(Homilía con ocasión del Aniversario de un instituto educativo para niños y adolescentes)
Hay
algo que a los estudiantes, paradójicamente, no les gusta hacer: estudiar. Muchos
consideran el estudio como algo “aburrido” o “inútil”, y sin embargo, estudiar
y aprender son tal vez las aventuras más fascinantes y divertidas de todas las
aventuras fascinantes y divertidas que pueda tener un hombre en la vida. Pero además de ser divertido y fascinante, estudiar la ciencia humana -tal como lo hacemos desde niños pequeños-, es algo muy importante para nuestras vidas. ¿Porqué?
Es
muy importante estudiar la ciencia humana, por dos motivos: porque nos hace más
perfectos y por lo tanto, mejores personas, desde el momento en que, antes del
estudio, no teníamos una perfección, un conocimiento, mientras que después del estudio,
sí, porque ahora sabemos lo que antes no sabíamos. Estudiar, entonces, es
importante, porque nos hace mejores personas. La otra razón por la que es
importante estudiar, es porque a través del estudio, podemos conseguir, en el
futuro, un buen empleo, de modo que podamos mantener a nuestra familia.
Otra
cosa que hay que tener en cuenta en el estudio, es que todo se lo debemos a
Dios, porque es Él quien nos ha dotado de una inteligencia que nos permite “leer”
la realidad y conocerla tal como es –la palabra “inteligencia” viene de: “intus
legere”, “leer dentro” de las cosas y es gracias a esta potencia del alma, que
podemos conocer con precisión el mundo que nos rodea-; por eso, el que estudia
la ciencia humana, con la razón humana, no tiene excusas para no creer en Dios,
porque estudia con la inteligencia que le dio Dios, y estudia la realidad
creada por Dios. Es decir, si soy un estudioso de las ciencias humanas –y, más
adelante, si soy un profesional o un científico-, no puedo no creer en Dios,
porque si soy científico, lo soy gracias a la inteligencia que Dios me dio, y
si soy científico porque investigo la realidad que me rodea, entonces investigo
la realidad creada por Dios.
Pero
si es importante estudiar la ciencia humana, en la que se leen libros y se
aprenden las lecciones de los maestros, hay otra ciencia, mucho, pero muchísimo
más importante que la ciencia humana, y es la Ciencia divina que se estudia en
un libro muy especial, el Libro de la Cruz, y las lecciones que nos permiten
aprender de este libro tan especial, nos la da una Maestra muy especial, la
Virgen, que está al pie de la cruz. ¿Cómo se estudia este Libro de la Cruz? Arrodillados
ante Jesús crucificado, elevando la mirada y el corazón hacia las heridas, los
clavos, la corona de espinas, la Sangre y el Costado traspasado de Jesús, y haciendo mucho
silencio, para poder escuchar las lecciones que nos da la Virgen, la Maestra
del cielo. ¿Por qué es tan importante estudiar del Libro de la Cruz,
aprendiendo las lecciones que nos da la Maestra del cielo, la Virgen? Porque en
el Libro de la Cruz Jesús nos enseña cómo ser verdaderamente felices y alegres
en esta vida –porque la felicidad y la alegría están en Él, que es Dios de
Alegría infinita-, aun en medio de los problemas que seguramente surgirán en
nuestro camino, y porque el Libro de la Cruz nos enseña qué tenemos que hacer
para ganar el cielo, para vivir en el cielo, en la mansión que Jesús preparó
para cada uno de nosotros, de parte del Padre. El Libro de la Cruz nos enseña
para qué estamos en esta vida –para ganar el cielo- y nos enseña cómo llegar al
cielo y así cumplir nuestra meta más alta –imitando a Jesús crucificado-. Entonces, si es importante estudiar la ciencia humana, es mucho -muchísimo- más importante estudiar estudiar la ciencia de Dios que nos enseña el Libro de la
Cruz y nuestra Maestra celestial, la Virgen.
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