Cuando
nos preguntamos qué es una familia, podemos definirla como una “comunión de
personas unidas en el amor”, pero debemos ser un poco más precisos, porque la
“comunión de personas”, para se familia, deben ser el “varón-papá”, la
“mamá-mujer” y los hijos, sean biológicos o adoptados, que son el fruto del
amor de los esposos. Solo así, podemos decir que la familia es comunión de
personas -padre-madre-hijos- unidos por el amor -el amor familiar-.
La
familia le pertenece a Dios, porque fue Dios quien la creó; fue Dios quien creó
al hombre como varón y mujer y dispuso que el varón, al unirse a la mujer, y la
mujer, al unirse al varón, no solo encontraran la felicidad en ese encuentro,
sino que el fruto de la felicidad y del amor del varón y de la mujer, unidos en
matrimonio, fueran los hijos. Entonces, en un primer momento, el varón y la
mujer forman el matrimonio y cuando aparecen los hijos, como fruto del amor que
los une, entonces el matrimonio se transforma en familia.
La
familia entonces, como dijimos, pertenece a Dios, porque Él la creó, Él fue
quien la ideó en su Sabiduría Divina y Dios creó un solo modelo de familia, el
modelo formado por el papá-varón, la mamá-mujer y los hijos frutos del amor de
los esposos. Los hombres pueden inventar muchos modelos alternativos de
familias, pero solo una es válida ante los ojos de Dios y es la familia que Él
creó y que figura en el Génesis: “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza,
lo creó varón y mujer”. No hay ningún otro modelo de familia agradable a Dios
que no sea el que Él mismo creó.
Otro
aspecto a tener en cuenta es que toda familia cristiana debe tener como modelo,
como ejemplo, a la Sagrada Familia de Nazareth, formada por San José, por la
Virgen y por el Niño Jesús. Los padres varones deben tener por modelo de esposo
fiel, dedicado y providente a San José; las mamás mujeres deben tener como
modelo de madre y esposa dedicada a su familia, a la Virgen Santísima, la Madre
de Dios; los hijos de la familia deben tener como modelo y ejemplo al Hijo de
la Familia de Nazareth, Jesús, y tratar de ser como era Él cuando era Niño:
amaba a sus padres más que a nada en el mundo, les profesaba un respeto y un
cariño enorme, los ayudaba en sus tareas, los acompañaba en todo momento,
obedecía siempre con prontitud y alegría.
La
familia debe también tener un altar en el hogar, en donde se encuentren Jesús,
la Virgen, San José y los santos católicos de su devoción, para reunir a orar,
al menos una vez a la semana y esto porque el centro de la familia no puede ser
el televisor o la computadora, porque así la familia se arruina. Solo si la
familia tiene como centro a los Sagrados Corazones de Jesús y María, solo así,
la familia encontrará lo que Dios tiene para darle: paz, alegría, fortaleza,
serenidad, amor, como un anticipo del cielo.