miércoles, 31 de agosto de 2016

La Trinidad y su relación con la Eucaristía


         ¿Qué relación tiene la Trinidad con la Eucaristía?
         Recordemos que nuestra fe católica en Dios afirma que Dios es Uno en naturaleza y Trino en Personas y que estas Personas son: Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Las Tres Divinas Personas forman un solo Dios verdadero, no tres dioses, y las tres poseen la misma Naturaleza divina y el mismo Acto de Ser perfectísimo –Ipsum Esse Subsistens-, por lo que las Tres Divinas Personas reciben una misma adoración y gloria.

         La relación con la Eucaristía es la siguiente: fue la Santísima Trinidad quien decidió rescatar al hombre caído en el pecado original: fue Dios Padre quien envió a Dios Hijo, por medio del Espíritu Santo, para que se encarnase en el seno de María Virgen. De esa manera, Dios Hijo, que era Invisible e Inaccesible por naturaleza, se volvió visible, al ser revestido de carne y sangre en el seno virginal de María, y se volvió accesible, pues se manifestó a nosotros los hombres como un Niño Dios primero y como Hombre-Dios después. Como Hombre-Dios, sufrió la Pasión por amor a nosotros, para salvarnos del pecado, de la muerte y del infierno; resucitó al tercer día y subió a los cielos con su Cuerpo glorioso, pero al mismo tiempo, se quedó entre nosotros en el sagrario, en la Eucaristía, para cumplir su promesa de que “estaría con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. La relación de la Eucaristía con la Trinidad entonces es que la Eucaristía es obra de la Trinidad, porque en la Eucaristía Jesús, Dios Hijo, prolonga misteriosamente su Encarnación, Encarnación a su vez decidida por las Tres Divinas Personas, para nuestra salvación. En la Eucaristía está Dios Hijo, enviado por Dios Padre, a través de Dios Espíritu Santo, el Amor de Dios. Al adorar a Jesús en la Eucaristía, debemos por lo tanto adorar al Padre y al Espíritu Santo, que forman un solo Dios con el Dios de la Eucaristía, Cristo Jesús, porque son merecedores de gloria y adoración, y debemos dar gracias a la Trinidad, porque por la Trinidad, Jesús nos acompaña, desde el sagrario, desde la Eucaristía, “todos los días, hasta el fin del mundo”.

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