viernes, 3 de noviembre de 2017

Juan Pablo II y las alas de la razón y de la fe para volar hacia Dios


(Homilía para docentes de un instituto terciario)

         En su encíclica “Fides et Ratio”, Juan Pablo II afirmaba que el hombre poseía “dos alas” para volar hacia Dios, es decir, para elevar el alma a Dios, y esas eran la razón y la fe (católica): “La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad”. Ambas, razón natural y fe católica, no se contraponen ni contradicen nunca, porque la fe no se basa en verdades irracionales, sino en verdades racionales, aunque sobrenaturales, que superan la capacidad de comprensión de la razón humana. La razón, a su vez, es capaz de alcanzar la verdad, tanto las verdades parciales, como la Verdad Absoluta, que es Dios. Dios es la Verdad en sí misma y toda verdad, buena y santa, lo es por participación a la Verdad Absoluta que es Dios.
         Por esta razón, un docente, un profesor, un investigador –hablamos siempre de católicos-, en el orden que sea, no puede nunca declararse ni agnóstico ni ateo, y mucho menos apóstata. Esto sucede, lamentablemente, cuando se renuncia a una de las dos alas, o la fe sin razón, o la razón sin fe. La fe sin razón es puro fideísmo y conduce a creencias contrarias a la razón y al bien del hombre; la razón sin fe, priva al hombre de alcanzar la meta más grandiosa que pueda alguien alcanzar en esta vida, con su intelecto, y es la Verdad Absoluta, que es Dios.
         Un docente, un profesor, un investigador, del área que sea, que se declare agnóstico, ateo o apóstata –es el que reniega de la fe recibida en el Bautismo-, demuestra que posee una sola de las dos alas necesarias para elevar el alma a Dios, y le sucede lo que le sucede a un ave cuando está herida en un ala: así como el alma con un ala herida no puede remontarse hacia el cielo, así un hombre, sin la fe o sin la razón, no puede elevarse hacia el Dios Verdadero, que es la Verdad Absoluta e Increada en sí misma.
         Pero en estos casos, hay un agravante: al ser docente, no solo no se eleva él hacia Dios, sino que no permite que sus alumnos lo hagan, lo cual es una grave responsabilidad ante Dios y los hombres.

         Muchos, por diversas razones, pero más que todo, por moda, parecen creer que el ser ateos, agnósticos o apóstatas, es algo que es acorde a una condición intelectual superior; sin embargo, se equivocan grandemente, porque no se dan cuenta de que permanecen en tierra, como un ave herida, sin poder elevarse a Aquel que es la Verdad y la Belleza en sí misma, Dios Uno y Trino.

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