¿Puede un joven –o no tan joven- católico asistir al
Carnaval? La respuesta, invariablemente, es un rotundo “NO”. Ahora bien, no se
trata de un “no” sin razón alguna: hay varias razones que justifican esta
negativa. Veamos brevemente algunas de ellas.
En el Carnaval, sea cual sea la cultura que lo celebre y sea
cual sea el tiempo de la historia en el que se lo analice, el centro o figura
principal y central es el demonio, el Ángel caído: por esto, un católico no
puede asistir a una celebración en la que el celebrado y homenajeado es el
Enemigo de Dios y de las almas;
El Carnaval exalta y ensalza todo aquello que Cristo derrotó
y venció para siempre en la Cruz, el hombre viejo y sus pasiones sin control:
en el Carnaval se ensalza la carnalidad, la sensualidad, la satisfacción de las
pasiones, sin control ni freno de la razón y de la gracia; en el Carnaval se “revive”
el hombre viejo, el hombre dominado por el pecado y por la concupiscencia de la
carne, el hombre que es atraído por la sensualidad y los atractivos de la carne
y del mundo. Por lo tanto, quien acude al Carnaval, hace vana la Muerte
Redentora de Jesucristo en la Cruz;
En el Carnaval no solo se vive del pecado, sino que se crean
las condiciones ideales para que el pecado brote del corazón del hombre, toda
vez que en el Carnaval se ofrece al hombre lo que contradice a la Ley de Dios;
de esta manera, en el Carnaval no está presente Dios Trino y no se sigue su Ley
de gracia y santidad, por el contrario, quien se hace presente, implícita o
explícitamente, es el Demonio, quien es el homenajeado principal en toda fiesta
de Carnaval, por lo que se siguen sus mandamientos, los mandamientos de Satanás
y no los de Dios;
En el Carnaval no se piensa en las consecuencias nefastas
que tienen las obras malas, que es la eterna condenación en el Infierno y por
lo tanto no se piensa ni en la gracia ni en el Cielo, sino en el momento
presente, pero no es un presente vivido en la Presencia de Dios, sino del
Diablo y nada bueno puede surgir de esto;
En el Carnaval se festeja al pecado como un derecho humano y
se lo celebra como si fuera causa de alegría y felicidad, cuando en realidad es
causa de toda clase de males que sobrevienen al alma que voluntariamente se
aleja de Dios Trino para cubrirse bajo las negras alas del Ángel caído;
En el Carnaval reina una alegría que no es la alegría de
Dios, porque Dios está excluido: la alegría del Carnaval es una alegría
superficial, mundana, carnal, originada en el pecado y por lo tanto no solo es
pasajera, sino que no es una verdadera alegría: la verdadera alegría proviene
del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, quien en cuanto Dios, es la Alegría
Increada en Sí misma, que se dona al alma que se postra ante su Presencia
sacramental, nada de lo cual sucede en el Carnaval.
En el Carnaval se ensalzan toda clase de males, pecados y
vicios, al tiempo que se desprecian las virtudes –entre otras, la humildad, la
modestia, la castidad-, todas las cuales se encuentran no en el Carnaval, sino
en los Sagrados Corazones de Jesús y María.
Por estas razones, y por muchas otras más, un joven católico
NO DEBE, bajo ningún punto de vista, asistir al Carnaval y mucho menos
celebrarlo.
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