Por supuesto que rezaremos por tu alma, por tu eterno
descanso, así como rezamos por el eterno descanso de todo ser humano que muere.
Por supuesto que tu partida nos duele, como nos duele la partida de todo ser
humano. Queremos recordarte por tu habilidad futbolística, porque en el fútbol,
fuiste una estrella, en el sentido de talento inigualable. Y como futbolista,
nos diste muchas alegrías; entre ellas, el gol más lindo de la historia del
fútbol, doblemente lindo para nosotros, los argentinos, porque fue contra los
piratas ingleses. Así queremos recordarte.
Pero no queremos recordarte como persona, porque si como
futbolista fuiste una estrella, como persona fuiste una estrella caída. No nos
referimos a las adicciones, ya que todos somos humanos y como tales, débiles, y
nos dejamos arrastrar, quienes por unas pasiones, quienes por otras. No. La
razón de tu caída como persona fue otra, no de carácter pasional, sino de
carácter racional. Porque con toda tu inteligencia, es decir, con toda tu
capacidad intelectual, adheriste al sistema ideológico más perverso, más cruel,
más tirano, más asesino de la historia, el socialismo-comunismo marxista. Paradojas
de la vida, vivías como el más avaro capitalista, pero te declarabas
socialista, comunista, marxista. No podemos –ni debemos- olvidar tus impúdicas
fotos con el criminal de criminales, Fidel Castro, o con el narco-dictador –además
de brujo y pagano declarado, apóstata de la fe católica-, el bandido llamado
Nicolás Maduro, que literalmente mata de hambre –de peste, de dolor, de
enfermedad- a su pueblo. Sólo mencionamos, como al pasar, estas dos “amistades”
criminales, que cultivabas con extraña pasión –cómo olvidar tus fotos con el
criminal Chávez-. Extraña y contradictoria, porque mientras en la teoría
estabas a favor del “pueblo” –esa categoría marxistoide, fantasmagórica,
utilizada por los tiranos socialistas para usurpar el poder y para perpetuarse
en él-, en la práctica, vivías como el mejor de los capitalistas. No es por
casualidad que tu fallecimiento fuera en un barrio privado –propio de oligarcas,
según tus categorías marxistas- y que acudieran en tu auxilio seis –sí, seis-
ambulancias –algunos noticieros hablan de nueve-, ambulancias de las que carecen
los hambrientos de las villas argentinas, cubanas y venezolanas, a los que vos
en teoría “defendías” contra los capitalistas, los oligarcas y los de extrema
derecha. Pudiste ser un gran ejemplo para la juventud argentina y del mundo
entero, si hubieras sido –desde el punto de vista intelectual- tan brillante
como lo fuiste en el fútbol. Pero no; elegiste unirte a los opresores de los
pobres; elegiste reunirte en comilonas y fiestas sin fin, con los cipayos
comunistas, que hablan del pueblo sólo para llegar al poder y luego para
aferrarse a él, sine die, sin tiempo.
Y alguien que se une a un tirano, a un homicida de masas –como los mencionados
Fidel Castro y Nicolás Maduro, entre otros-, no puede ser ejemplo de la
juventud. Y no sólo no es ni puede ser ejemplo de nada bueno, sino que es el
anti-ejemplo de todo lo bueno, porque voluntariamente se sube al pedestal de
los malos de la historia.
Una pena, Diego. Una estrella en el fútbol, una estrella
caída en lo moral, cultural, intelectual e ideológico. Y como estrella caída,
hiciste mucho mal, mucho daño.
A pesar de todo, rezamos por tu eterno descanso. Rezamos a Nuestro Señor Jesucristo, a quien negaste toda tu vida, para que te perdone y te conceda el descanso eterno.
Que Nuestro Dios, Uno y Trino, que es infinita Justicia,
pero también es infinita Misericordia, haya hecho prevalecer, sobre tu alma, su
infinita Misericordia. Por eso deseamos, de todo corazón, que descanses en paz.
A pesar de todo.
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