuestra Selección, a Él y solo a Él y también a la Virgen de
Luján, cuyo Manto sagrado es -providencialmente- nuestra Bandera Nacional, porque
Ella es la Patrona, la Dueña y la Señora de nuestra Patria (y también debemos
darle gracias al Ángel Custodio de Argentina, a quien, en los penales, al menos
yo personalmente le recé por nuestra Selección).
En
definitiva, tanto en la derrota, como en el triunfo, debemos siempre unirnos al
Madero Santo de la Cruz; tanto en la derrota, como en el triunfo, debemos
abrazar la Santa Cruz de Jesús, porque si es derrota, se convierte en triunfo y
si es triunfo, bueno y verdadero, es participación del Triunfo del Calvario. En
nuestra historia como nación, fuimos derrotados en la Batalla de Malvinas y también
en la batalla cultural, desde el momento en que la ultraizquierda atea y materialista
parece haberlo conquistado absolutamente todo, pero si nos unimos a la Cruz de Cristo,
si nos abrazamos a la Cruz de Cristo, pidiendo a la Virgen que nos cubra con su
Manto celeste y blanco y si le pedimos al Ángel Custodio de Argentina que nos libren
de nuestros enemigos, entonces, aun en la derrota, ya comenzamos a vislumbrar
el triunfo del mañana, del Nuevo Amanecer del Sol de justicia, Cristo Jesús,
anunciado por la Estrella de la mañana, la Virgen Santísima. En la Cruz de Cristo
venceremos a los enemigos de Dios, de la Patria y de la Familia, pero solo en
la Cruz de Cristo, porque solo allí vencemos, tanto en lo pasajero y
superficial, como puede ser un triunfo deportivo, como en lo más profundo y
serio, como la Batalla material -Malvinas- y espiritual, moral y cultural -la
lucha contra el materialismo ateo de la ultraizquierda marxista y comunista. Solo
en la Cruz de Cristo todo triunfo, si bueno y verdadero, adquiere una nueva
dimensión, que sin Cristo no la tiene, aun cuando este triunfo sea en algo
pasajero como un deporte, el fútbol. Y así como Cristo nos concedió el triunfo
-a través de la Selección-, así nos concederá el triunfo sobre los enemigos de
Dios y de la Patria, esto es, el demonio, el pecado y la muerte. Y llevados de
la mano, como un niño pequeño es llevado por su madre, cantaremos para siempre,
en la eternidad del Reino de Dios, el Triunfo de los triunfos, la Victoria de
Cristo Dios en la Cruz.