Muchos jóvenes católicos, que acuden a la iglesia con cierta
frecuencia, se diferencian de los jóvenes católicos apóstatas –es decir,
aquellos que hicieron abandono teórico y práctico de la religión católica- en
que respondieron a la gracia actual que los impelía a acudir a la Iglesia. Ahora
bien, el hecho de asistir a la Iglesia con cierta regularidad, implica un deber
de cara a Dios y es el de dar testimonio público de Él. Quien se dice católico,
debe serlo en toda ocasión, no solo cuando asiste a un oficio religioso, como
la Santa Misa, o cuando forma parte de un encuentro religioso. Quien se dice
católico, debe caracterizarse como tal públicamente y esto se demuestra en el
cumplimiento de los Diez Mandamientos, por ejemplo.
Quien
se dice católico y piensa que es católico porque asiste a Misa con cierta
regularidad, pero luego en público niega a Jesucristo porque no cumple sus
Mandamientos, es un católico tibio, cuyo destino es ser vomitado de las
entrañas mismas del Señor Jesús, tal como Él lo dijo en el Apocalipsis: “Porque
no eres ni frío ni caliente, sino tibio, te vomitaré de mi boca”[1]. Es
un joven católico tibio el que, por ejemplo, en un partido de fútbol, hace de
la maldición, la maledicencia y el insulto, su vocablo común, sólo porque está
en un partido de fútbol. Es una pésima costumbre de los jóvenes católicos
amoldarse al pensamiento mundano y pagano y, en vez de santificar los ambientes
en los que se encuentran, comportándose de manera tal que su obrar refleje los
Mandamientos de Jesucristo, cometen un acto de apostasía, plegándose a los
modismos perversos del mundo, como la maledicencia, el insulto y la maldición.
A
estos jóvenes católicos, cuyo comportamiento tibio es equivalente al de la
cobardía, les vendría bien recordar las palabras de Jesús: “Al que me niegue
delante de los hombres, Yo lo negaré delante de mi Padre” (cfr. Mt 10, 33; Lc 12, 9). Un joven católico niega, en la práctica y en la vida
real, a Jesucristo, cuando por ejemplo, en un partido de fútbol, se entrega a
la maledicencia, a la maldición, al insulto, y a toda clase de bajeza moral,
aun cuando solo sea simplemente pronunciada. Estos católicos tibios y cobardes
se equivocan porque al negar a Jesucristo, piensan según las categorías
mundanas, según las cuales es “más hombre” el que dice más malas palabras o el
que dice las groserías más vulgares e inmorales que se puedan imaginar, aun
cuando sean solo de palabra. Es más varón –esto vale también para la mujer-
quien, guiándose por la gracia, domina sus malas inclinaciones; es menos varón –esto
vale también para la mujer- y se acerca a la bestia irracional aquel joven
católico que, rechazando la gracia, se deja arrastrar por sus bajas pasiones,
aun cuando solo las pronuncie.
Joven católico: no te engañes, a los ojos de Dios las cosas
son o blancas o negras, no hay intermedios, porque así lo dice Jesús: “Que tu
sí sea sí y tu no, no; lo demás, viene del Maligno” (Mt 5, 37). O sirves a Jesucristo y cumples sus Mandamientos en el
lugar en el que te encuentras –familia, estudio, diversión, fútbol, etc.-, o
sirves al Demonio. Si te inclinas por el insulto, la maledicencia, la
maldición, la impureza, o cualquier clase de bajeza moral, NO ESTÁS con Cristo,
estás con el Demonio. Quien no cumple los Mandamientos de Dios, cumple los
mandamientos del Diablo. No hay posibilidad intermedia.
Estás advertido. No digas que nadie te lo dijo. Sé valiente,
sé verdaderamente hombre, ama a Jesucristo y da testimonio de Él, en la oración
íntima con Dios, pero también en la vida pública, en toda ocasión, aun cuando
esa ocasión parezca banal. Como en un partido de fútbol.
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