Homilía para jóvenes egresados
de una carrera relacionada con la Salud
El
hecho de egresar comporta siempre un gran logro en la vida de un joven, por
diversos motivos: significa el cumplimiento exitoso de una etapa de la vida;
significa el inicio auspicioso de una nueva etapa, porque se cuenta con
herramientas nuevas para afrontarla, como es el título de egresados; significa
afianzarse uno mismo ante las dificultades, porque egresar es sinónimo de haber
superado dificultades de todo tipo, que se presentan cuando se cursa una
carrera; significa el perfeccionamiento de la persona, porque implica la adquisición
de una perfección –el conocimiento en el área específica- que antes no se
tenía, y por eso se es una mejor persona, porque el conocimiento, cuando es
bueno y útil, siempre hace mejor a la persona; significa una esperanza no solo
para la persona, sino para la sociedad, porque la sociedad cuenta con personas
que están capacitadas, preparadas, para una tarea específica; significa también
una oportunidad para encarar la etapa familiar, en el caso del joven, puesto
que un título terciario, si bien no asegura, pero al menos aumenta mucho las
posibilidades de obtener un buen trabajo, con el cual afrontar la formación de
un matrimonio y una familia, según los planes de Dios.
Pero
en el caso de los cristianos que egresan en una carrera que está relacionada
con el campo de la salud, en donde se trata con personas y personas enfermas,
hay un significado más importante, y es el hecho de tratar, precisamente,
primero con seres humanos y, segundo, con seres humanos enfermos. ¿Por qué? Porque
el cristiano debe ver, en todo prójimo, la misteriosa presencia de Cristo –el prójimo
no es Cristo, pero Cristo está presente, misteriosamente, en todo prójimo- y,
mucho más, si este prójimo está enfermo. El cristiano debe ver, en el paciente,
en el enfermo, a Cristo, Divino Paciente, a Cristo, que por nosotros sufre, con
amor y paciencia, su Pasión y su muerte en Cruz. Para el cristiano, el enfermo
es el mismo Cristo y es por eso que lo debe atender así como si se estuviera
atendiendo al mismo Cristo en Persona, recordando y llevando siempre, en la
mente y en el corazón, las palabras que Jesús dirá al fin de los tiempos, en el
Día del Juicio Final: “Estuve enfermo, y me
visitasteis…” (Mt 25, 36). Jesús dice:
“Me socorristeis”, lo cual quiere decir que todo lo que hacemos a nuestro
prójimo, sea en el bien como en el mal, se lo hacemos al mismo Cristo en
Persona, y que Cristo recompensa el bien hecho, como así también castiga el mal
hecho al prójimo, en el que Él estaba presente, porque también dice: “Estuve
enfermo y no me visitasteis…”.
Como
vimos, egresar tiene muchos significados positivos en la vida de un joven, pero
en la vida de un joven católico, tiene un significado más: significa comenzar a
poner en práctica, si hasta ahora no se lo hizo, o perfeccionarlo, si se lo
venía haciendo, el mandamiento de Jesús: “Ámense los unos a los otros, como Yo
los he amado”. Es decir, amar al prójimo, principalmente al enfermo, hasta la
muerte de cruz.
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