“Via Crucis” significa: “Camino de la Cruz”, y es un
ejercicio piadoso mediante el cual los cristianos recordamos la Pasión y Muerte
de Nuestro Señor Jesucristo. Pero no solo recordamos, sino que, por el misterio
del Espíritu Santo, que nos une a Él por la fe y el amor, en cierta manera, nos
unimos a su Pasión, aunque estemos a siglos de distancia y a miles de
kilómetros de donde se realizó, y además, participamos de esta Pasión del
Señor.
El sentido del Via Crucis no es, por lo tanto, un mero
recuerdo piadoso, sino una verdadera unión, en el Amor de Dios, con Jesús, el
Hombre-Dios, que por nuestra salvación, aceptó ser condenado injustamente a
muerte, voluntariamente cargó la cruz, en la que llevaba nuestros pecados, para
luego subir a ella y así lavar, con su Sangre que empapó la Cruz, nuestros
pecados.
El Via Crucis es así mucho más que un ejercicio piadoso, es
acompañar a nuestro Redentor, por el Camino Real de la Cruz, cargando nuestra
propia cruz, yendo tras sus pasos, como Él nos pide en el Evangelio: “El que
quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue su cruz y me siga”, lo cual quiere
decir que en nuestra cruz, cargamos a nuestro hombre viejo, con todos sus pecados,
con sus malas inclinaciones, con su concupiscencia, y vamos detrás de Jesús,
para también nosotros subir con Él a la cruz en el Calvario y así dar muerte al
hombre viejo, para nacer a la vida nueva de los hijos de Dios, la vida de la
gracia.
No es entonces un simple ejercicio piadoso, sino la
participación, por el Amor de Dios y por la fe, del nacimiento del hombre
nuevo, que nace al morir el hombre viejo en la cima del Monte Calvario, junto a
Jesús.
Realizar el Via Crucis significa entonces, morir al hombre
viejo y sus pasiones, y esto se tiene que traducir en la vida cotidiana, en la
vida de todos los días, en donde nuestros prójimos tienen que comprobar esto,
por ellos mismos, no por discursos y sermones, sino por las buenas obras, las
obras de misericordia, las obras de los hijos de la luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario