¿A quién rezamos cuando rezamos? A Dios Uno y Trino. Él es
nuestro destinatario final, aunque nuestras oraciones, para que lleguen “mejor”,
pueden ser “conducidas” por “intercesores” o “mediadores” en el Amor: la
Virgen, los ángeles y los santos. Es lo que se llama “la comunión de los santos”.
Esto es así porque, estando ellos más cerca de Dios, puesto que viven con Él,
pueden llevar nuestras oraciones con mucha más facilidad y con menos “interferencias”
–por así decirlo-, que si lo hacemos nosotros, por nosotros mismos. En este
sentido, la Virgen, los ángeles y los santos, son como “amplificadores” y como “traductores”
ante Dios, de nuestras oraciones. Sucede que, debido a nuestra pequeñez e
insignificancia –y cuando no, nuestra malicia-, cuando oramos, nuestras
oraciones, o son demasiado débiles, o son ininteligibles –por eso de que “no
sabemos pedir”- y, lo que es más grave aún, sin amor, o con muy poco amor, y
como lo que le da “fuerza” a la oración es el amor, nuestras oraciones, cuando
no están mediadas por la Virgen, los ángeles y los santos, no tienen fuerza, y
no se elevan más allá de nuestras cabezas, y es así como no llegan –nunca- al
trono de Dios. Sin embargo, cuando nuestra oración está mediada por alguno de
los bienaventurados habitantes del cielo, estamos segurísimos de que no sólo
llegará, sino de que llegará con fuerza, con claridad y, lo más importante, con
mucho amor, porque el amor nuestro faltante, será suplido con creces por
nuestro santo intercesor. Y cuanto más cerca esté el bienaventurado intercesor
que hayamos elegido, tanto más seguros estaremos que nuestra oración será más
escuchada y mejor entendida y recibida por las Tres Personas de la
Adorabilísima Trinidad. De aquí viene la importancia de elegir siempre, en
primer lugar, a la Virgen, como nuestra Celestial Intercesora, para que sea
Ella quien lleve nuestras oraciones ante el Trono del Cordero y de la Santísima
Trinidad en los cielos, porque, más que estar Ella cerca del Amor de Dios, como lo pueden estar los ángeles y los santos más perfectos, es Dios Amor quien inhabita en su Inmaculado Corazón. Y luego de la Virgen, serán los santos a los que más
devoción les tengamos –por ejemplo, el Padre Pío, la Madre Teresa, Santa Teresa
de Ávila, etc.-; o nuestros Santos Ángeles Custodios, o los Santos Arcángeles,
Miguel, Gabriel, Rafael.
¿Qué esperamos entonces para rezar y para elegir a nuestros
intercesores y compañeros de oración, si sabemos que con ellos, nuestra oración
será escuchada y atendida por un Dios que es Amor infinito y eterno?
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