martes, 22 de marzo de 2022

Cristo Dios, Maestro Divino

 



         El cristiano –el católico- no puede no tener a Cristo como al Único modelo de vida. Si esto es válido para el cristiano, lo es, con mucha mayor razón, para el docente, puesto que uno de los nombres de Cristo es el de “Maestro” y también “Doctor”, es decir, “el que enseña”. Cristo es el Maestro y el Doctor –docente- por excelencia, por antonomasia[1]. La razón es que Él es la Sabiduría Increada del Padre; Él es la Palabra eternamente pronunciada por el Padre, en el que el Padre expresa, desde toda la eternidad, toda su sabiduría y puesto que es Dios, en la sabiduría del Padre, Cristo Jesús, está contenida toda la Sabiduría Divina, toda la Sabiduría de Dios Uno y Trino.

         En el período de su vida pública –entre los treinta y treinta y tres años-, la enseñanza –la actividad propia del docente- es un aspecto esencial de su actividad: enseña en las sinagogas (Mt 4, 23; Jn 6, 39), en el Templo (Mt 21, 23), con ocasión de las fiestas (Jn 8, 20) y hasta diariamente (Mt 26, 55). Las formas de enseñanza se corresponden con las que emplean los doctores de Israel, quienes a su vez (Mt 22, 16) lo interrogan –es decir, los mismos doctores reciben enseñanza de parte de Jesús-; por esta razón, recibe de parte de ellos el título de “rabbí”, que significa “maestro” y Él lo acepta (Jn 13, 13), aunque a los escribas les reprocha ir a la busca de ese título, como si no hubiera para los hombres un solo maestro, que es Dios (Mt 23, 7). En el caso de Jesús, no es que Él busca ese título, ni tampoco nadie se lo concede: Él lo posee por su misma naturaleza divina, porque como decíamos al inicio, Él es la Sabiduría Divina, Increada y Encarnada y por lo tanto, es el Maestro por antonomasia, por excelencia. Un ejemplo nos puede ayudar a comprender la Sabiduría de Jesús: ¿alguien puede enseñarle a Jesús la estructura molecular o la estructura atómica de cualquier elemento, desde el momento en que Él es el Creador de la materia? Sería absurdo decir que Jesús no conocía las estructuras visibles al microscopio electrónico, porque en época no existía ese nivel de ciencia, pero si Jesús es Dios y en cuanto tal es el Creador de la materia, ¿cómo no va a saber lo que Él creó? Y así con cualquier aspecto del universo creado, visible e invisible.

         Ahora bien, Jesús aparece como doctor, como docente, pero se distingue claramente de los doctores de la ley, de los doctores de su tiempo. A veces habla y obra como “profeta”; otras se presenta como intérprete autorizado de la ley, a la que lleva a la perfección. En este sentido enseña con una “autoridad singular” (Mt 13, 54). Además, su doctrina ofrece un carácter de “novedad” que sorprende a los oyentes (Mt 1, 27), ya se trate de un anuncio del reino o de las reglas de vida que da: rechaza el fariseísmo, que se centra en reglas meramente humanas, falsificando la verdadera religión cuya esencia es la misericordia y el amor a Dios, suplantándola por el lavado de manos y la dureza y frialdad de corazón (Mt 15, 1-9); a cambio, Jesús revela los misterios sobrenaturales absolutos de Dios –Dios es Uno y Trino y se ha encarnado en la Persona Segunda de la Trinidad, que es Él y prolonga su Encarnación en la Eucaristía- para que los hombres conozcan la Verdad sobre Dios Trinidad y la necesidad imperiosa de aceptar la salvación que Él les ofrece por su sacrificio en cruz.    El docente católico debe quitarse de encima el complejo de inferioridad que el mundo ha adosado al catolicismo y, contemplando a Cristo Dios como a su Maestro, proclamar la Verdad de Dios –en la materia que sea- a sus formandos.

        



[1] Cfr. X. León-Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica, Biblioteca Herder, Barcelona 1993, voz “Enseñar”.

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