jueves, 25 de julio de 2013

Las razones de por qué las relaciones prematrimoniales, la “píldora del día después”, la anticoncepción y el homomonio, son contrarias al Amor Divino y a la felicidad del ser humano


En una encuesta realizada recientemente entre los jóvenes que asisten a las JMJ de Río de Janeiro (cfr. edición digital de La Nación, http://www.lanacion.com.ar/1603882-la-sexualidad-y-una-iglesia-mas-cercana-los-cambios-que-mas-esperan-los-), se les preguntó a un grupo de participantes qué era lo que esperaban del Papa Francisco. Algunas de las respuestas sorprendieron -ingratamente-, debido a que la gran mayoría de los jóvenes entrevistados eran -según los encuestadores- católicos y de gran formación religiosa. Las ingratas y sorprendentes respuestas acerca de cuáles eran los cambios que los jóvenes esperaban del Papa fueron, según esta encuesta de la consultora Ibope realizada a unos 4004 jóvenes, las siguientes: “La mayoría apoyó el uso de la píldora del día después y las relaciones pre-matrimoniales (80%), la anticoncepción, el fin del celibato para curas y monjas (74%) y la posibilidad de que las mujeres celebren misa (61%). Sobre el casamiento entre personas del mismo sexo, las opiniones están más divididas: el 51% cree que debería aceptarse”.
Debido a que, en la misma encuesta, los jóvenes también se quejaron -sin razón, porque la queja no estaba fundada- de que “la Iglesia no explicaba las razones del “no” a estos cambios” pretendidos por la mayoría de los encuestados, damos las siguientes razones por las cuales las relaciones prematrimoniales, la “píldora del día después”, la anticoncepción y el homomonio son contrarios al Amor Divino y a la felicidad del ser humano.


El 80% de los encuestados apoyó el uso de la “píldora del día después”. ¿Por qué la Iglesia no la aprueba, y jamás la aprobará?
Porque la píldora del día después es abortiva porque su acción central es impedir la anidación del ovocito fecundado y como el ovocito fecundado no es una célula compleja sino un cuerpo humano en su estado de cigoto, animado por un alma inmortal, y como la eliminación consciente y voluntaria de este ser humano, llamada aborto, es un crimen, la Iglesia jamás aprobará el uso de la píldora del día después. El aborto es el asesinato de un ser humano, de una imagen viviente del Dios Viviente, y este aborto es provocado por medio de la píldora los del día después, y por este motivo, el uso de esta píldora contradice al Amor divino, que en cuanto Amor es vida y no muerte, y es contrario a la felicidad del ser humano, porque el ser humano fue creado para el Amor y la vida y no para la muerte.


El 80% de los encuestados apoyó las relaciones pre-matrimoniales. ¿Por qué la Iglesia no las aprueba, y jamás las aprobará?
Porque las relaciones pre-matrimoniales significan ausencia del Amor de Cristo entre los novios y presencia de pasión carnal. Los verdaderos “novios católicos” son aquellos que se aman con el Amor de Cristo, el cual es un amor puro y casto. La pureza y la castidad son signos de que los novios se aman en Cristo, con su Amor, que es un amor verdadero, porque “amar” significa “desear el bien del otro”, y el mayor bien que se pueden desear quienes se aman en Cristo, como verdaderos novios, es que aquel a quien se ama, permanezca, conserve y acreciente el estado de gracia santificante, y este estado se logra, en el noviazgo católico, con la castidad y la pureza. Por el contrario, el mayor mal y el más grande daño que se puede hacer a una persona en este mundo -mayor todavía que el quitarle la vida física- es el privarlo de la gracia santificante, es decir, el ser causa para que cometa un pecado mortal, porque para esta persona significa que se le abren las puertas del infierno y se le da un empujón para que caiga en él. Si alguien ama de veras a otra persona, nunca permitirá ni será causa de que caiga en pecado mortal, y esto sucede cuando los que se llaman “novios” tienen relaciones pre-matrimoniales, porque así pierden el estado de gracia santificante.
Por definición, entonces, “amar con amor de novios”, implica sí a la pureza o castidad, ya que se cumple con la esencia del amor, que es desear el bien del otro, y el mayor bien es el de la gracia santificante. La negación de la pureza y de la castidad, implica la negación del Amor de Cristo, con lo cual los novios no deben llamarse novios porque no lo son, debiendo buscar cualquier otro nombre para la relación. En la relación pre-matrimonial se da un tipo de “amor” que es impuro, y se acerca muchísimo a la pasión carnal, la cual es negación del Amor puro y espiritual de Cristo. Esta es la razón por la cual las relaciones pre-matrimoniales no son permitidas por la Iglesia, que ama a sus hijos con el Amor de Cristo y por lo tanto desea el máximo bien para ellos, el estado de gracia santificante. Si alguna vez la Iglesia aceptara las relaciones pre-matrimoniales, se comportaría como una madre desnaturalizada que no ama con amor verdadero a sus hijos.


Una gran mayoría de los encuestados apoyó la anticoncepción. ¿Por qué la Iglesia no la aprueba, y jamás la aprobará?
Porque la anticoncepción implica una visión hedonista del cuerpo y de la sexualidad humana, y Dios no creó el cuerpo y la sexualidad humana para el placer, sino para el Amor. Esto quiere decir que para que el amor humano entre el varón y la mujer sea pleno, debe estar integrado en y ser partícipe del Amor divino. Ahora bien, esta integración y participación en el Amor divino se da cuando la sexualidad humana cumple el fin para la cual la creó la Divina Bondad y la Divina Sabiduría: ser elemento de unión en el amor entre los esposos y obtener, como fruto del amor expresado en esta unión, el hijo.


Una gran mayoría de los encuestados apoyó el homomonio. ¿Por qué la Iglesia no lo aprueba, y jamás lo aprobará?
Porque Dios es Amor y Sabiduría infinita, y en Él no hay sombra alguna de maldad; todo lo que Él hace, lo hace con Amor y Sabiduría, las cuales se expresan en la creación del hombre en dos sexos complementarios: Dios creó al hombre varón y mujer, para que en la unión de ambos sexos encontraran la felicidad y alcanzaran la plena realización de sus personas uniéndose en matrimonio heterosexual. La expresión máxima de este amor heterosexual es el hijo, que aparece como fruto del amor esponsal entre el varón y la mujer, convirtiendo al mismo tiempo al matrimonio en familia compuesta por el varón, la mujer y el (los) hijo (hijos). Solo en esta unión de sexos complementarios, solo en este matrimonio heterosexual, solo en esta familia así formada, se expresan en su plenitud el Amor y la Sabiduría divina, y el hombre -varón y mujer- alcanzan su plena felicidad. Además, la unión entre el varón y la mujer se convierte en signo visible, ante el mundo, del “gran misterio” de Cristo Esposo y la Iglesia Esposa.
La Divina Bondad creó la sexualidad humana en dualidad complementaria para que en esta dualidad varón-mujer el hombre encontrara su felicidad, que consiste en amar al otro -el “otro” es el varón para la mujer y la mujer para el varón-, amor que alcanza su plenitud en su fruto mejor, el hijo. La sexualidad humana es buena y santa solo cuando se inserta plenamente en el designio del Amor divino, que quiso que por medio de ella el hombre se uniera con su ser complementario y en esta unión alcanzara la felicidad. Nada de esto se da en la el homomonio.


Una gran mayoría de los encuestados apoyó el fin del celibato y la ordenación sacerdotal de mujeres. ¿Por qué la Iglesia no los aprueba, y jamás los aprobará?
El celibato en los consagrados no significa represión de la sexualidad, sino integración de la misma en un proyecto de vida que trasciende absolutamente la naturaleza humana. Por medio del celibato, el consagrado -sacerdote, religioso, religiosa- renuncia al amor esponsal humano, legítimo y santo cuando está santificado por el sacramento del matrimonio-, para abrazar un Amor supra-humano, sobrenatural, celestial, con todo su ser, sin reservarse nada, porque ese Amor lo amó primero: es el Amor de Dios, es Dios, que es Amor. Suprimir el celibato sería, por lo tanto, negar a Dios Trino el derecho que tiene sobre sus creaturas, a algunas de las cuales Él elige para amarlas con exclusividad, sin que compartan otros amores humanos, por legítimos que estos sean. Suprimir el celibato sería también suprimir el derecho del consagrado de responder con la donación total de su ser, de su existencia y de su corazón, a Dios Trino, que lo eligió para amarlo con exclusividad.
Con respecto a la ordenación sacerdotal de mujeres, ni la Iglesia, ni el Papa, ni todos los obispos del mundo, aunque se unieran y decretaran que las mujeres pueden ser ordenadas “sacerdotisas”, lograrían hacerla efectiva, porque sencillamente no tienen potestad para hacerlo, y no tienen potestad para hacerlo porque el sacerdocio ministerial lo “inventó” Dios Trino y lo ejerció en la tierra la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios Hijo, que encarnándose en el seno virginal de María Santísima por obra del Espíritu Santo y no por concurso alguno de varón, asumió una naturaleza humana de sexo masculino, manifestándose de esta manera el Dios invisible a través de la naturaleza corpórea humana, visible, de un varón, Jesús de Nazareth. Es decir, fue Dios Trino quien quiso que el sacerdocio ministerial fuera ejercido en su Iglesia por varones, es decir, por hombres, seres humanos, de sexo masculino, y este es el motivo por el cual ni el Papa, ni la Iglesia, ni los obispos, ni los cardenales, ni todos los laicos del mundo, tienen poder alguno para implementar el sacerdocio femenino.

Valgan estas reflexiones como una modestísima contribución a las JMJ de Río de Janeiro.

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