Sabemos,
por la razón, que Dios es Uno, porque al ver la Creación, nos damos cuenta que
su perfección científica y su hermosura increíble no pueden haber salido de la
nada, sino que deben haber sido ideadas por un Ser infinitamente Sabio y Bello
y, además, Omnipotente. Pero lo que no podemos saber es cómo es ese Dios en sí
mismo, porque la naturaleza de Dios está tan por encima de la nuestra, que es
como tratar de iluminar el sol con un fósforo encendido: el fósforo encendido
es nuestra razón, y el sol es Dios. Los católicos sabemos que Dios es Uno y
Trino, pero no porque eso se pueda deducir ni comprender, sino porque Jesús,
que es el Hijo de Dios encarnado, nos lo reveló en las Sagradas Escrituras, más
específicamente, en el Nuevo Testamento, y si Él no nos hubiera revelado, no
sabríamos cómo es Dios en sí mismo. Es decir, podríamos saber que Dios es Uno,
que es infinitamente Sabio, Bueno y Omnipotente, pero no podríamos saber que en
Dios hay Tres Personas –el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo-, pero que no hay
tres dioses, sino un solo Dios, tal como nos reveló Jesús. Dios es Uno en
naturaleza y Trino en Personas; en el hombre, a la naturaleza le corresponde
una persona y no tres, como a Dios: si en una habitación hay tres personas,
están presentes tres naturalezas humanas; si sólo está una naturaleza presente,
hay una sola persona. Por este motivo es que, cuando tratamos de pensar en Dios
como Tres Personas con una y la misma naturaleza, no lo podemos entender[1].
Esto
es lo que se llama “misterios de fe” y a esto se refiere el Misal cuando al
comenzar la Misa, pedimos perdón de nuestros pecados, para poder participar,
por la gracia y sin pecados, dignamente, de los “misterios” divinos[2], y
lo sabemos porque, como dijimos, no es que seamos capaces de deducirlo con
nuestra razón, sino que fue Jesús quien nos lo reveló, y Jesús, siendo Dios, es
Veraz y no puede mentir ni engañar, porque en Él no hay mentira ni engaño alguno.
Y
lo que debemos saber es que tampoco, ni siquiera una vez revelado, podemos
entender cómo es que hay Tres Personas distintas en Dios y sigue siendo un solo
Dios Verdadero en Tres Personas. Es decir, incluso después que Jesús nos enseña
que Dios es Uno y Trino, no podemos entender cómo es que puede ser Dios Uno y a
la vez Trino en Personas[3]. Para
poder entender la incapacidad de nuestra mente para poder abarcar el misterio
de la Trinidad, conviene recordar un episodio de la vida de uno de los más
grandes santos, San Agustín de Hipona (354 – 430): el santo un día paseaba por
la playa mientras iba reflexionando sobre el misterio de la Santísima Trinidad
tratando de comprender, solo con su razón, cómo era posible que Tres Personas
distintas (Padre, Hijo y Espíritu Santo) pudieran constituir un único Dios.
Mientras caminaba y pensaba, se encontró con un niñito que había excavado un
pequeño pozo en la arena y trataba de llenarlo con agua del mar. El niñito
corría hacia el mar y recogía un poquito de agua en una cuenca marina. Después
regresaba corriendo a verter el líquido en el hueco, repitiendo esto una y otra
vez. Esta actitud llamó la atención del santo, quien lleno de curiosidad le
preguntó al niño qué era lo que estaba haciendo: “Intento meter toda el agua
del océano en este pozo”, le respondió el niñito. “Pero eso es imposible –dijo
San Agustín–, ¿cómo piensas meter toda el agua del océano que es tan inmenso en
un pozo tan pequeñito?”. “Al igual que tú, que pretendes comprender con tu mente
finita el misterio de Dios que es infinito…”. Y en ese instante el niñito
desapareció. Ese niñito era su Ángel de la Guarda, que venía a auxiliarlo en su
esfuerzo por conocer y amar a Dios Uno y Trino. Nuestra mente, entonces, es
como un pequeño pozo excavado en la arena; Dios, en el misterio de la unidad de
su Naturaleza y la diversidad de las Tres Divinas Personas, es el océano. Así como
es imposible meter el océano en el pequeño pozo, así también es imposible
comprender, para nuestra pobre razón, cómo es que Dios es Uno en naturaleza y
Trino en Personas, y no hay en Él tres dioses, sino Un solo Dios Verdadero y
Tres Personas distintas.
Ahora
bien, esto último no importa –el tratar de saber cómo es que Dios es Uno y
Trino, y no tres dioses distintos-; lo que importa es saber que Dios es Uno y Trino, es decir, que en Él hay
Tres Personas distintas, porque eso determina nuestra Fe y nuestra relación con
Dios, porque nos relacionamos con un solo Dios, en el cual hay Tres Personas:
Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. En otras palabras, al saber que en
Dios Uno hay Tres Personas, sabemos que podemos relacionarnos de modo distinto
con cada una de las Tres Divinas Personas: podemos dirigirnos –con el
pensamiento y el amor- a cada una de las Tres Divinas Personas por separado, ya
sea Dios Padre, o Dios Hijo, o Dios Espíritu Santo, o a las Tres Personas
Divinas a la vez, que es cuando nos dirigimos a Dios Uno y Trino.
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