Todos los años surge la misma pregunta, recurrente una
y otra vez: ¿puede un católico participar/celebrar el carnaval?
Antes de entrar de lleno en la reflexión que nos
conduce a la respuesta, tengamos como dato preliminar lo que decían los santos acerca
del carnaval, como por ejemplo, Ana Catalina Emmerich. Su director espiritual
escribía lo siguiente de la santa, para tiempos de carnaval: “Los días de
carnaval eran para Ana Catalina Emmerich días de terribles sufrimientos a causa
de los pecados que se cometen en esos días. Sobre esto llegó a decir: “Dios me
hace ver todas las abominaciones y el libertinaje en pensamientos y la malicia
de los corazones y las trampas tendidas por el Diablo”.
Teniendo en cuenta esto, consideremos qué es el
Carnaval en sí mismo o, mejor dicho, qué es lo que No es el Carnaval: el Carnaval
NO ES una mera expresión cultural de distintos pueblos en distintos lugares y
tiempos de la historia humana; el Carnaval NO ES una “fiesta inocente”, en la
que las personas pueden asistir lícitamente a tomar unos momentos o días de
rélax o de descanso; el Carnaval NO ES una fiesta familiar; el Carnaval NO ES
una celebración neutra, equidistante entre el bien y el mal, como si se lo
pudiera ubicar moralmente entre ambos, sin importar sus consecuencias; en el
Carnaval NO ESTÁ Dios ni su Santo Espíritu; en el Carnaval se cometen
blasfemias, burlas sacrílegas, ofensas inimaginables, contra la Madre de Dios,
contra Jesucristo, contra todo lo bueno, lo santo, lo verdadero. Y así podríamos
seguir hasta el infinito.
Una vez considerado qué es lo que NO ES el Carnaval,
consideremos entonces qué es lo que SÍ ES el Carnaval.
-El Carnaval es la exaltación de todo lo que Cristo ha
venido a destruir: las obras del Demonio, el Pecado y las Pasiones sin control.
-En el Carnaval, a lo largo de la historia humana,
desde que se tienen registros de su celebración, la figura central es el
Enemigo de Dios y de las almas, el Demonio, a quien se ensalza, se adora, se
rinde homenaje y esto nos dice prácticamente todo.
-En el Carnaval se dejan de lado, exprofeso, las
Sagradas Personas de Nuestro Señor Jesucristo y de la Madre de Dios, María Santísima,
porque siendo el Carnaval una “fiesta de las tinieblas” no hay, como dicen las
Escrituras, “nada en común entre la luz -la Luz Eterna que es Cristo- y las
tinieblas -que es el Príncipe de las tinieblas, el Ángel caído, Satanás.
-Al ser dejados de lado Nuestro Señor y la Virgen, en
el Carnaval no existen frenos espirituales, ni morales, ni mucho menos racionales
a las pasiones depravadas de los hombres, en donde todas y cada una de las
pasiones es dejada a su libre y plena expresión, destacándose en cada persona
una pasión “personal”, que es la fuente de su vicio o pecado dominante; por
ejemplo, en unos será la lujuria, en otros, la pereza, en otros, la gula, y
así.
-En el Carnaval se exalta todo lo que el Pecado
Original contaminó, arruinó, destruyó, en el hombre, comenzando por la carne,
por los placeres carnales, haciendo de estos el principal sino único objetivo
de la participación en estos decadentes bacanales.
-Se instala en el Carnaval la idea de la diversión por
la diversión en sí misma, sin una causa y sin un objetivo, como en el
cristianismo, en donde la alegría se origina en Dios, que es “Alegría infinita”,
tal como dice Santa Terea de los Andes. Este deseo de “diversión por la misma
diversión”, no es inocente, además de ser un signo del fin de los tiempos, ya
que fue profetizada por Nuestra Señora de Lasalette, quien en una de sus apariciones,
advirtió que una de las señales de la pronta Venida de su Hijo sería que “en
los Últimos Tiempos todo el mundo buscará divertirse” y esto lo podemos ver no
solo en el Carnaval, sino en prácticamente en todos los aspectos de la vida
cotidiana de nuestros días, en donde la diversión prevalece como criterio para
realizar o no realizar una actividad -por ejemplo, “no vengo a Misa porque no
es divertida”-, lo cual es una grave tergiversación de la naturaleza de los
hechos, ya que la Santa Misa no es ni divertida ni aburrida, sino un misterioso
don de la Divina Misericordia por el cual Dios perdona nuestros pecados,
derrota a nuestros enemigos espirituales, nos alimenta con la substancia de su
Cuerpo y de su Sangre y nos abre las Puertas del Reino de los cielos.
Por todo esto y mucho más, nos damos cuenta acerca de
las razones por las cuales el católico debe alejarse del Carnaval como si del
Demonio mismo se tratase (que se trata del Demonio).