sábado, 18 de febrero de 2012

Por qué no festejar el Carnaval


         Los cristianos no podemos festejar el carnaval, y no solo festejar, sino ni siquiera ver un segundo los programas que los transmitan por televisión o por Internet.
Ante esta negativa, alguien nos podría decir lo siguiente: “¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo? ¿No es acaso una fiesta “alegre”? ¿No corremos el riesgo los cristianos de parecer “aburridos” y “fuera de onda” si no festejamos el carnaval?”
         Los cristianos no podemos festejar el carnaval, pero no porque somos “aburridos”.
Damos algunas razones de nuestro firme rechazo a esta decadente fiesta pagana.
         -Porque el carnaval, que significa “baile de la carne”, no viene de Dios ni conduce a Dios. Y lo que no viene de Dios, viene del Diablo.
         -Porque dice San Pablo que “el cuerpo es templo del Espíritu Santo”, y así como un templo, consagrado a Dios, no puede ser convertido en un almacén o en un cine, porque sería profanarlo, así tampoco el cuerpo, convertido en templo del Espíritu Santo por el bautismo, no puede ser convertido en sede de pasiones carnales y lascivas, porque es profanar al Espíritu Santo, a quien el cuerpo pertenece.
         -Porque el cuerpo, templo del Espíritu Santo, ha sido adquirido por Cristo al precio de su Sangre, derramada en la Cruz, para ser consagrado a Dios, y como tal, debe ser cubierto con la modestia y el pudor, para ser visto sólo por Dios. Cristo no adquirió el cuerpo del hombre, al precio de su vida, para que el cuerpo sea mostrado impúdicamente para ser visto y deseado impúdicamente por hombres y demonios.
         -Porque si el cuerpo es templo de Dios, y como tal, debe estar perfumado por el perfume de la gracia, adornado con las virtudes de la castidad y de la pureza, e iluminado por la modestia y el pudor, para que el corazón, convertido en altar y sagrario, aloje con amor santo y puro a Jesús Eucaristía. En este templo deben escucharse cantos de alabanza y de acción de gracias a Dios Uno y Trino, que se ha dignado enviar a la dulce paloma del Espíritu Santo a hacer del corazón del hombre en gracia su luminoso nido.
Cuando esto no sucede, cuando se lo expone impúdicamente y cuando se lo mueve al ritmo de tambores y música desenfrenada, el cuerpo se oscurece en su interior, se apaga la luz de la gracia, la dulce paloma del Espíritu Santo huye entristecida, y en lugar del pudor, de la vergüenza, de la castidad y de la pureza, entran con furia blasfema la impudicia, la inmodestia, la lascivia y la lujuria, y el corazón, de nido luminoso, se convierte en oscuro cubil de feroces lobos, en babeantes cuevas de serpientes venenosas.
En un cuerpo así, no habita más el Espíritu Santo, sino Asmodeo, el demonio de la lujuria.
He aquí las razones de por qué los cristianos no festejamos el carnaval.
         

            

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