Historia de la
imagen.
Se trata de la
representación de una visión que tuvo el Padre Reginaldo Farías en el año 1937,
quien se desempeñaba, en ese entonces, como Capellán del Grupo Scout “Cadetes
de San Martín” de la Provincia de Mendoza, Argentina. El cuadro original fue
pintado al óleo en agosto de 1943 por la Hermana Margarita Toro Aguirre. Solía
entregarse la imagen como obsequio a los jóvenes que formulaban su Promesa
Scout.
En el año 2007, el
cuadro original fue entronizado en la Basílica de Nuestra Señora de Luján,
junto al de la Patrona Nacional de Argentina, con ocasión del Centenario del
escultismo.
Desde el 29 de junio
de 2009 también un cuadro con la imagen de Nuestra Señora de los Scouts se
encuentra en la sede del Movimiento Scout Católico (MSC) de España en la ciudad
de Barcelona.
Descripción de los elementos de la
imagen.
El
cuadro tiene dos niveles o espacios, que representan, el superior, el mundo
sobrenatural, la vida en el Reino de Dios, y el inferior, el mundo natural, es
decir, el tiempo y la vida terrenos.
En la parte superior, en el extremo
izquierdo, se destaca a Nuestra Señora de los Scouts, con el Niño Jesús en
brazos, y rodeada de jóvenes scouts. La Virgen en el cielo, rodeada de scouts,
representa a los scouts que han fallecido en estado de gracia y están con la
Virgen y Jesús, el Gran Jefe, por toda la eternidad. El campamento de la tierra
viene a ser así como el anticipo, la figura o el preludio del Gran Campamento
celestial, al que se dirigen los scouts y en donde se encuentran la Virgen y
Jesús. Las nubes blancas dan la idea del mundo celestial, es decir, el Reino de
los cielos.
Los scouts están
vestidos con sus uniformes, impecables, símbolo de la gracia santificante, que
es el “hábito de fiesta” del Reino de los cielos, y todos tienen algo en común,
además de sus uniformes, y es que contemplan, con gozo y alegría
sobrenaturales, a la Virgen y a Jesús. Lo que sucede es que Jesús, que es Dios,
es tan hermoso en su Ser divino trinitario, que cuando el alma, al salir de
este mundo, lo contempla en su esencia, cara a cara, queda como “fijada” en su
hermosura y no puede ni quiere hacer otra cosa que deleitarse en la visión de
Jesús. Lo que hace la Virgen es reforzar la idea, afirmada por todos los santos,
de que a Jesús el alma llega, más rápida y fácilmente, por la intercesión de
María, que por sí misma.
La Virgen sostiene
a su Hijo Jesús, el Niño Dios, quien a su vez también abraza a su Madre,
mientras mira a los scouts, indicando así que quien desee amarlo, debe amar
también a su Madre. Otra idea que se refuerza, es lo que nos dicen los santos:
“A Jesús por María” y “Cuando el alma dice ‘María’, la Virgen dice ‘Jesús’”. El hecho de que Jesús sea Niño en brazos de
María, es para recordar lo que Jesús dijo en el Evangelio: “El que no se haga
como niño, no puede entrar en el Reino de los cielos”. Esta niñez o infancia
espiritual no es la cronológica o biológica que le es propio al hombre, sino la
inocencia espiritual que da la gracia santificante. Dios, siendo Dios, se hace
Niño para venir a nosotros, y es esa niñez celestial, dada por la gracia
santificante, a la cual todo scout, independientemente de su edad, debe
aspirar. Que los scouts que están en el cielo sean niños, refuerza esta idea,
la de la necesidad de tener la inocencia que da la gracia santificante, para
poder entrar en el Reino de los cielos. No significa, de ninguna manera, que
sólo los niños scouts entrarán en el Reino, sino que lo harán quienes, más allá
de su edad biológica, busquen vivir las palabras de Jesús: ser como niños, con
la inocencia y la pureza de corazón, alma y cuerpo, que sólo la gracia
santificante puede dar, y esta gracia nos viene comunicada por los sacramentos.
Siempre en el extremo superior,
en la franja que corresponde al mundo sobrenatural, sobre el ángulo derecho, se
observa a un scout que, con su coligüe, lucha contra un dragón. El scout lleva
una bandera en la que está escrito: “Ave María”, indicando su devoción a la
Virgen y su condición de hijo de María. Además, significa que pertenece al
Ejército de María, el Ejército Mariano formado por los hijos de la Virgen que,
en los Últimos Tiempos, y guiados por la Virgen, derrotarán al Dragón, dando
así cumplimiento a profecía de la Virgen en Fátima: “Al final, mi Inmaculado
Corazón triunfará”. En el centro de la bandera, se ve una especie de sol
blanco, del cual irradian rayos dorados y en el centro una cruz: es la
representación de Jesús Eucaristía, Sol de justicia, cuya gloria divina está
representada en los rayos de luz. Significa que la fuerza espiritual y
sobrenatural del scout se deriva de la Eucaristía, a la cual el scout adora y
de cuya comunión obtiene la fuerza sobrenatural para vencer al Demonio y sus
tentaciones. El Dragón es rojo, posee grandes fauces y colmillos, una cola
larga, alas como de murciélago, y patas traseras y delanteras. El dragón está
en una evidente actitud agresiva; está vivo, y lucha contra el scout; sin
embargo, en la imagen, el scout está por encima, mientras que el Dragón está
abajo y parece como si estuviera retrocediendo frente al embate del scout, el
cual está a punto de descargar, sobre la cabeza del Dragón, un certero y duro
golpe con su coligüe. El scout, a su vez, está luchando, pero en actitud no
defensiva, sino ofensiva: es claro que la iniciativa es de él y que el Dragón
está retrocediendo, porque está siendo vencido por el scout.
¿Qué representa
esta imagen? Por un lado, hay que tener en cuenta que la escena y la posición
de los integrantes, recuerda mucho a las imágenes que representan la lucha
entre San Miguel Arcángel y el Dragón, ya que se encuentran en las mismas
posiciones. En cuanto a quién representan cada uno, es obvio que el Dragón es
el Demonio, el Ángel caído, que a pesar de su fiereza, está siendo derrotado
por la valentía y la precisión de los golpes que le aplica el scout. El Dragón
es el Tentador, por lo que, con toda seguridad, está siendo rechazado luego de
haber intentado seducir, para hacer caer en el pecado, al scout. Ahora bien, ¿a
quién representa el scout? Podría ser que represente tanto al scout-humano,
como a San Miguel Arcángel, Jefe de la Milicia celestial, representado en este
caso como un scout. En el caso de que representara al scout-humano, la imagen
demuestra cómo el scout católico, armado con las armas espirituales que le da
la Iglesia y figuradas en el coligüe –el Santo Rosario, los Sacramentos, la
penitencia, la mortificación, etc.-, vence siempre al Demonio, que no puede
triunfar con sus tentaciones. Si es el scout-humano el representado, nos
demuestra el gran poder que tienen tanto los sacramentales –agua bendita,
escapulario, etc.- como los sacramentos, además de la fe y el amor en Cristo
Jesús, que hacen que el scout salga siempre vencedor, cuando el Demonio intente
tentarlo para que cometa algún pecado. Ahora bien, si el scout representa a San
Miguel Arcángel, lo hace en el momento en el que lo expulsa al Demonio del
cielo, usando del poder de Dios que Dios le ha comunicado como Jefe de los
ángeles de luz. En el cielo no hay lugar para el Demonio, porque el Demonio es
un espíritu impuro, Padre de la mentira, del odio y del orgullo, y nadie con un
corazón mentiroso y orgulloso, ni ángel ni hombre, pueden subsistir delante de
Dios, que es el Amor, la Verdad y la Humildad en sí mismos.
En el plano inferior destaca, como
decíamos, el mundo terreno, es decir, el mundo en el que vivimos mientras
estamos en esta vida terrena. Hay que notar que la vida de todos los días está
representada como un campamento, establecido en un hermoso bosque. La idea que
transmite es de serenidad y belleza. El paisaje –un bosque, el lago, la noche
estrellada, la luna-, hermoso, nos hace ver que Dios ha creado el mundo con
sabiduría y hermosura, como todas las cosas que Él crea y que la contemplación
de la belleza de los paisajes en donde los scouts hacen sus campamentos, no debe
nunca quedar en la mera fascinación por la belleza natural, sino elevar el alma
a la Belleza Increada del Creador del Universo, Dios Trino. Es decir, si la
naturaleza es hermosa, ¡cuánto más lo será Dios, que la creó! La carpa del
scout está bien plantada, iluminada, y esa carpa significa el alma y el cuerpo
del scout católico, convertidos en templo del Espíritu Santo por la gracia del
Bautismo, e iluminados con la luz de la gracia y de la fe en Jesucristo. El
lago, con sus aguas tranquilas, muestra una barca: el lago es el mundo, que
cuando Dios lo dispone, está sereno y tranquilo; la barca es imagen de la
Iglesia, que es la Barca de Pedro. El scout no está en su carpa, todavía no es
la hora de dormir: está sentado, apoyado en un árbol, y está mirando hacia
arriba, como si estuviera contemplando, en visión, a la Virgen con el Niño y
los scouts en el cielo: representa al scout que, en oración contemplativa
–Rosario, Adoración Eucarística-, agradece a Dios por el don de esta vida
terrena, pero tiene el corazón puesto en la vida eterna, en el Gran Campamento
del Gran Jefe celestial, Cristo Jesús, y de la Gran Capitana, la Virgen María.
El scout católico vive en el mundo, pero no es de este mundo, y los campamentos
que hace en esta tierra, son como un anticipo del Gran Campamento que vivirá,
en la felicidad eterna, en el Reino de los cielos, si vive la Ley Scout y,
sobre todo, la Ley de Dios.
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