Una de las características de Dios es su omnipotencia, lo
cual quiere decir que tiene el poder suficiente para crear el ser –el acto de
ser, esse ut actus- de la nada, es
decir, que no tiene necesidad de utilizar materia, ya que Él es el Creador de la
materia, a diferencia del hombre, que no puede llamarse propiamente “creador”,
por cuanto el hombre no crea la materia, sino que, gracias a la inteligencia
que Dios le dio, puede transformarla, pero no crearla. Que Dios sea omnipotente
quiere decir que tiene tanto poder, que creó el universo visible e invisible y,
en el universo invisible, los ángeles, y para hacerlo, lo único que tuvo que hacer
es QUERER[1],
para que lo que Él en su Inteligencia Perfectísima había ideado desde la
eternidad. Así lo relata el Génesis: “Hágase la luz (…) Hágase un firmamento,
dijo Dios (…) y así se hizo” (Gn 1, 36).
Entonces,
Dios con su omnipotencia creó el universo visible, como dijimos, y también el
universo invisible, formado por los ángeles, los cuales son seres espirituales,
que no tienen cuerpo material, como nosotros, que somos materia y espíritu. Al igual
que nosotros, los ángeles tienen inteligencia y voluntad, pero a diferencia
nuestra, son espíritus puros, que no necesitan de un cuerpo para ser ángeles. En
el caso del hombre, al estar constituidos por materia –cuerpo- y alma –espíritu-,
nosotros sí necesitamos, para vivir nuestra vida humana, del cuerpo, para ser “personas”
completas. Los ángeles son personas –una persona tiene inteligencia y
voluntad-, pero no cuerpos materiales, como nosotros. Otra diferencia es que
son muy inteligentes y su naturaleza es muy superior a nuestra naturaleza
humana. Ahora bien, muchos de estos ángeles, creados como seres libres por Dios,
para que gozaran de su amor y de su amistad libremente, usaron mal esta
libertad y se rebelaron contra Dios, convirtiéndose en demonios, los cuales son
ángeles que no poseen la gracia de Dios y, debido a la perversión de su
voluntad, nunca más pueden amar, quedando fijados en el odio contra Dios y el
hombre por toda la eternidad. Para estos seres espirituales y convertidos en
malignos y rebeldes por voluntad propia, Dios creó para ellos el infierno, de
donde nunca podrán salir, aunque sí salen a la tierra para tentar a los hombres
e intentar perderlos para siempre.
¿Y
qué sucedió con los ángeles buenos? Como vimos, Dios creó a los ángeles para
que estuvieran a su servicio, pero también para que nos ayudaran en nuestras
tareas cotidianas de la mejor manera posible, como por ejemplo, estacionar el
auto, estudiar, trabajar. Cada uno de nosotros tiene, desde su nacimiento,
asignado un Ángel de la Guarda, por parte de Dios, para que nos asista en
nuestra vida terrena y esa es la razón por la cual siempre debemos rezarles y
pedirles que intercedan por nosotros ante Dios. Sin embargo, la tarea más
importante de los ángeles custodios, es la de ayudarnos a ganar el cielo, y
para eso, nos hacen aumentar el amor, la fe y la devoción, tanto a Jesús
Eucaristía, como a la Virgen y a los santos y a los otros ángeles buenos,
además de hacernos comprender el valor inestimable de la gracia. No nos
olvidemos de estos seres espirituales, creados por el Divino Amor para estar a
nuestro servicio; invoquémoslos siempre y en todo momento, para que nos auxilien
en nuestras tareas cotidianas pero, sobre todo, para que nos ayuden a crecer cada
día más y más en el amor a la Virgen y a Jesús Eucaristía.
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