A
todas las personas del mundo les gusta tener amigos y eso es normal, porque los
seres humanos fuimos creados por Dios para ser amistosos, para dar y recibir el
amor de amistad. De entre todas las cosas lindas de la vida, encontrar y tener un
buen amigo es tal vez lo más lindo. Encontrar y tener un buen amigo vale más
que un tesoro, vale más que un cofre lleno de monedas de oro y así lo dice la
Biblia: “El que encuentra un amigo, encuentra un tesoro” (Ecl 6, 17). Un buen amigo estará siempre con nosotros, en las
buenas y en las malas; en las buenas, se alegrará cuando nos pasen cosas buenas
y alegres; en las malas, nos consolará con sus consejos y con su presencia,
cuando nos pasen cosas no tan buenas o tristes.
Ahora
bien, encontrar un buen amigo es difícil, como lo dice la Biblia, porque un
amigo es como un tesoro y un tesoro es muy difícil de encontrar. Otra cosa que
hay que tener en cuenta es que hay amigos y amigos, hay amigos que no son buenos
y amigos que son buenos y como dice San Juan Bosco, hay que elegir siempre a
los buenos amigos, porque los buenos amigos nos llevan por buenos caminos,
mientras que los malos amigos nos llevan por malos caminos. Entonces, si ya es
difícil encontrar un amigo, más difícil es todavía encontrar un buen amigo.
Pero
todo esto lo tenemos nosotros los católicos, antes que siquiera empecemos a
pensar: tenemos Alguien que es más que un buen amigo y Alguien que vale más que
todos los tesoros del mundo: ese Amigo es Jesús.
No
somos nosotros quienes queremos ser amigos de Jesús, sino que Jesús es quien
quiere ser nuestro amigo, porque Él nos ofrece su amistad, antes de que
nosotros ni siquiera empecemos a pensar en Él. En la Última Cena, Jesús nos
brinda su amistad, ya que nos dice: “Ya no os llamo siervos, sino amigos”. Jesús
vale más que todos los tesoros del mundo, porque Él es Dios y es el Amigo Fiel
que nunca falla. Nuestro Amigo que es Jesús, está en su Casa del cielo, que es
el Reino de Dios, pero también está en su Casa en la tierra, que es el
sagrario. Él se queda en la Eucaristía para que nosotros lo vayamos a visitar;
así como vamos a la casa de un buen amigo, para compartir un buen rato con él,
conversando con él, así tenemos que corresponder a la amistad de Jesús,
acudiendo a visitarlo a su Casa de la tierra, el sagrario. No debemos dejar de
lado la invitación de Jesús de ser nuestro Amigo más querido y debemos corresponder
a su invitación.
Hay
algo muy importante que tenemos que saber y es que un amigo terreno, aunque sea
muy bueno, en algún momento puede fallarnos, porque puede suceder que no esté
cerca cuando lo necesitamos, porque ha viajado, o por algún otro motivo. Pero Jesús
es el Amigo Fiel, el Amigo que nunca falla, el Amigo que está siempre
esperándonos para darnos el Amor de su Sagrado Corazón. Lo único que debemos
hacer es ir a visitarlo en su Casa de la tierra, que es el sagrario y ahí lo
encontraremos, en el silencio de la oración.
Por
esta razón, porque Jesús es el Amigo Fiel que nunca falla y que siempre está en
su Casa, el sagrario, nunca, pero nunca, debemos sentirnos solos; nunca debemos
creer que nadie nos escucha, o que nadie nos quiere, o que a nadie le importa
lo que nos pasa: Jesús nos ama y desea que vayamos a visitarlo en el sagrario,
para contarle nuestras penas y nuestras alegrías. Nunca debemos sentirnos solos
o desprotegidos, porque Jesús Eucaristía es nuestro Amigo Fiel que nunca falla,
que nunca nos abandona, que siempre nos da, cada vez que vamos a visitarlo al
sagrario y cada vez que comulgamos, el Amor de su Sagrado Corazón.
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