martes, 7 de octubre de 2014

Los Diez Mandamientos para Jóvenes: Sexto y Noveno Mandamientos: “No cometerás actos impuros”; “No desearás la mujer de tu prójimo”


         Para apreciar la belleza de estos Mandamientos, que en su parte positiva buscan la pureza del cuerpo y del alma, es conveniente meditar acerca del pasaje de la Escritura en donde se habla acerca del cuerpo humano como “templo del Espíritu Santo”: “¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Cor 6, 19).
         Esta pertenencia del cuerpo al Espíritu Santo se debe a la acción de la gracia santificante, por el Sacramento del Bautismo, y para comprender mejor de qué manera  el Espíritu Santo es Dueño del cuerpo, podemos hacer una analogía con un templo material, en cuyo interior se encuentra Jesús Eucaristía en el sagrario: así como Jesús Eucaristía está en el sagrario, y así como el templo en el que Jesús Eucaristía, Presente en el sagrario, le pertenece a Jesús Eucaristía, así, de la misma manera, el Espíritu Santo, está Presente, en Persona, en el cuerpo, que es su templo, en virtud del Sacramento del bautismo. Entonces, si al templo material, en el cual se encuentra Jesús, hiciéramos entrar –hipotéticamente- animales de todo tipo –vacas, cerdos, gallinas, caballos, toros, etc.- y los encerráramos por varios días, sin darles de comer y sin darles atención de ningún tipo, al cabo de unos días, el templo se encontraría todo lleno de estiércol y de orina, porque los animales, obviamente, harían sus necesidades fisiológicas en el templo; esto, sin lugar a dudas, constituiría una profanación del templo y un ultraje a la Presencia sacramental de Jesús Eucaristía, que se encuentra en el sagrario, porque nosotros no podríamos decir: “Yo hago en el templo lo que quiero, porque el templo es mío”. No, no podemos hacer eso, porque el templo no es nuestro; el templo es de Jesús, que se encuentra en Persona, en el sacramento de la Eucaristía, en el sagrario, y si nosotros hacemos entrar animales y dejamos que hagan sus necesidades fisiológicas en el templo, o dejamos que se apareen en el templo, estamos profanando el templo, que es un lugar sagrado, y que no nos pertenece, porque es de Jesús. Análogamente, pasa con nuestro cuerpo: no podemos decir: “Yo hago lo que quiero con mi cuerpo”, porque no es nuestro, sino del Espíritu Santo; no podemos profanarlo con actos impuros, ni con relaciones sexuales pre-matrimoniales o contrarias a la naturaleza, porque en nuestro cuerpo inhabita el Espíritu Santo, por el sacramento del Bautismo, y Él es el Dueño de nuestro cuerpo, y si hacemos esas cosas, profanamos nuestro cuerpo, templo del Espíritu, y lo ultrajamos a Él, Tercera Persona de la Santísima Trinidad.
         Lo mismo vale para el alcohol, las drogas de todo tipo, la pornografía, los pensamientos impuros, las acciones deshonestas, y CUALQUIER tipo de relación sexual que no sea la relación entre el varón y la mujer (es decir, bendecida por el sacramento del matrimonio y siempre que sea de modo natural y por lo tanto, abierta a la vida): si alguien entrara en un templo material, en el que se encuentra Jesús en el sagrario, en la Eucaristía y, no obstante la Presencia de Jesús en la Eucaristía, derramara a lo largo y ancho del templo, cientos de litros de vino, de whisky, de bebidas alcohólicas de toda clase, y se pusiera a fumar marihuana, cocaína, crack, y drogas de todo tipo, y luego se pusiera a proyectar videos pornográficos, utilizando el altar para colocar allí una pantalla de cine, todo eso sería, indudablemente, un horrible sacrilegio y un ultraje que clamaría al cielo y que exigiría la más inmediata reparación, antes de que la Justicia Divina descargue todo el peso de su Ira sobre el culpable de semejante blasfemia y profanación del templo de Dios. Pues bien, esta horrible profanación de un templo material, que sucedería en un hipotético caso, en un templo material, si alguien, que estuviera fuera de sus cabales decidiera entrar en un templo y decidiera comenzar a vaciar cientos de litros de alcohol, desparramándolos por el piso, y luego comenzara a fumar decenas y decenas de cigarrillos de marihuana y a inyectarse drogas de todo tipo, y además comenzara a proyectar pornografía en una pantalla de cine, y en el colmo de la blasfemia, se decidiera a tener relaciones en el mismo templo, y todo esto en Presencia del Dueño del templo, que es Jesús en la Eucaristía, Presente en el sagrario, toda esta horrible profanación, narrada imaginariamente, es lo que sucede, sin embargo, en la realidad, cientos de miles de veces al día, toda vez que un católico se embriaga, se droga, consume pornografía y tiene relaciones sexuales fuera del matrimonio: sucede toda vez que los católicos profanan su cuerpo, que es templo del Espíritu Santo, consumiendo alcohol en exceso, drogándose, consumiendo pornografía, y teniendo relaciones fuera del matrimonio, o cometiendo actos impuros.

         Todo esto sucede por no tener en cuenta que el cuerpo no nos perteneces, sino que le pertenece a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo: “Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo” (cfr. 1 Cor 6, 19).

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