sábado, 17 de diciembre de 2016

Qué significa para el joven cristiano servir en Caritas


         Para desentrañar el significado que tiene para un bautizado el servir en Caritas, es necesario recordar el origen de la palabra: “Cáritas” es un término que proviene del latín “Charitas”, se traduce en español como “Caridad” y significa “amor”. Pero, ¿de qué “amor” se trata? No se trata del mero amor humano, por cuanto el amor humano, aun siendo noble, es siempre limitado y está condicionado por nuestra naturaleza, por la concupiscencia y se deja llevar por las apariencias. El “amor” que se expresa con la palabra “Cáritas” y que por lo tanto define la labor de la institución dentro de la Iglesia, es otro amor, es el Amor de Dios. O, mejor aún, es “Dios, que es Amor”, como expresa San Juan en el Evangelio: “Deus Caritas est” (Dios es Amor)[1]”.
         Entonces, el término “Cáritas”, con el que se designa a una institución oficial de la Iglesia, revela el sentido y el objetivo de la institución, que es el de manifestar a Dios, que es Amor, al prójimo, principalmente el más necesitado. En el caso concreto de la institución Cáritas –a la cual podríamos traducirla como “Amor de Dios”-, la forma de manifestar este Amor de Dios, es por medio de la realización de obras de misericordia, principalmente corporales, como la de “vestir al desnudo”.
Ahora bien, si trabajamos en una institución de la Iglesia a la cual en vez de Cáritas podemos llamarla “Amor de Dios” y que tiene por función comunicar el Amor de Dios, esto significa que todos los miembros de la institución –al igual que toda la Iglesia-, deben estar animados, informados, compenetrados por el Amor de Dios, porque nadie puede dar lo que no tiene, y si no tengo en mi corazón el Amor de Dios, el Espíritu Santo, entonces no puedo dar a mi hermano el Amor de Dios, aun cuando cumpla un servicio en una institución que lleva por nombre “Amor de Dios”.
Es decir, si trabajo en Cáritas-Amor de Dios, para poder dar de ese Divino Amor al prójimo, debo tenerlo en el corazón, porque de lo contrario, no voy a poder dar de lo que no tengo. ¿Y de qué manera puedo tener el Espíritu Santo? ¿No es mucha pretensión de nuestra parte tener el Espíritu de Dios? Jesús mismo nos dice que debemos pedir el Espíritu Santo al Padre, y Él nos lo dará: “Si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lc 11, 13).
Sólo si tenemos el Espíritu Santo en nuestros corazones, podremos decir que verdaderamente trabajamos y servimos en Cáritas y al Espíritu Santo se lo pide por la oración, de lo que se sigue que quien trabaja en Cáritas, es el que más oración debe hacer, entre todos los miembros de la Iglesia. Por último, tenemos que recordar que en el corazón humano no hay lugar para el Espíritu Santo y el amor propio: o está el uno, o está el otro. El amor propio es muy fácil de reconocer: tengo amor propio si no soy capaz de perdonar; si guardo rencor ante las ofensas de mi prójimo; si no soy capaz de pedir perdón, cuando soy yo el que ofendo; si soy ligero para la crítica; si no tengo paciencia –una obra de misericordia es “soportar con paciencia los defectos del prójimo”-; si busco el reconocimiento de los hombres y no el de Dios; si tengo envidia; si tengo pereza; si doy lugar a las habladurías; si me dejo llevar por las habladurías; si en vez de concordia, soy sembrador de discordia y desunión; si devuelvo el mal con otro mal; etc.
Quien sirve en Cáritas, debe recordar que el nombre de la institución significa “Amor de Dios”, que debe dar de ese Amor de Dios a su prójimo, que para tener ese Amor hay que pedirlo y que para pedirlo hay que rezar, y que el himno de la caridad de San Pablo debe estar impreso a fuego en su mente y en su corazón y debe traducirlo por obras: “El amor (de Dios) es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Cor 13, 4-7). Quien no está dispuesto a vivir el himno de la caridad, es mejor que no trabaje en Cáritas. Pero, por otra parte, todos los cristianos estamos obligados a vivir el himno de la caridad. En Cáritas, tanto aquellos que dan, como los que reciben, tienen que tener en sus corazones "Cáritas", es decir, el Amor de Dios.




[1] 1 Jn 4, 8.

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