(Homilía
en ocasión del Centésimo Aniversario de una Escuela primaria en Argentina)
La Escuela es, junto a la familia, a la Iglesia Católica y a
las Fuerzas Armadas, el soporte y la estructura fundamental de una Nación y de
toda una Patria. La Escuela refuerza los valores y conocimientos dados en la
familia a los niños y jóvenes, además de aportar unos nuevos, y también recibe
de la Iglesia numerosos aportes que, transferidos desde la Iglesia a la Escuela,
hacen que esta sea una institución cada vez más sólida y un seguro instrumento
de progreso personal, familiar, social y nacional. Si no existiera la Escuela,
las familias se verían debilitadas en su función educativa en valores; la
Iglesia perdería también un gran apoyo en su misión evangelizador y la Patria,
en definitiva, vería gravemente comprometido su futuro, al crecer las nuevas
generaciones sin educación o con una educación precaria.
La Escuela es entonces una institución esencial dentro de
las instituciones de la Patria aunque es verdad que siempre hay que estar
atentos a que en la educación que brinda la escuela no se introduzcan elementos
anti-cristianos, porque eso minaría grandemente su función educadora.
En una Nación como la Argentina, que nació por la fusión
racial de conquistadores y nativos –dando lugar al “criollo”-, es fundamental
que la escuela brinde no solo conocimiento veraz de su historia, sino también de
sus símbolos patrios, ayudando a que en los niños se despierte el sagrado amor
por la Patria, amor a la Patria que está indisolublemente ligado a la Religión Católica.
En efecto, la Bandera Nacional, que es izada y arriada todos los días en las
escuelas, es el manto celeste y blanco de la Inmaculada de Luján, porque el
General Belgrano tomó esos colores de la Virgen de Luján, de la cual era muy
devoto, tal como lo declara su hermano, el Sargento Carlos Belgrano. Nuestra Patria
nació también a los pies de la cruz de Nuestro Señor Jesucristo porque se firmó
el Acta de Independencia a los pies del “Cristo de los Congresales”, con lo
cual se pedía a Nuestro Señor que nuestra Patria quedara cimentada y edificada
en su Santa Cruz y también bañada por su Sangre Preciosísima. De esto se deriva
que la escuela, aun siendo pública, no puede enseñar valores contrarios a la
identidad nacional, hispana y católica, de nuestra Patria. Debemos amar a la
Escuela y ser agradecidos con ella, en tanto y en cuanto, con su acción
educadora, las nuevas generaciones que pasan por sus aulas, recibiendo educación
y valores, se conviertan en los futuros dirigentes de nuestra Patria.
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