jueves, 9 de septiembre de 2010

La juventud y la gracia


La juventud es la época de la vida en la que el presente se caracteriza por la planificación del futuro, de lo que está por venir.

Así, por ejemplo, se planifica en lo relativo a los estudios a seguir, teniendo en cuenta la profesión que se quiere seguir; si se está en el noviazgo, se planifican el matrimonio, los hijos, la familia.

La juventud por lo tanto es la época del hombre en la que se aplica la parábola de aquellos dos hombres que construyen (Mt 7, 24-27): uno sobre roca, otro sobre arena.

Aquél que construye sobre roca, cuando vienen los vientos y las tempestades de la tribulación, ve su casa firme y asegurada, y no teme, porque su casa sigue en pie; el que construye sobre arena, por el contrario, al sobrevenir la tempestad, teme, porque ve que su casa se hunde.

En esta parábola, la casa construida sobre roca es la vida humana, y la roca sobre la que se construye la casa, es Cristo: quien planifica su vida en Cristo, por Cristo, con Cristo, se mantendrá firme cuando arrecien las tribulaciones de la vida.

En nuestros días, existe un pensamiento dominante, un pensamiento que construye la cultura actual, que es explícita y decididamente anticristiano. El pensamiento es como el timón del hombre: el que no piensa, se dice que anda como sin timón, sin rumbo; el que piensa, por el contrario, sabe adónde quiere llegar. Es también como el cimiento sobre el que se construye el obrar del hombre, y es por eso que es importante saber cuál es el pensamiento que domina hoy nuestra cultura.

Este pensamiento anticristiano –podemos llamarlo PAD, pensamiento anticristiano dominante-, conduce no sólo a no planificar en un sentido cristiano, sino a planificar el futuro en un sentido directamente contrario a las enseñanzas de Cristo. Este pensamiento siembra confusión, porque invierte las cosas: lo blanco es negro, lo negro es blanco; lo bueno es malo, lo malo es bueno; lo feo es hermoso, lo hermoso es feo.

En el ámbito de la juventud, el PAD provoca confusión en inversión de valores en distintos aspectos:

-la persona humana

-el estudio/trabajo

-el noviazgo/matrimonio/familia

-la diversión

La persona humana: el PAD hace ver al prójimo no como la imagen viva del Dios Viviente, sino como un objeto a usar y descartar, cuando ya no sirve más. Para el PAD, no tiene mayor importancia el hecho de que el prójimo sea persona, con la dignidad inherente y con los derechos que le corresponden: sólo es un objeto, un número, una cosa, puesta ahí para que yo pueda aprovecharme de él. Se instrumentaliza y se pervierte todo en relación al prójimo: la amistad, el noviazgo, las relaciones laborales, e incluso hasta las familiares.

Para el PAD, la persona humana sólo tiene valor, en tanto y en cuanto sea útil para algo: para el placer, para la ganancia económica, para obtener réditos de cualquier tipo.

El noviazgo: para el PAD, el noviazgo no es el período de tiempo en el cual dos personas se conocen, ante todo y principalmente, desde el punto de vista espiritual, para decidir si continuarán juntos “como una sola carne”, unidos por el sacramento del matrimonio, hasta que uno de los dos muera. Para el PAD, el noviazgo es sólo una ocasión para un disfrute egoísta, hedonista y sensual de la otra persona, que así pierde su categoría de “persona”, para ser considerada un objeto. Se vive el noviazgo sin un sentido de trascendencia, porque la trascendencia la da el verdadero amor. No hay verdadero amor cuando lo que se busca en el otro es su disfrute material, y esto sucede cuando no se busca, en el noviazgo, la santidad del matrimonio.

El estudio/trabajo: no se los considera en un sentido cristiano, es decir, en el sentido de sacrificio ofrecido a Dios –recordemos los sacrificios de Caín y Abel: en el de Caín, el humo es negro y no asciende; en el de Abel, el humo es blanco y asciende al cielo-, y por lo tanto, se convierte en una actividad egoísta, por medio de la cual se busca egoístamente la satisfacción de las ambiciones personales; tampoco hay un sentido social cristiano, en el sentido de estudiar y/o trabajar para ayudar a quien más lo necesite, comenzando por la propia familia.

El matrimonio: tal vez sea una de las cosas más invertidas y trastocadas por el PAD. Ni cuando planifican el matrimonio, ni cuando están ya casados, piensan los cónyuges, ni por un instante, en la santidad del matrimonio. Pierden tiempo en detalles insignificantes e intrascendentes, como los relativos a la fiesta y a la luna de miel, y no se detienen ni un instante a considerar el carácter sacramental y sagrado del matrimonio, en lo que el matrimonio representa, y en lo que el matrimonio significa ante el mundo: una prolongación del desposorio místico y celestial entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa.

El PAD lleva a considerar al matrimonio no como lo que es, una fuente de gracia para los esposos y para la familia, por estar los esposos unidos al matrimonio místico entre Cristo y la Iglesia; no se considera al matrimonio como signo ante el mundo de la unión mística entre Cristo y la Iglesia; no se considera al matrimonio como una prolongación de esta unión, en el tiempo y en el espacio; no se considera al matrimonio como algo sagrado y santo, un misterio sobrenatural que nace del seno mismo de Dios, que por ser prolongación de los desposorios místicos de Cristo y la Iglesia, debe poseer sus mismas características en el amor: casto, puro, fiel, indisoluble.

Ante la primera crisis matrimonial, los esposos reaccionan no como cristianos, sino como paganos: no buscan los esposos la solución a las diferencias y a los desencuentros, en la oración, en el Rosario, en la Santa Misa; no intentan, y ni siquiera se lo plantean, vivir heroicamente las virtudes cristianas en su matrimonio: la paciencia, la generosidad, la humildad, el perdón y, por sobre todo, la caridad, la misericordia y la compasión.

Y los esposos cristianos no viven cristianamente su matrimonio, porque al noviazgo lo vivieron como paganos, sin poner como fundamento a Cristo, y así construyeron sobre arena, y al primer viento de las tribulaciones, toda la casa se hunde.

El PAD, asumido y vivido irreflexivamente, se convierte, desde el noviazgo, en el principio rector del noviazgo y del futuro matrimonio.

No se vive cristianamente el noviazgo, y mucho menos se vive cristianamente el matrimonio, y así tampoco se vivirá cristianamente la familia: si acaso los hijos fueran bautizados, estos tendrán el ejemplo de una vida que es cristiana sólo en el nombre, pero no en la práctica.

La diversión: entendida como el legítimo esparcimiento del espíritu humano, que es alegre porque Dios es “alegría infinita”, y que necesita descansar luego de trabajar, porque el mismo Dios “descansó” luego de “trabajar” en la creación del mundo (cfr. Gn ), también es pervertida por el PAD.

El espacio de encuentro con los verdaderos amigos, legítimo en sí mismo, se convierte en un momento de ejercicio del vicio y de perversión del espíritu de fraternidad. Se pierde toda noción de trascendencia en lo que se refiere a la verdadera amistad y al concepto de “amigo”. Es Cristo quien usa ese término para referirse a sus discípulos, en la Última Cena –“Ya no os llamo siervos, sino amigos” (…)-, y el motivo de llamarlos “amigos”, es que le dio a conocer los secretos de su corazón, e incluso llama “amigo” a Judas Iscariote, en vez de llamarlo por su nombre, “traidor”. Le dice: “Amigo, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?” (cfr. Gn 2, 2-3). Judas, que había sido llamado “amigo” por Jesús, en la Última Cena, junto a los otros discípulos, y que vuelve a ser llamado “amigo” en el Huerto de los Olivos, es un ejemplo de cómo se pervierte la verdadera amistad: vende la amistad de Cristo por treinta monedas de plata.

El amigo, por el PAD, se convierte en cómplice de perversiones, de fechorías, de vicios, de malas noches, de pésimas costumbres. Así, el amigo devenido en cómplice, incita a la borrachera, al adulterio, a la fornicación.

¿Cuáles son las consecuencias de vivir según el PAD?

La consecuencia más grave de la adopción del PAD como principio de vida no consiste principalmente en que el joven “da mal ejemplo”, “no cumple con sus deberes”, no es buen hijo”. Además de esto, lo más grave de todo es la pérdida de la gracia por parte del joven.

Cuando se considera qué es lo que nos concede la gracia, entonces se cae en la cuenta de cuán dañino es el PAD.

¿Cómo reconocer el PAD?

El PAD no se presenta nunca como lo que es, algo nefasto y dañino, sino como apariencia de bien: si se está de novio, no importa tanto la pureza; lo que importa es que “nos amamos y demostramos nuestro amor”; si se sale con los amigos, no importa tanto que bebamos sin control, “si lo que importa es que nos divirtamos y la pasemos bien”; si se conoce a alguien, no importa tanto si se respeta o no su persona, lo que importa es qué cosas puedo sacar en mi provecho; si se viven muchos años como esposos, no importa que nos separemos, “lo que importa es que cada uno sea feliz, y reconstruya su vida como quiera”.

El PAD nunca se presenta como algo malo, sino como si fuera algo bueno, y lleva, en todos los casos, a que el joven pierda la vida de la gracia. El PAD es como un veneno pestilente, que todo lo que toca lo convierte en ponzoña, o como un humo negro que, infiltrándose por debajo de una puerta cerrada, entra en una habitación y la cubre completamente con su negrura.

¿Qué es lo que nos hace perder el PAD?

El PAD nos hace perder el tesoro invalorable de la gracia: por la gracia nos unimos a Dios, de un modo sobrenatural y misterioso, íntimo y espiritual, mucho más íntimo y espiritual que la unión íntima y espiritual que se da entre los esposos de la tierra.

Por la gracia, somos convertidos en templos vivientes de Dios Espíritu Santo, y toda la Santísima Trinidad, las Tres Divinas Personas, vienen a morar en nuestras almas.

Por la gracia nos convertimos en algo más grande que todos los coros angélicos juntos: nos convertimos en hijos adoptivos de Dios, que reciben la misma filiación divina que recibió el Hijo Eterno del Padre, en la eternidad, cuando fue concebido en su seno “entre esplendores sagrados” (cfr. Sal 109).

Por la gracia nos volvemos un solo cuerpo y un solo espíritu con Cristo Dios[2].

El PAD entonces es como el “humo negro de Satanás”, denunciado por Pablo VI[1], que sube desde el infierno, desde su “cátedra de humo y fuego”, y provoca en las almas, en los corazones y en las mentes de los hombres, confusión y perversión.

Pero su presencia no debe amedrentarnos; su difusión por todo el mundo no debe hacernos perder, de ninguna manera, los dones de fortaleza y de piedad que hemos recibido del Espíritu Santo en el día de nuestra Confirmación. El hecho de que este Pensamiento Anticristiano esté hoy difundido por todo el mundo, debe servirnos de ocasión para pedir al Espíritu Santo para que encienda en nosotros el amor a Dios encarnado, Jesucristo.

Y el amor a Jesucristo nos llevará a oponer, a este humo negro, con la fortaleza y el amor del Espíritu Santo, el humo blanco del incienso, la oración y la adoración a Dios Uno y Trino.


[1] Alocución del 29 de junio de 1972.

[2] Cfr. Scheeben, M. J., The glories of divine grace, TAN Books, Illinois 2000, 37.

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