“Más merece el que
devotamente oye una Misa en gracia de Dios, que si diera todos sus bienes para
sustento de los pobres” (San Bernardo).
“Oír Misa en vida o dar limosna para que se
celebre aprovecha más que dejarla para después de la muerte” (San Anselmo).
“Más aprovecha para remisión de la culpa y
de la pena, es decir, para la remisión de los pecados, oír una Misa que todas
las oraciones del mundo” (Eugenio
III, Papa).
“Con la Misa se tributa a Dios más honor que el que puedan tributarle
todos los ángeles y santos en el cielo, puesto que el de éstos es un honor de
criaturas, mas en la Misa se le ofrece su mismo Hijo, Jesucristo, que le
tributa un honor infinito” (San Alfonso María de Ligorio).
“Todas las buenas obras del mundo
reunidas no equivalen al Santo Sacrificio de la Misa, porque son obras de
hombres, mientras que la Misa es obra de Dios. En la Misa, es el mismo
Jesucristo Dios y Hombre Verdadero quien se ofrece al Padre para remisión de
los pecados de todos los hombres, y al mismo tiempo le rinde un amor infinito” (Santo
Cura de Ars).
Santa Teresa suplicaba un día al Señor que le indicara cómo podía
pagarle todos los dones que le había concedido, y le contestó que OYENDO UNA
MISA.
“…cada día, celebrando la Eucaristía, nos encontramos sobre el Gólgota” (Juan Pablo II).
La Santa Misa es un misterio sobrenatural,
es
el misterio más grandioso y sublime
que jamás pueda imaginarse:
el Hombre-Dios
Jesucristo se inmola por nosotros
en la cruz del altar.
La Santa Misa es
vivir ya desde la tierra
lo que viviremos en la eternidad:
la adoración del
Cordero Místico, Jesucristo.
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