jueves, 14 de junio de 2018

La vida tiene un sentido y es la eternidad



         Al igual que de un camino o ruta que se traza entre dos ciudades, se dice que tiene un sentido, porque se inicia en un lugar y termina en otro: nadie construye un camino que vaya a ninguna parte y en el camino no hay ningún letrero que diga: "Camino a ninguna parte". Siempre hay un destino, siempre hay un punto de arribo, de llegada; siembre hay un sentido: de la misma manera, también esta vida terrena tiene un sentido, porque comienza en el tiempo y finaliza en la eternidad, luego de atravesar el umbral de la muerte terrena. Después de esta vida terrena, existe otra vida, la vida eterna y esta vida terrena no es sino una prueba y una preparación para esa vida eterna.
         El sentido de esta vida terrena es el de lucha para conquistar la vida eterna, la felicidad en la contemplación de la Trinidad en los cielos. Ahora bien, el hombre es libre y si bien está destinado a esta vida eterna, no todos la alcanzarán, en el sentido de que no todos quieren la vida eterna. Dios respeta nuestra libertad y en nuestra libertad está el poder decidir si queremos alcanzar o no la vida eterna. Para el cristiano –y para todo hombre, aunque no lo sepa-, la única forma de alcanzar la vida eterna es a través de la cruz de Jesucristo. No hay otra forma de alcanzar la vida eterna, que no sea por la cruz de Cristo, por Cristo en la cruz.
         Vivir esta vida terrena sin la perspectiva de la vida eterna, es vivir una vida sin sentido, igual que un camino que no conduce a ninguna parte: solo la cruz de Cristo, en cuanto nos alcanza la vida eterna, le da sentido –el único sentido- a esta vida terrena y el camino para llegar a Cristo es, a su vez, la Virgen. Como cristianos, permanezcamos siempre unidos a Cristo crucificado, a fin de poder alcanzar la vida eterna.

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